Antes, editar una foto consistía en oscurecerla o aclararla, darle más brillo o corregir los ojos rojos. Pero ahora, con las redes sociales, las personas tienen acceso a una gama de filtros y herramientas de edición que permiten retocar las imágenes y cambiar completamente las facciones del rostro o el cuerpo de una persona.

La práctica no tiene por qué ser dañina, puede ser una forma artística de experimentar. Sin embargo, algunos expertos están señalando que abusar de esta experiencia puede crear una especie de desconexión de la realidad

Investigación

En este estudio llevado a cabo en China, se establecen cada vez más conexiones entre las personas que se realizan constantemente fotos con filtros y una mayor insatisfacción corporal. Hasta el punto que ha surgido en Estados Unidos un nuevo término, la llamada dismorfia de Snapchat, aunque en Europa es más común hacerlo a través de Instagram.

Cuando aparece, las personas se obsesionan con sus defectos y los sentimientos de descontento e infelicidad que surgen les llevan a incrementar las operaciones estéticas para parecerse a las imágenes con filtro. Hay que incidir en que no es un diagnóstico oficial de salud mental, por lo que los expertos aún tienen que determinar una definición estándar, criterios o síntomas.

Operación de cirugía estética / Unsplash
Operación de cirugía estética / Unsplash

Señales de peligro

Pero muchos cirujanos plásticos comenzaron a acuñarlo después de comprobar que varios de sus pacientes querían procedimientos cosméticos para que coincidieran con las imágenes con filtros de ellos mismos, cambios que no siempre son posibles en la realidad. Algunas señales que podrían sugerir que esta práctica puede alterar la salud mental de una persona son las siguientes.

  • Obsesión por la apariencia de las imágenes con filtros, hasta el punto de no publicar ninguna foto al natural.
  • Preocupación excesiva por lo que la persona considera sus supuestos defectos que nadie más nota, como la forma de tus cejas o el tamaño de la frente.
  • Pasar muchas horas al día retocando y editando las fotos, comprobando continuamente las imperfecciones.
  • Sentir insatisfacción constante por la apariencia.
  • Obsesión por cambiar la configuración del rostro o del cuerpo porque se piensa que se está mucho mejor con los filtros.
  • Modificar la apariencia para que coincida con las fotos retocadas.
  • Sentir que la versión de uno mismo filtrada es más verdadera que la natural. En otras palabras, haber perdido el sentido de cómo se ve uno realmente.
  • El hecho de que hacerse fotos, editarlas y publicarlas genere ansiedad, angustia, preocupación y otras emociones no deseadas.
  • Cuanto más tiempo se pasa uno tomando fotos, peor se siente con su propia apariencia.

Cuando se cumplen estas características, lo más aconsejable es acudir a un especialista en salud mental.