Despertarse por la mañana sintiéndose cansado es una queja común, tan habitual que muchas personas ni siquiera piensan en consultar a un médico que les ayude a solucionar el problema.

Sin embargo, el sueño no reparador es una forma de insomnio. Por insomnio, nos referimos a la dificultad para conciliar el sueño por la noche, volverse a dormir al despertarse por la noche y dormir lo suficientemente bien como para despertarse al día siguiente sintiéndose descansado.

Insomnio

La gravedad del insomnio está directamente relacionada con la intensidad de los síntomas y más concretamente con la importancia de sus repercusiones en las actividades diarias: cansancio al despertar, somnolencia diurna, problemas de concentración o alteración del estado de ánimo.

El insomnio puede ser inducido, por ejemplo, por depresión, dolor o fiebre. En estos casos, se dice que es insomnio secundario. Hablamos de insomnio primario cuando no está visiblemente ligado a ningún problema de salud concreto, sino a factores intrínsecos: tendencia a dormir mal desde la infancia (antecedentes genéticos), dificultad para soltarse al conciliar el sueño, particular sensibilidad al ruido, estrés, etc. Esta forma de insomnio representaría el 30% de todos los casos crónicos.

El insomnio afecta entre el 15 y el 30% de la población. Su prevalencia tiende a aumentar con la edad: entre los mayores de 65 años afecta al 50% de las personas, principalmente mujeres. En los octogenarios, el insomnio es casi dos veces más frecuente que en los adultos jóvenes (36 % frente al 19 % entre los 15 y los 24 años).

Hombre cansado : Pixabay
Hombre cansado / Pixabay

Desafíos

Se calcula que alrededor del 15 % de la población toma medicación ocasional o habitual para dormir, siendo las más frecuentes las benzodiazepinas. Sin embargo, su consumo es problemático en más de un sentido. Estas sustancias no solo provocan efectos secundarios (problemas de memoria, deterioro cognitivo), sino también adicción, por lo que es necesario aumentar las dosis al cabo de un tiempo para producir el mismo efecto.

Normalmente, estos medicamentos solo deben recetarse por un período de unas semanas. Por tanto, su uso para tratar el insomnio crónico es inadecuado, porque es ilusorio querer resolver un problema recurrente con una solución cuya eficacia ha de ser de corta duración.

Qué hacer

Es importante respetar ciertas reglas de higiene de vida, porque pequeños cambios pueden mejorar la situación. Por ejemplo, la exposición a la luz del día para ayudar a regular nuestro reloj biológico. De hecho, el ciclo sueño-vigilia está naturalmente condicionado por la alternancia del día y la noche, a través de la producción de una hormona, la melatonina, cuya secreción es estimulada por la oscuridad e inhibida por la luz. Los malos hábitos a combatir incluyen beber café y alcohol, e interactuar con pantallas por la noche, justo antes de acostarse o en la cama.

Las terapias cognitivas conductuales que combinan ejercicios de reacondicionamiento del sueño con técnicas de relajación han demostrado su eficacia. No siempre es sencillo de determinar si el insomnio es anormal, porque la cantidad de sueño necesaria varía de un individuo a otro, a veces considerablemente. Además, esta necesidad evoluciona con el avance de la edad, generalmente más bien en el sentido de una disminución que puede ser compensada por breves somnolencias en determinados momentos del día, fragmentando el sueño.