Mantener una vida activa y realizar ejercicio físico de manera regular es indispensable y beneficioso para la salud. Sin embargo, a veces su práctica comporta algunos problemas añadidos, como esguinces, tendinitis y calambres, con distinto grado de gravedad. Pero, de la misma manera, hay determinadas molestias que no son consecuencia directa de la práctica deportiva, como las contracturas musculares, el dolor menstrual o la artrosis. En este artículo se expone cómo actuar ante un dolor determinado, cuándo aplicar frío y cuándo calor, de qué manera hay que hacerlo y qué precauciones son necesarias.

¿Frío o calor? ¿Qué es mejor para cada lesión?

Como norma general, se utiliza el calor en las condiciones crónicas y frío para las situaciones agudas. Una lesión aguda, como un esguince o distensión muscular, provocará inflamación y posiblemente hinchazón junto con dolor. En este caso, la aplicación de frío disminuirá el flujo de sangre a la zona afectada, lo que repercutirá también en la inflamación y la hinchazón, que también se verán reducidas. En casos como estos, después de que se produzca la lesión, hay que seguir el acrónimo RICE: reposo, hielo, compresión y elevación.

Las lesiones crónicas, por otro lado, son resultado del uso excesivo de algunos tejidos, que provocan dolor y, en consecuencia, contracturas y disminución de la flexibilidad.

Se utiliza el calor en las condiciones crónicas y frío para las situaciones agudas

Frío

Cuándo y cómo aplicar crioterapia

El tratamiento con frío -o crioterapia- en lesiones agudas ayuda a reducir el flujo sanguíneo a la región afectada. Esto es beneficioso en la fase inflamatoria de una lesión (las primeras 72 horas después de la lesión o el agravamiento de una ya presente antes), porque contribuye a reducir la cantidad de inflamación y la hinchazón que se acumula en la región lesionada. Esta terapia también está indicada para disminuir el dolor y los espasmos musculares. El frío se debe aplicar en lesiones agudas cada 1-2 horas y durante 10-20 minutos.

Puede hacerse de distintas maneras: mediante una bolsa de cubitos de hielo; con un paquete de guisantes congelados que se moldean a la zona lesionada y se pueden reutilizar -metiéndolo de nuevo en el congelador- tantas veces como sea necesario (aunque no deben consumirse si se han descongelado y vuelto a congelar); o con compresas frías de gel, disponibles en las farmacias. Hay que vigilar al usar compresas frías o productos congelados, ya que pueden causar quemaduras con rapidez y sin la protección adecuada (una toalla o un textil que actúe de barrera).

Lo idóneo es frotar con una pequeña cantidad de aceite el área donde se aplicará la compresa, a menos que la piel presente heridas o haya puntos de sutura que, entonces, se protegerá con un plástico.

Otras recomendaciones son ser muy cuidadosos con los tratamientos de frío con personas de edad avanzada, los niños pequeños, quienes sufren diabetes, problemas circulatorios o hipersensibilidad al frío.