¿Cuántas cosas habremos dejado de hacer en nuestra vida por vergüenza? El temor a hacer el ridículo o a que nos vean literalmente cualquier cosa que no controlemos 100% nos genera un rechazo incontrolable que la mayoría de las veces puede con nosotros.
Esa canción en el karaoke, ese plan que tanto te gustaba pero al que nadie podía acompañarte... Si nos pusiéramos a contar todas las veces que nuestra mente dijo que no por vergüenza, por el qué dirán, en vez de un artículo escribiríamos un libro.
¿Cuántas cosas habremos dejado de hacer en nuestra vida por vergüenza?
Seguro que en la mayoría de esos libros había un capítulo compartido, el del gimnasio. Si la pereza es uno de los principales males que te alejan del gimnasio y del ejercicio, el otro es la vergüenza. El pudor que nos da acudir a cualquier centro deportivo se explica generalmente desde dos factores: que el resto se fijen en nuestro físico, o que por el contrario lo hagan en nuestra supuesta poca destreza a la hora de hacer los ejercicios.
En la sociedad en la que vivimos, en la que damos importancia al físico sobre todas las cosas, presentarnos con nuestras pintas en el centro neurálgico de ese sistema puede causarnos pavor. Sabemos que, por mucho que repitamos que todos los cuerpos son iguales, en el día a día pesa no lucir el tipo de figura determinada como ideal, y se hace cuesta arriba acudir al sitio en el que más figuras 'ideales' hay por metro cuadrado.
Una vez superado ese miedo, habría un segundo factor que termina por echarnos atrás. Nos gusta tenerlo todo controlado, y sufrimos con aquello que se nos escapa o nos es imposible dominar de primeras. Salir de la zona de confort como frase hecha está muy bien, pero el temor a hacer el ridículo con una máquina de gimnasio o corriendo en la cinta suele ganar la batalla.
Estas dos razones y muchas más nos llevan a desechar la idea de apuntarnos al gimnasio nada más plantearnos. El problema es que, si no combates ese sentimiento y finalizas tu debate interno con un "paso, ya me apuntaré cuando esté con más ganas", no harás más que agravar la situación y sumar unos metros más a una montaña que ya era difícil de escalar.
Debes tener clara una cosa: la salud va por delante de la vergüenza. Poca gente va al gimnasio con ganas, o segura de sí misma, pero es precisamente allí donde empezarás a trabajar para quitarme estos pensamientos negativos asociados en gran medida a tu cuerpo. Tómate el gimnasio como el lugar en el que dar el primer paso hacia un nuevo yo, más cómodo consigo mismo. Yendo al gimnasio tu físico y tu salud mejorarán, y eso es lo que hay que priorizar.