Dolor de estómago, gases, tripa hinchada y borborigmos (ruidos producidos por la mezcla de flujo intestinal y gas) son algunos de los síntomas típicos de la intolerancia a la fructosa. En algunos casos, incluso diarrea. La mayoría de estos síntomas, salvo en los casos más agudos, se manifiesta de forma ligera, a veces un poco más molesta de lo normal, pero constante. Por eso, es importante hacer seguimiento de la sintomatología e intentar relacionarla con los alimentos que comemos durante unos días, para poder contarle al especialista nuestras rutinas y que los profesionales determinen qué puede estar causando esos dolores o molestias.
Y ¿qué es la fructosa? Es un azúcar simple que se encuentra de manera natural en las frutas y miel aunque también está presente en algunos vegetales en forma de fructanos, moléculas formadas por una cadena de fructosa. Los síntomas de una intolerancia a la fructosa surgen cuando el cuerpo no es capaz de absorber correctamente estos azúcares (la fructosa y/o el sorbitol) y se producen reacciones químicas que producen los síntomas de la intolerancia a la fructosa.
Las molestias no siempre vienen motivadas por una intolerancia a la fructosa como tal
Las frutas que peor sientan a quienes toleran mal la fructosa, por la cantidad que contienen, son la manzana, frutas pasas, pera, ciruela, cereza, melocotón, higos, dátiles y el albaricoque. Se aconseja reducir el consumo de mermeladas, sobre todo las preparadas con fructosa y la carne de membrillo. Los chocolates, productos de bollería, zumos comerciales, medicamentos en jarabes y chicles o gominolas “sin azúcar” suelen también tener elevadas concentraciones de fructosa y/o sorbitol, así como los refrescos. Y por tanto, deben evitarse.
Pero, atención. Las molestias no siempre vienen motivadas por una intolerancia a la fructosa como tal. Hay casos en que el cuerpo reacciona ante un consumo excesivo de alimentos con este tipo de azúcares. Demostrar una malabsorción de fructosa-sorbitol obliga a realizar pruebas de laboratorio (generalmente test del hidrógeno espirado o prueba del aliento) que permiten conformar la sospecha clínica y, sin embargo, en muchas ocasiones, estas pruebas pueden evitarse con una adecuada encuesta dietética que a menudo permite identificar un consumo excesivo de estos carbohidratos. Muchos pacientes con síntomas no presentan realmente una malabsorción de estos azúcares, simplemente hacen un consumo desproporcionado de estos azúcares.
Los profesionales nos darán el mejor tratamiento para cada caso, pero consiste fundamentalmente en prescindir de alimentos con elevadas proporciones de fructosa y/o sorbitol en su composición o reducir su consumo, valorando no ser excesivamente restrictivos y que el grado de intolerancia es variable de unos pacientes a otros. Para ello, se considera muy útil proporcionar al paciente un listado de los alimentos que contienen mayores proporciones de fructosa (la miel, por ejemplo, contiene 35 g de fructosa por cada 100g). Por tanto, pídala al profesional que le atienda.