La tristeza es una emoción tan humana y natural como cualquier otra; sin embargo, esto no significa que resulte totalmente inocua. Y es que si se vuelve excesivamente intensa o se prolonga demasiado en el tiempo, este fenómeno emocional tiene una gran capacidad para erosionar nuestra salud mental.
Sin embargo, aunque se trata de una experiencia dolorosa, puede ayudarnos a superar situaciones en las que nos hemos quedado estancados. Pero a veces, nos acostumbramos a gestionar la tristeza de una manera disfuncional, de manera que no solo no nos ayuda a mejorar, sino que además se vuelve parte del problema.
A veces, nos acostumbramos a gestionar la tristeza de una manera disfuncional
Por suerte, en la actualidad existen recursos terapéuticos eficaces para superar casos como este. Aquí hablaremos acerca de cómo el Mindfulness va a ayudar a superar estados de malestar psicológico.
¿Qué es el Mindfulness?
El Mindfulness (en español, también conocido como Atención Plena) es un conjunto de prácticas de manejo de la atención inspiradas en la meditación Vipassana, tradición milenaria originaria de Asia del Sur y relacionada con las religiones del hinduismo y el budismo.
Está inspirado en la meditación pero renunciando a los contenidos místicos y religiosos que esta práctica ha tenido tradicionalmente; en este caso, la prioridad es lograr cambios y mejoras objetivas en la calidad de vida de la persona, y concretamente, en su regulación de la gestión emocional.
¿Cómo funciona el Mindfulness ante el exceso de tristeza?
La tristeza es, muchas veces, una consecuencia de un círculo vicioso de pensamientos negativos. Cuando nos sentimos mal, estamos más predispuestos a centrar nuestra atención a todo aquello que resulta negativo para nosotros alimentando una narrativa trágica sobre nuestra vida, e interpretando la realidad y nuestros propios recuerdos desde ese prisma de pesimismo.
Dicho de otro modo, a veces nos regodeamos en la tristeza alimentándola sin darnos cuenta de ello, ya que esta manera de ver las cosas aporta un significado claro y unívoco sobre vivencias a las que queremos darle una explicación porque nos afectan mucho. Se trata de una interpretación emocionalmente dolorosa de los hechos, pero al menos, es una interpretación.
Y como esta manera de asociar pensamientos y recuerdos a una emoción muy intensa nos toca muy de cerca, es fácil que todo lo que ocurra a nuestro alrededor nos recuerde que nos sentimos mal, y que (supuestamente) tenemos motivos para sentirnos así de mal. Así, los contenidos de nuestra memoria refuerzan una interpretación pesimista del presente, y viceversa.
El Mindfulness contribuye a romper este círculo vicioso de pensamientos que refuerzan bajos estados de ánimo. Los ejercicios que propone se basan en centrar la atención en el aquí y ahora sin prejuzgar y sin otorgar características morales a esas experiencias: en la Atención Plena, aceptamos los estados mentales que emergen en nuestra consciencia, y los observamos en su aparición, su desarrollo y su desvanecerse yéndose tal y como vinieron.
Así, poner el foco en el presente nos permite dejar de obsesionarnos con pasados interpretados de una manera sesgada y futuros que solo existen en nuestra cabeza como fruto de nuestro malestar.
En definitiva, el Mindfulness aporta ejercicios prácticos con un elemento en común: la aceptación, la focalización atencional en el presente y en sus pensamientos y sensaciones, y la renuncia a intentar eliminar totalmente el malestar, de modo que no le demos más importancia de la que tiene y se debilite al no sobre-reaccionar ante él.