Cada vez son más las personas que acuden con asiduidad a la montaña para practicar actividades deportivas como senderismo o esquí. Y, por otro lado, debido a los efectos de la globalización, ha aumentado de forma considerable el número de viajeros que, por motivos de trabajo o de ocio, van a zonas del planeta situadas a más de 2.500 metros de altitud, donde residen unos 140 millones de personas en el mundo. Los desplazamientos a estos lugares se realizan en avión y no se lleva a cabo un buen proceso de aclimatación, lo que deriva en la aparición de ciertos síntomas por exponerse una altura superior a la normal. En este artículo, veremos cómo afecta la altura al sistema respiratorio y, en definitiva, a nuestra salud pulmonar.

Qué efectos tiene la altitud en el cuerpo

Según aumenta la altitud del lugar donde nos encontramos, desciende la presión atmosférica, lo que provoca que haya una menor presión de oxígeno en el aire y, por lo tanto, una disminución de la cantidad de oxígeno que entra en cada inspiración. Para compensarlo, la reacción natural del cuerpo es respirar con mayor rapidez: el corazón latirá más rápido y se formarán más glóbulos rojos con la finalidad de mantener el contenido de oxígeno de la sangre y garantizar el transporte de oxígeno a los tejidos.

Las poblaciones que han residido durante siglos a gran altura se han adaptado fisiológica y genéticamente a esta situación. Sin embargo, quienes viven cerca del nivel del mar necesitan de un proceso de adaptación cuando van a lugares más altos. Cuando una persona asciende rápido a la alta montaña y los mecanismos compensatorios del organismo se tornan insuficientes, aparecerá el mal de montaña o mal de altura, sobre todo en altitudes superiores a 2.500 metros.

El primer síntoma en aparecer es el dolor de cabeza

El primer síntoma en aparecer es el dolor de cabeza, que surge a las pocas horas del ascenso o al levantarse tras pasar la primera noche en el lugar. Otras señales posteriores son náuseas, vómitos, fatiga, falta de apetito, vértigos, alteraciones en el sueño o sensación de falta de aire. Si no se trata de manera adecuada, puede tener consecuencias más graves como el edema pulmonar o el cerebral.

Por eso es fundamental detectar a tiempo estos síntomas para evitar los problemas más graves. El tratamiento definitivo es el descenso a altitudes menores y la aportación de oxígeno en algunos casos. ¿Y cómo se evita? Para prevenirlo, hay que ir ganando altura poco a poco, no más de 300-600 metros diarios por encima de los 2.500.

Altitud
Altitud

Cuando se realiza una actividad física, sube la temperatura corporal y se produce la sudoración para compensarla. La evaporación en altura es más rápida, por ello es posible que no seamos conscientes de la cantidad de líquido que sale del cuerpo al sudar. Hidratarse de forma abundante es muy recomendable en estos lugares, sobre todo al hacer cualquier actividad física.

La altitud produce un aumento en el metabolismo de nuestro cuerpo, sobre todo los primeros días, por ello puede ser preciso adaptar la dieta a estos cambios. A nivel de mar ocurre lo contrario: la presión parcial de oxígeno incrementa entrando más en el cuerpo al respirar. Además, la humedad relativa del ambiente por efecto del mar es mayor, lo que favorece la hidratación de las vías respiratorias.

Qué ocurre si tengo una enfermedad pulmonar

La existencia previa de una enfermedad pulmonar no siempre debe excluir la posibilidad de hacer un viaje en altitud. Pero es conveniente realizar una valoración médica previa al periplo y, cuando sea preciso, aplicar medidas preventivas con el fin de evitar la enfermedad de alta montaña o el empeoramiento de la enfermedad pulmonar de base.

Por ello, es fundamental consultar con su médico cuando pretenda hacer un viaje de estas características y mantener su tratamiento base, llevar consigo el tratamiento de rescate y no dejar de usar su CPAP o BiPAP si lo tiene prescrito, teniendo en cuenta que puede ser necesario hacer algún ajuste en la presión, siempre que así se prescriba.