Se sabe que la actividad física, la nutrición y las actividades que estimulan la cognición son buenas formas de prevenir la enfermedad de Alzheimer y la demencia. Y los adultos mayores en riesgo pueden llevar un estilo de vida con ese objetivo, en el que incluye una alimentación determinada, actividad física y ejercicios determinados para la mente.

Ahora, un equipo internacional de investigadores dirigido por la profesora de psicología de la Universidad de Montreal, Sylvie Belleville, ha determinado en un estudio cuántas de esas sesiones de tratamientos que incluya estos pilares son necesarias para poder detectar una mejora y prevenir el deterioro cognitivo en personas en riesgo: bastan una docena de ellas.

Publicado en la revista Alzheimer's & Dementia: The Journal of the Alzheimer's Association, el estudio realizado muestra que en un intervalo entre 12 y 14 sesiones de tratamiento ya se puede observar una mejora en la cognición. “En los estudios farmacológicos, se hace todo lo posible para definir una dosis de tratamiento óptima necesaria para observar los efectos esperados”, aseguran los expertos. “Esto rara vez se hace en estudios no farmacológicos, especialmente aquellos sobre la prevención del deterioro cognitivo, donde hay poca información disponible para identificar esta dosis”.

“Por lo tanto, definir un número óptimo de sesiones de tratamiento es crucial”, aseveran. “De hecho, proponer muy pocas sesiones no producirá efectos de mejora notables, pero demasiadas sesiones tampoco son deseables ya que estas intervenciones son costosas. Son costosas tanto para la persona que sigue los tratamientos, en términos de tiempo y participación, como para la organización que ofrece estos tratamientos”.

El estudio se basa en un análisis secundario de datos del Ensayo preventivo de Alzheimer multidominio (MAPT) de tres años y examinó a 749 participantes que recibieron una variedad de intervenciones destinadas a prevenir el deterioro cognitivo. Estos incluían consejos dietéticos, actividad física y estimulación cognitiva para mejorar o mantener las capacidades físicas y cognitivas.

En su estudio, los investigadores evaluaron los efectos de las sesiones en función de la edad, el género, el nivel educativo y la condición cognitiva y física de cada participante. Luego se analizó la relación entre la dosis que cada uno recibió y su mejora cognitiva.

Los principales resultados muestran un aumento seguido de un efecto de meseta después de 12 a 14 sesiones. En otras palabras, ofrecer más de 12 a 14 sesiones de tratamiento no significa mejores resultados. Dicho esto, los participantes con niveles más bajos de educación o más factores de riesgo de fragilidad se beneficiaron de más sesiones.

En todo caso, la conclusión de los investigadores es que resulta importante identificar y apuntar a una estrategia óptima y personalizar el tratamiento para cada individuo.