Benedetta Tagliabue, arquitecta, urbanista y diseñadora, nacida en Milán, pero afincada en Barcelona de hace muchos lustros, creó el año 1994 con su marido, el malogrado Enric Miralles, el taller de arquitectura EMBT que tiene obras emblemáticas como la Torre de Gas Natural, en la Barceloneta, el mercado de Santa Caterina, el parque Diagonal Mar o el Parlamento de Escocia a Holyrood, y de quien todavía se considera continuadora veinte años después de su muerte "-es como si está aquí y mantenemos un diálogo, me gusta mantener a Enric aunque sea como un espíritu-". Tiene obra en países como Alemania, Holanda y últimamente está mucho vuelco en China, donde construye ciudades enteras con plazas - "hacer una plaza a Nanjing Road es una cosa increíble" -, y en el rediseño de las afueras de París, cosa "que es un trabajo increíble, casi como hacer una ciudad nueva en China." Su carrera profesional ha sido galardonada con el prestigioso Premio Riba Stirling, el de la Bienal de Arquitectura Española y el Premio Ciudad de Barcelona.
¿El confinamiento ha sido una ocasión para reordenar el espacio urbano como ha hecho Barcelona? "No digo que este confinamiento es una oportunidad, más bien ha sido una tortura, una limitación de las libertades que no tendría que pasar. El hecho de hacer más espacios para los peatones se puede hacer mientras la ciudad vive y cuando todo el mundo está en la calle. No hace falta que todo el mundo esté en casa para que el espacio urbano mejore, al contrario".
Conocedora de China desde los años 80, cuando todavía era muy joven, y sobre todo desde que diseñó el pabellón de España a la Expo de Shanghai, ahora está trabajando allí en el diseño de ciudades que compatibilizan la densidad con la humanidad. "En China podemos como hacer ver nuestra concepción de espacios públicos. La idea de una plaza como lugar donde te encuentras... la tienen muy diferente. Ahora estamos diseñando ciudades enormes que aquí no hemos experimentado nunca". Cuidadosa al diseñar edificios respetuosos con su entorno considera que "Ahora hay más conciencia bastante difundida de hacer ciudades donde vivir con una cierta armonía, No siempre es fácil. Hacer una ciudad con cuidado es más costoso que hacer una ciudad mal. En este sentido, tiene a gala utilizar materiales sostenibles como la madera o la mimbre "que están vivas, vuelven a crecer, tienen cálidas, belleza...".
Enamorada de Barcelona, en la que pone como modelo, "donde se han hecho cosas bonitas, se han reordenado muchos espacios públicos, y espero que eso siga. Esta condición climática, geográfica... se comparable al paraíso" es consciente del paso de dos mil años de historia y no derribaría nada. Considera que alcaldes como Pasqual Maragall y otros han tenido una sinergia entre políticos y arquitectos. "En estos casi treinta años que llevo a Barcelona he visto políticos que conocen mejor la ciudad que los mismos arquitectos. Y eso es muy bueno, aprender uno de los otros. Desde la época olímpica, Barcelona ha sido una ciudad que ha sabido regenerarse. Pone los alrededores, la banlieu de París, como un ejemplo de regeneración social que a veces viene para no tener una estación de metro, lo cual genera una situación de odio social".
No puede dejar de evocar Enric Miralles, compañero de despacho y de vida, en lo que conoció en Nueva York y con quien compartió muchos paseos por Central Park, objeto de su tesis fin en el de carrera. "Los diez años que trabajamos juntos fueron una experiencia de aprendizaje impresionante porque Enric era una fuerza de la naturaleza. No podías amar a Enric sin amar la naturaleza, la arquitectura, el diseño que lo hacían feliz".
La campaña #joimpulsotalent permite hacer aportaciones económicas para apadrinar talento de una forma muy sencilla, ahora y aquí.