Hace casi cien años, cuando el escritor Josep Maria de Sagarra escribió uno de los poemas vinícolas más célebres de la literatura catalana, poco se imaginaba que aquellas "Vinyes verdes vora el mar" con las cuales describía el paisaje del Port de la Selva harían tanta fortuna. El Empordà no es la única región vinícola del país con viñas junto al Mediterráneo, pero sí que es el territorio con más viñas bañadas por el mar y, sobre todo, la zona que sirvió de puerta de entrada del vino a nuestra casa: Empúries. Así pues, Sagarra sintetizó en un solo hacia el binomio entre la viña y el mar, es decir, entre el vino y la esencia mediterránea de una denominación de origen nacida en una tierra de artistas, escritores y pasajes del pasado que han sido decisivos para configurar no solo qué es el Empordà, sino que es Catalunya.
Mar, montaña y una personalidad única
En el cruce entre los Pirineos y la Costa Brava, el Empordà se erige en una tierra de contrastes marcada por la presencia del viento del norte, la tramontana. Más allá de un patrimonio histórico y cultural de primer orden, con monumentos megalíticos, arquitectura gótica, arte románico, pueblos medievales y el innegable poso que artistas como Josep Pla o Salvador Dalí han sido capaces de impregnar en cada rincón de territorio, el cultivo de la viña y la calidad de los vinos del Empordà son una de las joyas de la zona. ¿Son capaces los vinos DO Empordà de transmitir todo eso en una sola copa? La respuesta a esta pregunta es extremadamente subjetiva, pero los datos objetivos al respecto son de una validez absoluta: en el siglo VI a.C. el cultivo de la viña y la cultura del vino llegó a Catalunya a partir del puerto de Empúries, y a la Edad Media las viñas plantadas cerca de los monasterios de Sant Pere de Rodes, Sant Quirze de Colera o Santa Maria de Vilabertran dotaron de personalidad vinícola esta comarca donde mar y montaña se abrazan hasta fundirse en un solo horizonte.
Las viñas de la DO Empordà presentan una gran heterogeneidad de terrenos y suelos, ya que el cultivo de la uva abraza viñas junto al mar o viñas plantadas a casi 300 metros de altura. Como es lógico, pues, las zonas de la plana ampurdanesa presentan suelos de naturaleza aluvial, mientras que las viñas situadas en las zonas montañosas o en las terrazas peinadas por la tramontana son de pizarra y terreno granítico.
Cariñena y Samsó, sinónimos de Empordà
Buena parte del terreno actual de la DO Empordà es de antigua implantación, con viñas de más de 30 años y de variedades autóctonas de la zona como la Cariñena y el Samsó: ambas representan la base de la viticultura ampurdanesa, junto con el Almez (la forma autóctona de bautizar la Garnacha Negra) y, en menor medida, variedades como el Cabernet Sauvignon y el Syrah. No todo son vinos tintos al Empordà, sin embargo, y el cultivo de la Garnacha Blanca o el Macabeo también tiene muchísima presencia, junto con el de variedades foráneas y de más nueva implantación como puedan ser el Chardonnay, el Sauvignon blanco y el Gewurztraminer.
¿Cómo son, sin embargo, los vinos ampurdaneses? Los negros son de calidad elevada, con cuerpo, bien constituidos y armónicos, a veces con el matiz de una crianza esmerada. Hablante claro: en nariz presentan notas aromáticas muy características; son complejas, fragantes, con toques de especias, manteniendo siempre aromas de la fruta y la planta, y un vez en boca se expresan con plenitud, sabrosos y muy agradables. Los vinos blancos, a su tiempo, son frescos y sabrosos, y los rosados se caracterizan por un color cereza bien definido, con gran personalidad y aromas delicados, frescos y de graduación alcohólica moderada.
Ruta del Vino DO Empordà
La Ruta del Vino DO Empordà recoge una extensa oferta enoturística que incluye visitas a bodegas, comidas entre viñas, estancias en bodegas situadas en bellos parajes naturales, tratamientos de vinoterapia, visitas a espacios museísticos de interés enogastronòmic y numerosas actividades experiencials como: kayak con cata de vinos, visita a bodegas en bicicleta y catas a ciegas... También impulsa y da apoyo a acontecimientos vinculados con la viticultura y el enoturismo, como el Festival del Vino Vívido, el festival de música Sons del Món, Raíces del Vino, entre otros.
La segunda propuesta tiene dos propuestas intrínsecas: fusionar vino y cultura descubriendo los rincones vinícolas más espectaculares del Empordà y, al mismo tiempo, entrante en la historia y la cultura de la zona. La primera opción que proponemos es visitar el Monasterio de Sant Pere de Rodes, una joya del arte románico ubicada en la Sierra de Rodes, entre Roses y El Port de la Selva, en un espacio natural donde viñas con el aliento permanente de la tramontana pueblan un paisaje digno de película.
La segunda opción tiene un lazo íntimo con el mundo del vino, aunque de otra forma: los tapones de corcho. Palafrugell, desde hace siglos, ha sido una de las capitales corcheras del sur de Europa, por este motivo la ciudad donde nació Josep Pla es también conocida por su industria del corcho. Visitar el Museu del Corcho de Palafrugell no es solo adentrarse en un mundo fascinante que va de los bosques de alcornoques hasta su transformación artesanal e industrial en objetos diversos, sino que además visitar el Museo es sinónimo de disfrutar del primer objeto maravilloso del Museo: su edificio: una fábrica modernista proyectada por General Guitart y construida entre los años 1900 y 1907 que, actualmente, contiene los diversos espacios expositivos del Museo, en torno a un pequeño alcornocal.