La cantante Lidia Pujol vive con sus perros en una masía de la Sagarra desde hace nueve años, pero su verdadera guarida contemplativa lo sitúa en la próxima ermita de Sant Salvador de l'Aguda, donde ensaya y crea libre de interferencias. Justo está acabando su nuevo álbum, "Conversando cono Cecilia", dedicado a la cantante comprometida de los años 70 que murió prematuramente y que forma parte del corpus ético-moral-ideológico que modela su estilo de vida. Por eso, el confinamiento gubernamental por la covid_19 no lo inquieta más allá del carácter obligatorio que le abre interrogantes sobre como actuaría si su madre o su hermana se estuvieran muriendo y le impidieran acompañarlas con un último gesto de amor en este tráfico al más allá.
"Este confinamiento nos acondiciona una enfermedad que mata nuestros cuerpos, pero hay otra enfermedad que mata el sentido de nuestras vidas y no le estamos dando bastante atención" confesa una Lidia Pujol cómoda y sincera mientras hacemos la videoconferencia ermita segarrenca-Barcelona y habiéndonos obsequiado de entrada con un último ensayo de "Nada de nada", el videoclip del cual nos presenta este miércoles. "Si me relaciono mucho con los otros necesito también relacionarme conmigo misma".
Lídia Pujol está en un proceso constante de interrogación sobre qué papel alcanzar en un mundo que no es nuestro y que se puede disfrutar sin competir al tener más que los otros. "Espero que este confinamiento nos ayude a tomar la medida de lo que verdaderamente nos ayuda a ser personas". Eso quiere decir qué consumimos, como nos comportamos con la naturaleza, con los vecinos, con lo que nos rodea... Un paso para la vida libre, con valores éticos y cívicos, respetuoso con la diversidad, que impregna su repertorio musical de la última década. Por eso ha incorporado a Cecília, a la que ya había evocado, de la misma manera que tiene Llull, Brontë, Espriu, Forcades o Panikkar como referentes con los que establecer un diálogo franco. "Cecilia te pregunta: Y ¿ tú, qué piensas?, te tomas seriamente a ti mismo?. Y Lídia añade: "Tenemos que ser soberanos de nuestra propia vida. Y entrar en diálogo con nosotros mismos".
La nuestra entrevistada, acostumbrada a llevar "una vida pequeña", con una tensión "entre lo que necesito y lo que deseo", reivindica, sin embargo, el valor del trabajo de los "artesanos" de la cultura, que tienen que vivir de su profesión. Evoca a su abuela, que le reprochaba que hacer de "cantanta" no era trabajar. Estas semanas ha emergido la tentación de la cultura gratis, que con buen criterio no quiere fomentar porque desvaloriza el trabajo. Ella misma lleva dos años y medio preparando este álbum y todavía le queda exactamente medio año para volver a dar conciertos, donde se llena de energía porque aspira "a la comunicación auténtica, que es con el público. Todo lo que canto tiene un sentido y una necesidad de desarrollo personal".
Una lección final del confinamiento gubernamental: "nos ha alimentado el alma y la estabilidad emocional" y un temor: "las calles han dejado de ser siempre nuestras". Recuerda movilizaciones como la de la guerra de Iraq y al final "han pasado por encima del ejercicio de nuestra autodeterminación que es decir no como pueblo."
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