Cuando el célebre poeta Antonio Machado escribió aquello de 'caminante, no hay camino/ se hace camino al andar', poco podía imaginarse la fortuna que acabarían teniendo aquellos dos versos. Evidentemente, más allá de las múltiples lecturas posibles del poema, que depende como se lea roza la frase común de un libro de autoayuda, si el verso disfruta de una popularidad suprema es porque nos incita a la aventura, la valentía y la superación: sé tú mismo quien marca tu destino. Caminar sin un camino marcado es una experiencia que puede resultar seductora, de acuerdo, pero no nos engañemos, la existencia de un camino nítido y claro es la que permite hacer las dos cosas: proponerte un reto y, sin embargo, disfrutar del placer de hacer tu propio camino a medida que vas avanzando en tu propósito.
Si andar a pie es la actividad más antigua del mundo es porque desde hace miles de años el ser humano se ha ayudado de sus piernas para explorar, descubrir nuevas tierras, buscar alimentos, migrar, peregrinar o buscar, también, placer. A mediados del siglo XIX hizo fortuna en Francia la palabra "flaneûr", que servía para designar a los hombres elegantes, a menudo del ramo artístico, que se dedicaban a vagar por la ciudad sin ningún rumbo concreto. Mientras en París la figura del paseador urbano empezaba a ganar popularidad, en otros puntos de Europa se iniciaba una actividad casi idéntica y hasta entonces insólita: el senderismo alpino o rural sin raíz religiosa. Por primera vez en toda la historia, ciudadanos normales y corrientes decidían disfrutar del arte de pasear sin ningún otro motivo que este: caminar.
Senderismo: el turismo sostenible
La aparición de los teléfonos inteligentes y las consiguientes aplicaciones que permiten saber cuántos pasos recorre su usuario cada día han permitido, desde hace años, destapar una evidencia empírica: en el 95% de los casos, hacer turismo es sinónimo de andar. Por algún motivo desconocido, una persona que en Barcelona cogería el metro para ir de los Jardinets de Gracia a la Estación de Sants es capaz, en cambio, de recorrer 10 kilómetros al día cuando va de viaje a Roma, París, Londres o cualquier gran metrópoli. Si caminar no es un obstáculo a la hora de distraerse y desconectar del día a día cuando vamos de vacaciones, hay una cosa igual de atractiva que cargarse las piernas dando vuelcos por una ciudad extranjera: cargárselas descubriendo los paisajes, senderos y rincones ocultos de nuestro propio país.
Este es el planteamiento del proyecto de recuperación "Caminos tradicionales del Pirineo": promover el arte de caminar como una actividad de ecoturismo vinculada a la movilidad lenta y sostenible, y también al ocio local, favoreciendo los vínculos emocionales e identitarios entre los caminos y la sociedad pirenaica a fin de que las nuevas generaciones valoren la importancia de los caminos. El proyecto nace con el objetivo de crear una red de caminos tradicionales vertebradora de más 800kms que conecte las comarcas del Alt Urgell, Cerdanya, Pallars Sobirà, Pallars Jussà, Alta Ribagorça, la Noguera y el Solsonès junto con la Val d'Aran en una sola red que conecte los núcleos de población y valore los recursos naturales y patrimoniales del territorio.
Una red pensada para que conecte poblaciones
El ecoturismo no sólo tiene sus fundamentos en el turismo de proximidad, sino que suma uno más: la posibilidad de hacer una ruta sin la necesidad de hacer kilómetros en el volante de un coche. La reducción de emisiones CO₂ es uno de los puntales más importantes a la hora de combatir el cambio climático y el efecto invernadero, por este motivo la futura red de caminos tradicionales del Pirineo prevé construir un entramado en el cual, a pie y de forma cien por cien sostenible, los usuarios puedan encontrar servicios y puntos de interés patrimonial y, a la vez, la presencia de turistas favorezca el desarrollo económico en las pequeñas poblaciones de paso.
El proyecto, una iniciativa de la Diputación de Lleida financiada gracias al proyecto de Fondos Europeos de Desarrollo Regional de la Unión Europea, dibuja las capitales de comarca como nodos principales, estableciendo los puntos de inicio y final en los lugares donde se concentran los servicios turísticos, comerciales, de sanidad, etc. Además, en contraposición a las rutas itinerantes de alta montaña, estas rutas tienen más versatilidad a escala de usuarios, ya que pueden ser utilizadas por la población local como también en el ámbito turístico.
Los caminos fueron los elementos esenciales con lo que se han construido las culturas de montaña y después de unas décadas de abandono, la recuperación de estos caminos comporta la construcción de una nueva identidad y manera de entender el el territorio. Esta construcción, en resumen, está íntimamente relacionada con el pasado próximo pero es la nueva utilización aquello que la vincula con el futuro: los caminos no son nada sin el paisaje que los rodea, por eso contribuir a la economía local mediante el desarrollo turístico sostenible ayuda a fijar la población, al mantenimiento de las actividades primarias y al mantenimiento del paisaje tradicional. Y a lo más importante: a seguir haciendo del arte de caminar una actividad que, como creía Antonio Machado, permite realizarse a uno mismo mientras se realiza una cosa tan placentera como descubrir un territorio.