Los etnólogos creen que la máscara nació a partir de la toma de autoconciencia. Así, con el fin de encontrar cuál es el su origen, hay que retroceder muchos años en la historia, incluso antes de la Edad Antigua, cuando el hombre ya utilizaba las máscaras para relacionarse con los animales. Además, también eran una herramienta para detectar posibles amenazas como un fenómeno meteorológico, un animal salvaje o espíritus. Se consideraban necesarios símbolos y escudos protectores porque se pensaba que a todos los seres se les concedían poderes sobrenaturales. Consiguientemente, las máscaras se personificaban para responder a estos peligros del exterior.
Los etnólogos creen que la máscara nació a partir de la toma de autoconsciencia
Para griegos y romanos, las máscaras eran una especie de casco para luchar que cubría la cabeza y el rostro, tenía pelo, orejas y barba. Pero fueron los griegos los primeros a usarlas con finalidades artísticas. Así, los actores podían parecerse físicamente al personaje que representaban. Pues bien, en Grecia la máscara no solo infundía temor, sino también alegría. Más tarde, las fiestas rituales dejaron paso a las representaciones teatrales, estableciendo distancia entre la máscara y quien la lleva. Además, también se utilizaban en fiestas dionisiacas.
Los etnólogos ubican la aparición de la máscara en el momento de la toma de autoconciencia
Posteriormente, durante la edad media nació una gran pasión para los disfraces y las máscaras. Prueba de ello es el hecho que incluso en celebraciones religiosas tenían cabida. Y es que las máscaras representaban las fuerzas demoníacas y eran empleadas para dar vida a los personajes del infierno. Otro ámbito de uso en la edad media eran los torneos entre caballeros. En estos acontecimientos, algunos combatientes las usaban para no ser reconocidos.
Máscaras venecianas/ Pexels
Con el Renacimiento, el impulso que habían cogido durante la Edad Media se remachó con el auge de la comedia dell'arte italiana. En este periodo, se utilizaban con un tono burlesco para comedias de improvisación, donde aparecían arlequines, pierrot y colombinos, entre otros. Gracias a la ocultación del rostro, podían decir impunemente la verdad. Ahora bien, el punto álgido de las máscaras llegó en el siglo XVI, con el Carnaval de Venecia.
El punto álgido de las máscaras llegó el siglo XVI, con el Carnaval de Venecia
¿Pero de qué material estaban hechas las primeras máscaras? Pues bien, se utilizaba corteza de árbol, después se recurrió al cuero forrado de tela y finalmente al marfil o la madera para que fueran más consistentes y expresivas. Con todo, otro uso destacable es el de la protección solar. Desde el siglo XVI al XVIII las damas se ponían antifaces para protegerse del sol.
La máscara no miente nunca
La exposición "La máscara no miente nunca", que puedes visitar del 15 de diciembre al 1 de mayo en el CCCB, repasa los usos políticos de la máscara a lo largo de la historia y profundiza en las políticas de control sobre el rostro, las resistencias culturales a la identificación y la defensa del anonimato. Ciertamente, el mundo no se puede entender sin máscaras y enmascarados, y todavía menos en el momento actual, en el que una pandemia obliga la población a vivir detrás de ellas.
A raíz de la publicación del ensayo 'Algunas cosas oscuras y peligrosas. El libro de la máscara y los enmascarados', de Servando Rocha, la exposición plantea una historia subterránea del último siglo y medio bajo el signo de una máscara desacralizada, que se infiltra dentro del paisaje político como instrumento al servicio de perversos ejercicios de poder o como herramienta para la construcción identitaria en el activismo político y las luchas sociales.
La "máscara no miente nunca" repasa los usos políticos de la máscara a lo largo de la historia
Desde el Ku Klux Klan hasta las Pussy Riot, en la exposición encontramos un amplio abanico de rostros enmascarados tras los cuales se esconde no sólo una identidad, sino también el origen de algunos fenómenos que definen nuestro presente. Es el caso, por ejemplo, de las fake news, la conspiranoia o los mecanismos de control biopolítico.
La muestra está estructurada en siete ámbitos enlazados por curiosas recurrencias temáticas e iconográficas, hecho que se combina con una gran elección de recursos documentales y audiovisuales. Así pues, la amplia gama de prestaciones tecnológicas disponibles permite explicar los diferentes significados de la máscara (capuchas de protestas feministas, máscaras de luchadores mexicanos...) y la singularidad de los diversos contextos en que la ocultación del rostro ha adoptado un cariz político (objetos masónicos, panfletos activistas...).