El aún primer ministro británico, Boris Johnson, se aferra a sus últimas semanas al frente del gobierno en la misma línea que sigue desde que vio el abismo: mejorar su imagen acercándose a Ucrania. Desde el estallido de la guerra, Johnson ha trabajado para erigirse en aliado clave para Kyiv, sobre todo para diferenciarse de la lentitud de la UE a la hora de aprobar cualquier tipo de asistencia. Donaciones de armas, ayuda humanitaria, formaciones para las tropas ucranianas, servicios de inteligencia... El primer ministro conservador ha tirado la casa por la ventana con la invasión rusa y, a cambio, ha recibido elogios de su homólogo Volodímir Zelenski (y mensajes en Twitter, y fotografías, y viajes al país...). Ciertamente, la asistencia británica, sobre todo el envío de misiles antitanque NLAW, ha sido bienvenida por la resistencia. Si bien la sociedad británica ve con buenos ojos la alianza militar ante el ataque ruso, los medios se dieron cuenta de que, cada vez que estallaba un nuevo escándalo en Downing Street, Johnson aparecía casi inmediatamente haciendo declaraciones sobre Ucrania o, directamente, se escapaba al país a hacer a una visita exprés. Cuando se negaba a dimitir, Johnson llegó a argumentar que no podía dejar a su aliado solo en medio de una invasión. Ahora, en sus últimas acciones como primer ministro, queda claro que busca reparar su imagen de cara al público. La última ha sido esta aparición en una base militar en el norte de Inglaterra donde, al puro estilo Johnson, se ha vestido de militar y ha realizado unos ejercicios para las cámaras, junto con los soldados ucranianos que el Ejército británico está formando. Es fácil de identificar entre los militares, por las distintivas greñas rubias que no ha tapado con un casco.