El papa Francisco nunca volvió a Argentina después de ser nombrado jefe de la Iglesia católica, pero algunos creyentes creen que dejó un último mensaje a su país natal, de una manera tan inesperada como significativa. Amante del fútbol toda la vida —y portero ocasional durante la juventud—, Francisco era socio de su club amado, el San Lorenzo de Almagro. Y ahora, es precisamente el número de su carné de socio el que se ha convertido en tema de conversación en Buenos Aires.
"El destino no puede ser tan claro", dice Ramiro Rodríguez, que llegó con un rosario colgado en el cuello encima de la camiseta del San Lorenzo, a una pequeña capilla considerada la cuna espiritual del club. Rodríguez era uno de los fieles que asistían a una misa especial para conmemorar la vida del pontífice argentino. El número en cuestión, 88235, corresponde al registro de socio de Jorge Mario Bergoglio, el nombre con que nació el Papa. Para muchos seguidores, no es solo una cifra: es un símbolo que, incluso desde Roma, Francisco nunca dejó de ser un "cuervo" —la palabra afectuosa con que se conoce a los seguidores del San Lorenzo–.
Una conexión divina
La cifra de su carné no es el único detalle que ha cautivado la atención de los fieles. Como muchos han hecho notar estos días, el papa Francisco murió a los 88 años, exactamente a las 2:35 de la madrugada, hora de Argentina, el Lunes de Pascua. Para Ramiro Rodríguez, el devoto seguidor del San Lorenzo, se trata de otra conexión de otro mundo, casi divina.
"Fui al Vaticano el año 2019 y, evidentemente, llevaba mi camiseta del San Lorenzo", explica Rodríguez, de 23 años y recoge la CNN. "No lo vi, pero oía que estaba allí, con toda su energía, cuidando el mundo. Eso, para mí, es muy significativo". Antes de morir, el Papa escribió el prólogo de un libro todavía inédito del cardenal Angelo Scola. En aquel texto, dejó una reflexión serena y profunda sobre el final de la vida: "La muerte no es el final de todo, sino el comienzo de alguna cosa".
"Tenía un humor diferente"
Hablando con aquellos que lo conocían de cerca, muchos coinciden que el papa Francisco —o simplemente Jorge, como lo seguían llamando los amigos de toda la vida— habría sonreído al ver el afecto y la esperanza de que se han depositado en su número de socio del San Lorenzo. Uno de los que mejor lo conocía es Omar Abboud, amigo íntimo del pontífice, que recuerda perfectamente la rapidez mental y el ingenio del Francisco de antes del Vaticano. Pero también, dice, la elegancia con que sabía hacer humor. "Tenía un tipo de humor diferente," explica Abboud y recoge también la CNN. "Un humor que era con la gente, no por encima de la gente. Un humor inteligente, fino, con alma".