Gracias a su éxito en los negocios, el narcotraficante colombiano Pablo Escobar vivió en una finca con zoo privado. A la década de los ochenta, Escobar importó cuatro ejemplares de hipopótamo para llenar su colección. Tras su muerte en 1993, las autoridades tuvieron que confiar los animales a los zoológicos más próximos, pero el alto coste de mantenimiento comportó que muchos de ellos se quedaran en la zona.
Cuarenta años después, los hipopótamos se han ido reproduciendo, haciendo incrementar el número de animales exponencialmente. Hasta el punto que, hoy por hoy, hay al menos ochenta. Ochenta hipopótamos que han heredado el terreno de un narcotraficante.
El problema para sus cuidadores es la rapidez con la cual se reproducen, y el hecho de que están trastocando el ecosistema de la zona y amenazando el resto de especies locales. Por eso las autoridades colombianas han tenido que esterilizar quirúrgicamente en 11 de los ejemplares, y unos 24 más han sido disparados con un dardo anticonceptivo.