La carta de ruptura de Theresa May entregada esta semana a la Unión Europea no recompone el tablero mundial, sino tan sólo lo remueve un poco más, casi tangencialmente. Londres quiere transformar el Reino Unido en una "Gran Bretaña global". Pero en esta fase de grandes tentaciones estratégicas en los grandes países su proyecto podría acabar a la postre en un desengaño muy doloroso, como señalan los expertos del banco Credit Suisse.
La primera ministra británica ha reclamado seguir operando en el Mercado Único y en una Europa sin fronteras a cambio de una cooperación en materia de seguridad. La cuestión está en que la UE, aun cuando es deficitaria en esta faceta, puede cubrir ya este flanco con recursos procedentes de una economía que avanza rápidamente hacia el crecimiento.
La mejora de la confianza empresarial y de los consumidores, ya perceptibles, atraerán inversión dormida hacia la zona euro
"Theresa May se va a encontrar con una Europa mucho más fuerte y unida de lo que se había imaginado hace meses", le advierte el Wall Street Journal. Además, si tal como apuntan los resultados previos y las encuestas, Angela Merkel y el reformista Emmanuel Macron ganan las próximas elecciones, el frente franco-alemán será el eje que lidere el programa de inversiones europeas, que incluirá la ampliación de los gastos de defensa.
Según el experto Anatole Kaletski, "las implicaciones también serán de largo alcance si el centro se afianza en Europa. La Unión Europea es un socio comercial más importante que EE.UU. para la mayoría de las economías emergentes", cuyo peso creciente es capaz de desequilibrar la balanza hacia una zona u otra. "Esto podría ser suficiente para evitar un cambio de paradigma hacia el proteccionismo", agrega. La mejora de la confianza empresarial y de los consumidores, ya perceptibles, atraerán inversión dormida hacia la zona euro. "Si esto sucediera, el resto del mundo puede volver a empezar a ver la UE como una fuente de inspiración y un modelo", recalca el reconocido autor de Capitalism 4.0.
La fase en que estamos entrando de mayor crecimiento está creando grandes expectativas de futuro aquí y allá, con sus riesgos complementarios.
El conocido analista Martin Feldstein señala que la economía de EE.UU. "está en auge", se mide con términos del mercado laboral, de inflación, o a partir de la venta de viviendas o la confianza del consumidor. La hipótesis de un estancamiento secular ha quedado atrás, olvidada. No obstante, y aun cuando los beneficios empresariales estén mejorando, advierte Feldstein, "la relación precio-beneficios del Standard & Poor's está ahora casi el 70% por encima de su promedio histórico". La vuelta a la normalidad podría provocar, calcula, una disminución del 40% del valor de las acciones, equivalente a unas pérdidas de 9 billones de dólares, una cantidad que es casi la mitad del PIB norteamericano.
Pensar que puede alcanzar un estatuto de socio privilegiado y especial con China quizá roce lo ilusorio
Y si nos vamos a la puerta de Asia, las tentaciones no son menores. "Con EE.UU. mirando hacia dentro de sus fronteras, los que toman decisiones en China parecen estar sopesando la oportunidad de que se produjera un cambio sísmico en el liderazgo mundial", indica Stephen Roach, que dirigió desde Pekín durante muchos años los negocios de Morgan Stanley en Asia. Pero, advierte, el tamaño de la deuda china, el apalancamiento de las empresas públicas y la gran fragilidad de los bancos estatales, le obligan a centrarse en el crecimiento antes que creer que el éxito de Xi Jinping en Davos y que este le convierte de las mismas en el nuevo emperador del mundo global.
Si Gran Bretaña va a tener problemas en el mercado único europeo, pensar que puede alcanzar un estatuto de socio privilegiado y especial con China quizá roce lo ilusorio. Más bien sería entrar en su escudería, máxime cuando los modelos que baraja Londres son los de Singapur, Suiza o Noruega, todos ellos países pequeños. Y a no ser que un proteccionista Trump haga con el Reino Unido un giro radical en su estrategia, lo que no es muy probable, el sueño de Theresa May puede al final corresponder, como señala el Credit Suisse, al de una "Pequeña Bretaña global". Ese es su riesgo.