En las librerías de segunda mano se respira el romanticismo propio del abandono, concretamente del de los libros que por algún motivo desconocido del destino fueron algún día queridos y ahora descansan mal amontonados a la espera de que alguna persona nueva los ame de nuevo. El feroz mercado editorial nos ha acostumbrado a convivir con las listas de novedades, libros más vendidos o títulos más recomendados, pero en cambio nunca nadie osa hacer una lista inversa: la de los libros que se venden de segunda mano porque antes alguien ha decidido prescindir de ellos. En ElNacional.cat no sólo nos aventuramos a romper este hielo, sino que en más hemos decidido hacerlo con la colección de libros viejos que por desgracia más presencia tienen en las librerías, mercados de almonedistas, paradas en el metro o traperos de nuestro país: los libros de la MOLC (Mejores Obras de la Literatura Catalana), una iniciativa conjunta de Edicions 62 y La Caixa que, bajo la dirección de Joaquim Molas, se ha convertido con los años en un patrimonio intangible de nuestra cultura nacional. Un patrimonio, por qué no decirlo, que hoy día se vende a precio de saldo mientras cría malvas en estanterías llenas de polvo.
Como en nuestro país se puede poseer un canon de la literatura catalana de todos los tiempos por el precio de un par de sillas de camping, estos son los 10 libros de la MOLC que por varios motivos no podemos dejar escapar cuando aparezcan delante nuestro en alguna librería de segunda mano donde la filología y los ácaros se dan la mano.
1. Dietari 1979-1980, Pere Gimferrer
¿Os habéis acomodado nunca en un sofá de piel en medio de un palacio del s. XVII y os habéis dedicado únicamente a mirar por la ventana? Yo tampoco, pero leyendo este libro tendréis la sensación de hacerlo. ¿Por qué? Pues porque este dietario, absolutamente singular, muestra la mirada fina y sensible del poeta barcelonés sobre las cosas que lo rodean, ya sea una canción de Frank Sinatra, la luz del atardecer en Venecia o un cóctel en la extinguida Terrassa Martini del paseo de Gracia. Más de doscientas páginas donde la prosa cinematográfica del autor de El castell de la puresa se convierte en el Instagram que Gimferrer nunca tuvo a los treinta años: posts llenos de imágenes poéticas del día a día descritas con un estilo barroco que purifica el alma y te hace sentir aseado, como un mármol esculpido por Bernini.
2. Teatre, Àngel Guimerà
La leyenda dice que nunca ningún catalán ha estado tan cerca como él de llevarse el Premio Nobel de Literatura, y ya sólo por este motivo en todas las casas del país tendría que haber un ejemplar de esta recopilación de las mejores obras del dramaturgo del Vendrell, ni que sea para acuñar el sofá. Figura primordial de la Renaixença, autor de dramas realistas con trasfondo romántico y toques de simbolismo, obras como Mar y cel o Maria Rosa convirtieron Guimerà no sólo en el dramaturgo más popular de finales del s. XIX, sino de la historia de Catalunya. Este magnífico libro recoge la ya mencionada obra que Dagoll Dagom catapultó a la fama, además de La filla del mar y, por descontado, Terra Baixa, la obra maestra que nunca está de más releer, como demuestra el hecho de que cada verano, en la función amateur de cualquier Fiesta Mayor, somos legión los que en el año 2020 notamos una punzada en el corazón cuándo un tal Manelic dice aquello de "He mort el llop".
3. Julita, Martí Genís i Aguilar
Al igual que pasa con los paquetes de tabaco, esta novela tendría que llevar una faja avisando de que puede provocar hiperglucemia. Escrita por el vicense Martí Genís i Aguilar mientras estudiaba farmacia, Julita es la gran novela romántica típica y tópica de la Renaixença catalana, alejada de los valores del empirismo y con un personaje central que tiene cierta relación con el Werther de Goethe y René de Chateaubriand. La protagonista, Julita, es una criatura angelical y delicada que vive de espalda a los problemas reales del mundo pero sufre una enfermedad incurable: la sensibilidad extrema ante la vida. ¿Por qué vale la pena leerla? Porque es una de las pocas apologías del romanticismo metafísico y del cientificismo en nuestra literatura. Y sobre todo, porque la novela consigue plasmar líricamente los estados del alma de una forma singular y única, ni que eso provoque en algunos casos uno peligrosa sobredosis de cursilería más letal que escuchar tres veces seguidas un disco de Txarango.
4. Lo somni, Bernat Metge
Esta obra parte de un escenario más propio de un programa de Carles Porta que de una novela medieval redactada en el s. XIV, sinceramente. Acusado de la muerte repentina del rey Joan I de Aragón, de quien el autor era Conseller Reial, Metge decide poner luz a la oscuridad y escribir una de las grandes obras maestras de la narrativa catalana medieval, posiblemente la primera que podemos enmarcar dentro del humanismo. Escrita como un diálogo entre el mismo Metge y el fantasma del rey, Lo somni articula un discurso con el cual Metge quiere intentar ganarse la confianza del nuevo rey, Martí l'Humà, cosa que finalmente consigue, convirtiéndose así en el primer escritor de nuestra historia que utiliza los libros para aumentar su prestigio personal. En resumen, un libro articulado sobre el recurso platónico del diálogo en sueños y con un trasfondo muy jugoso de vodevil monárquico en el seno de la Corona de Aragón.
5. Dramas rurals, Víctor Català
De los 125 títulos de la MOLC, sólo cinco son obra de alguna mujer, y una de ellas tuvo que escribir toda su producción utilizando un seudónimo masculino. Caterina Albert, nombre real de Víctor Català, fue capaz no sólo de convertirse en la primera mujer escritora de nuestro país o de afirmar una tradición novelesca en catalán inexistente desde los tiempos de Joanot Martorell y que Narcís Oller había recuperado, sino de convertirse en una de las mejores prosistas de las letras catalanas de todos los tiempos, indispensable para entender autoras posteriores como Mercè Rodoreda o narradoras actuales como Irene Solà. Las narraciones de Dramas rurals, oscuras y crudas, suponen un ejemplo lícito de la prosa modernista, en este caso con cuentos llenos de simbolismo y que abrazan el determinismo. Relatos que, según dice Catalán al "Prec" previo al primer cuento, no son aptos para "L'escaienta damisela ciudadana, de ademán señorial, la de cuerpo adelgazado y rostro pálido, la de ojos soñadores y labios tristes", y que por lo tanto, son más que aptos para millenials y boomers de la actualidad.
6. Glosari, Eugeni d'Ors
¿Por qué el hombre más influyente de la cultura catalana de principios del siglo XX sigue, hoy día, condenado a una especie de purgatorio cultural? La historia de Eugeni d'Ors es la de tantos otros genios catalanes, que, por incomprensión o por agotamiento, han acabado abandonando no sólo Catalunya, sino sobre todo una idea de cómo ser un intelectual en Catalunya. El Glosari es el compendio de buena parte de los artículos que de Ors escribió a partir de 1906, bajo el seudónimo de Xènius, en La Veu de Catalunya: textos que en aquellos tiempos lo petaban, que hoy se habrían compartido con miles de retuits y en los cuales el ideólogo del Novecentismo pontificaba de forma magistral sobre aquello que observaba y, sobre todo, sobre el mundo que deseaba proyectar, abrazando todos los ámbitos de la cultura y el pensamiento.
7. Camins de França, Joan Puig i Ferreter
He aquí las memorias de juventud de un idealista, de un personaje real nacido en la Selva del Camp y que decidió vivir su vida de una forma similar a la del protagonista de películas como Into the wild, pero a principios del s. XX y de la catalana manera. Leer los dos volúmenes de Camins de França es imaginarse a Joan Puig i Ferreter como una especie de Viggo Mortensen de Captain Fantastic, ya que es recorrer con el autor de Aguas encantadas los caminos de su propia memoria en un fascinante viaje por el sur de Francia a la búsqueda quimérica de dos cosas tan intangibles como bellas: la libertad y la poesía. Es decir, los dos elementos que definirán ya para siempre la personalidad y la obra de este modernista de piedra picada que acabó siendo diputado de ERC en el Parlament durante la II República y murió en el exilio el año 1956.
8. El temps de les cireres, Montserrat Roig
El año 1866 el poeta de la Comuna de París Jean Baptiste Clement escribió la letra de "Le temps des cerises", donde evocaba la búsqueda del paraíso perdido. Más de un siglo más tarde, Montserrat Roig se llevó el Premio de Sant Jordi de novela con esta obra protagonizada por Natàlia Miralpeix, hija de la burguesía catalana que vuelve a casa pocos días más tarde de la ejecución de Puig-Antich, después de años viviendo en el extranjero. Ahora que está tan de moda hablar de cuál es la gran novela sobre Barcelona, sin duda El temps de les cireres podría ser una de las grandes candidatas, ya que esta Barcelona de los setenta es el telón de fondo donde los personajes de la obra buscan su paraíso perdido, en medio de la crisis de valores provocada por la represión ideológica de los últimos años del franquismo.
9. Antologia poètica, Carles Riba
La MOLC antologó la obra de March, Maragall, Guerau de Liost, Carner, Foix, Pere Quart y Ferrater, aparte de editar el Canigó de Verdaguer, pero la Antología poética que más fácilmente se encuentra en las librerías de viejo es la de Carles Riba. ¿Por qué? Porque el mito dice que Riba es difícil, que es uno de aquellos autores de quién hace falta hacer cuatro lecturas de un sol poema para llegar a comprender de que nos habla y que, quizás por eso, la gente se cansa tanto de él que regala o abandona sus libros. ¿Por qué vale la pena leer sus versos, me diréis, verdad? Pues precisamente por eso: porque leer a Riba es romper el mito dentro del mito, ya que representa la poesía pura, así, en cursiva, dotando cada palabra de un significado trascendental. Es decir, la poesía entendida como un mecanismo de símbolos hechos con palabras y que, uniéndolos entre ellos, conforman una idea.
10. Memòries, Josep Maria de Sagarra
Para acabar, uno de los libros más mayúsculos escritos nunca en Catalunya. Poeta prolífico, dramaturgo popular de éxito rotundo y prosista de estilo elegante, Josep Maria de Sagarra fue, por encima de todo, un autor de una personalidad literaria y humana como pocas veces se ha visto en nuestro país. Los dos volúmenes de sus Memorias, lejos de ser un documento morboso o íntimo, son más bien el testigo de un tiempo y de un país lleno de vivencias que Sagarra describe de forma magistral, con un costumbrismo genuino que hace mear de reír y una prosa sensible capaz de explicar el mundo con la mirada de un hombre que se propuso ser un escritor europeo de primer orden escribiendo en su lengua, el catalán. Una cosa que sería la mar de normal en cualquier lugar del continente, pero la mar de difícil para alguien nacido en este rincón de mundo tan peculiar.