Este, ya te aviso, puede no ser un artículo del todo objetivo. Me explico: mi admiración por las T de Teatre empieza cuando las descubro con Jet lag el 2001, ya la conoceréis -y si no es el caso, vais tarde-, una de las sitcoms por excelencia de TV3 que durante seis años estuvo en antena en la televisión pública. Un contenido del cual nunca ha caducado y que por eso, lo emiten cada dos por tres. A partir de entonces, las he ido siguiendo, y no de forma interrumpida y en todos sus espectáculos desde primera fila, sino interesándome por todos los proyectos en los cuales han participado, ya sea como compañía o de forma individual por separado.
Cançó per tornar a casa o E.V.A. -obra donde celebran los 25 años como compañía-, fueron algunas de las representaciones donde me acabaron de cautivar. En ellas, demuestran la misma esencia de una compañía que desde el primer día, se ha caracterizado por la sencillez, la elegancia y el humor. Un conjunto de elementos que agrupados en sí, dan como resultado un saber hacer especial, capaz de conectar con el público, conocido o desconocido, que cautiva y convierte en cómplice durante el rato que dura la función.
Ahora las T de Teatre actúan en el Teatro Goya de Barcelona y vuelven hasta el 8 de agosto con el espectáculo más emblemático de su trayectoria: Delicades, escrita y dirigida por Alfredo Sanzol. El espectáculo, que sirve para conmemorar el trigésimo aniversario de la compañía, empieza con un breve recorrido audiovisual que repasa los 30 años que T de Teatre celebra encima de los escenarios. Un viaje por las obras que han representado y producido como compañía, que ha agrupado la asistencia de más de un millón de espectadores a los patios de butacas a lo largo de las más de 2.800 funciones que llevan representando.
No os la podéis dejar perder. Ayer el teatro estaba lleno, y a pesar de ser un día entre semana y encontrarnos en un momento donde la pandemia parece que no se detiene, el público no las falló. Se levanta el telón y empieza Delicades, un conjunto de historias paralelas entre sí, con un escenario humilde y sencillo que las sitúa en tiempo de posguerra. Sobre suyo, encontramos las T de Teatre acompañadas de Albert Ribalta y Jordi Rico, dos actores que las llevan acompañando a lo largo de los últimos años y que las conocen de sobra.
Con una función con entradas agotadas, no faltaron los momentos de risas y de carcajadas generales. Delicades son historias protagonizadas por mujeres aparentemente delicadas, pero que en realidad muestran una fortaleza y un carácter mucho más fuerte en comparación con los personajes masculinos que las acompañan.
Destacaría muchas, pero una de las historias que más me cautivó fue la brillante actuación de Carme Pla, donde se expone sola ante la mirada del público interpretando los personajes de los cuales ella misma narraba. Una de las diecinueve historias que al acabar, el público aplaudió entusiasmado, pensando cómo era capaz de aprender e interpretar tan bien, aquella historia del pescadero que acabábamos de ver delante de nuestros propios ojos.
La experiencia y la madurez profesional
"Ser mujer y hacerse mayor supone más dificultades para encontrar papeles", me explicaban las cuatro miembros, cuándo tuve el placer de conocerlas a finales de mayo. Cuando descubrí que este año celebraban los 30 años como compañía teatral, me faltó tiempo para ponerme en contacto y pedirles una entrevista. No os negaré que ha sido de las pocas en las que he tenido el gusanillo dentro de los nervios y de la impresión de poder compartir unos momentos de conversación con las que para mí, eran Sílvia, Mariona, Ester y Carla en Jet lag, -ya se los dije-. Su carácter próximo y natural, dio fruto a una conversación sencilla y divertida, donde tampoco faltó el humor, haciendo recorrido y memoria desde 1991, cuando salen del Institut del Teatre y empiezan encima de los escenarios interpretando Petits contes misògins.
Ahora, 30 años después, la experiencia y la madurez profesional las sitúan en su mejor momento para actuar. Y así lo denotan encima del escenario. La complicidad que se tienen entre ellas y la amistad que se esconde tras los papeles que representan, las hacen cómplices con un espectador que lo nota cuándo las ve actuar. Son capaces de gritarse, de enfadarse, de enamorarse, de amarse y de lo más importante; de hacérnoslo creer.
No os contaré más historias, tenéis que ir. Las arrugas y los ojos emocionados del público que se veían por encima de las mascarillas, intuían caras de felicidad y de ilusión, mientras las manos aplaudían con ganas y pasión. De mientras, Ágata, Mamen, Carme, Marta, Albert y Jordi saludaban una vez más a su público. Un público que las ovacionaba al finalizar una de las funciones que recuperan once años después de su estreno en el Poliorama. Ahora, sin embargo, no os confundáis, las encontraréis en el Goya.