Barcelona, 7 de julio de 1931. El Banco de Catalunya, el primer holding bancario del país, presentaba suspensión de pagos. Detrás de aquella sonada fallida estaba una operación política instigada por el ministro de Hacienda, el vasco Indalecio Prieto, del PSOE, y el negociante, también vasco, Horacio Echevarrieta, promotor de las empresas Iberdrola, Astilleros Españoles y la aeronáutica Iberia. Una presión con traca final que provocaría la quiebra y liquidación. De este modo, tres meses después de que el el president Macià hubiera restaurado la Generalitat y hubiera proclamado la República Catalana dentro de una federación de repúblicas ibéricas (14 de abril), Catalunya perdía el buque insignia de su sistema financiero. Tres semanas antes del referéndum del Estatut (2 de agosto), el Gobierno de la República española avisaba con un jaque mate a los bancos catalanes.
¿Qué era el Banc de Catalunya?
El Banc de Catalunya era un holding bancario creado en Reus en 1920 por los financieros locales Francesc y Eduard Recasens, y Evarist Fàbregas. El 27 de diciembre de 1920 había ido a la quiebra el Banco de Barcelona por los efectos de la crisis española posterior a la Primera Guerra Mundial (1918). Fàbregas y los hermanos Recasens —que ya eran propietarios de los bancos de Reus, de Tarragona y de Tortosa— recogieron lo que quedaba de la entidad barcelonesa y lo sumaron a su floreciente negocio para fundar el Banc de Catalunya. La sede central se ubicó en la Rambla dels Estudis, 12, de Barcelona. Con el transcurso del tiempo dispondría de una red de más de cien sucursales distribuidas por todo el Principat y el norte del País valencià. Y en 1930 iniciaría la internacionalización de su negocio con la apertura de la oficina de París.
¿Cuál era la base del negocio del Banc de Catalunya?
El Banco de Catalunya tenía la base de su negocio en la industria. La tradicional actividad de Fàbregas y de los Recasens, que había contribuido a reforzar el papel industrial de Reus, entonces la segunda plaza fabril del Principat, fue trasplantada al Banc de Catalunya y proyectada al ámbito del estado español en su conjunto. Las grandes oportunidades de negocio del Banc de Catalunya llegarían, paradójicamente, con el régimen dictatorial de Primo de Rivera (1923-1930). En 1925, el ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo, reunía a los dueños del banco con la oligarquía bancaria del norte peninsular y les encargaba la creación del Banco de Crédito Local, que tenía que financiar las administraciones municipales. Entre 1927 y 1929, sin embargo, Calvo Sotelo, sorprendentemente, encargaría a los hombres del Banc de Catalunya en solitario la creación de Campsa, la administración monopolista de los petróleos, y del Banco Exterior de España.
La turbia relación entre el Banc de Catalunya y el régimen dictatorial de Primo de Rivera
Este último detalle es muy importante porque explica la tensión creciente que se generaría, a partir de Campsa, entre los antiguos socios fundadores del Banco de Crédito Local. Una tensión que se incrementaría exponencialmente y que adquirió tintes de película de mafiosos cuando en 1929 el ministro Calvo Sotelo autorizó a Fàbregas y los Recasens a crear Cepsa, la compañía monopolista de distribución de petróleos. Ni hay que decir que el ministro, a título particular, fue uno de los grandes beneficiados de la operación. Y que el Banc de Catalunya se convertiría en el gestor único del movimiento dinerario procedente de la actividad petrolera española. Una operación que no habría sido posible sin la intervención de Francesc Cambó, líder de la entonces clandestina Lliga Regionalista, amigo de Fàbregas y de los Recasens y muy bien relacionado con el rey Alfonso XIII.
Echevarrieta, el enemigo declarado de Fàbregas y de los Recasens
En aquella guerra soterrada (1927-1931), el empresario vasco Horacio Echevarrieta Mauri se convertiría en la punta de lanza de las oligarquías bancarias de Bilbao y de Santander. Echevarrieta era un empresario multimillonario que tenía intereses en casi todos los sectores de la economía: desde la construcción hasta la banca, pasando por la industria eléctrica, la naval, la aeronáutica y la armamentista. Era el hombre más poderoso e influyente de España, después del rey y del dictador. Y a pesar de su declarada ideología republicana y socialista, mantenía una sólida amistad y una sorprendente comunión de intereses con el rey Alfonso XIII. Por motivos obvios, Echevarrieta declaró la guerra a los banqueros de Reus. Tanto porque lo perjudicaban empresarialmente, a él y al grupo que representaba, como porque sentía que la sombra fría de Cambó segaba la hierba de su coto bajo sus propios pies.
El triángulo Alfonso XIII-Echevarrieta-Cambó
El triángulo Alfonso XIII-Echevarrieta-Cambó revela una lucha de poder que abarcaba todos los ministerios del régimen de Primo de Rivera. En este punto es importante no olvidar que el golpe de Estado de Primo de Rivera (1923) —que puso fin a medio siglo de constitucionalismo— había recibido el apoyo entusiástico del rey Alfonso XIII y el patrocinio necesario de las oligarquías económicas vasca y catalana. La terrible represión impuesta por la dictadura —ilegalización de los partidos políticos y de las organizaciones sindicales y persecución de las redes culturales vasca y catalana— pretendía ocultar un redibujo del poder, sobre todo el económico, que implicaba el reparto de las parcelas más estratégicas. Los casos Campsa y Cepsa son muy reveladores. Como lo es también que el ministerio de Hacienda estaba en la órbita de Cambó. Y que Calvo Sotelo era algo más que un corrupto.
La alianza Prieto-Echevarrieta
La pinza Prieto-Echevarrieta era inevitable. No tan solo compartían un origen, una ideología y una cultura (el socialismo vasco era profundamente antinacionalista), sino que también eran viejos compañeros de viaje (el PSOE era el único partido de tradición democrática que había colaborado activamente con el régimen dictatorial de Primo de Rivera). Cuando fue evidente la descomposición política de la dictadura (1930), Prieto se erigió en uno de los líderes del PSOE y en la figura de consenso entre las familias socialistas enfrentadas de Largo Caballero y de Besteiro. En aquel estratégico recorrido, la mano oculta de Echevarrieta y del grupo que representaba tuvieron mucho que decir. Tanto, que, cuando fue nombrado ministro de Hacienda del primer gobierno de la II República, Prieto convirtió a Echevarrieta en su asesor personal: el anuncio de la muerte del Banc de Catalunya.
Crónica de una muerte anunciada
La escenificación del enfrentamiento entre Prieto y los banqueros de Reus —los púgiles de Echevarrieta y de Cambó- tuvo lugar poco después de la proclamación de la II República (14 de abril de 1931). Los resultados de las elecciones municipales de 1931 —que habían precipitado la caída de la monarquía— fueron muy desfavorables al partido de Cambó, la promonárquica Lliga Regionalista. Un detalle que Echevarrieta no pasaría por alto. El PSOE, aunque había obtenido unos discretos resultados, consiguió situar a dos ministros en el primer gobierno provisional republicano: Fernando de los Ríos, en Justicia; ... y ¡oh, sorpresa!, Indalecio Prieto, en Hacienda. Desde la poltrona ministerial, Prieto desencadenaría una guerra abierta y pública que rompería la confianza entre el banco y sus impositores y que se traduciría en una pérdida importantísima de depósitos.
La estocada final
El 2 de julio de 1931 el ministro Prieto ordenaba retirar todos los saldos de Campsa y de Cepsa depositados en el Banco de Catalunya, que en aquellos momentos representaban más del 50% del volumen de depósitos de la entidad. Ni que decir tiene que serían los bancos en la órbita de Echevarrieta los destinatarios de aquella colosal transferencia. A partir de ese momento, el Banc de Catalunya, que las semanas precedentes había sufrido una fuerte erosión de depósitos de particulares y de industrias, entró en una perversa situación de colapso que lo conduciría, cinco días más tarde, a la quiebra: no pudo atender los pagos comprometidos derivados de la propia actividad de Campsa y de Cepsa. Sencillamente, porque el Banco de España, que dependía del ministerio de Hacienda, se negó a financiar el Banc de Catalunya para atender aquellas obligaciones.
... ¿y el Govern de Catalunya?
Evarist Fàbregas i Pàmies (1868-1938) era propietario del banco de perfil más social y cultural. Había sido quien había dado el impulso definitivo, sufragado con sus propios recursos, al Centre de Lectura de Reus, el núcleo de cultura y de negocios de la capital del Baix Camp. Las fuentes documentales revelan que, aunque era muy próximo a Cambó, tenía una buena relación con todo el mundo de la política. Con Francesc Macià, también. Pero cuando Indalecio Prieto apretó el acelerador, Macià y su gabinete, que gobernaban provisionalmente la Generalitat desde el 14 de abril, no quisieron hacer nada. No les perdonaron a los banqueros de Reus la complicidad con los elementos dirigentes del régimen dictatorial de Primo de Rivera y con los de la Lliga Regionalista, el gran rival político del partido de Macià, que, de manera encubierta, habían colaborado. Y los dejaron caer, literalmente. Jaque mate.