"Querido Sr. Willmett. Muchas gracias por| la carta. Usted pregunta si el totalitarismo, el culto al líder... están realmente en auge mientras aparentemente eso mismo no pasa en este país (Inglaterra) y en los Estados Unidos. Tengo que decir que creo, o temo, que tomando el mundo como un todo, estas cosas van en incremento. Hitler, sin duda, pronto desaparecerá, pero sólo a costa de fortalecer a Stalin, los multimillonarios anglo-americanos y todo tipo de pequeños führers del tipo de de Gaulle".

Era el año 1944 y Eric Arthur Blair, escritor que publicaba sus novelas y artículos escondido tras el seudónimo de George Orwell contestaba una misiva a un lector llamado Noel Willmett. De aquella carta saldría la génesis de 1984, una de sus obras más celebradas, piedra angular de la trilogía de las novelas distópicas de inicios del siglo XX, junto con Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley y Fahrenheit 451(1953) de Ray Bradbury. Un razonamiento que, casi un siglo más tarde, continúa están vigente cuando hablamos de figuras como Vladimir Putin, Donal Trump, Jair Bolsonaro... Gran clásico de la literatura universal, el 17 de noviembre, la editorial La Magrana publicará una nueva edición en catalán con la traducción actualizada a cargo de Albert Nolla.

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La Magrana publica una nueva edición del clásico de George Orwell 1984

La finalidad justifica los medios

"Todos los movimientos nacionales, en todas partes, incluso aquellos nacidos como resistencia a la dominación alemana, parecen adoptar formas no democráticas para agruparse a sí mismos en torno a un führer sobrehumano (Hitler, Stalin, Salazar, Franco, Gandhi, De Valera, son todos ejemplos diversos) y siguen la teoría que la finalidad justifica los medios".

Eric Arthur Blair nació en Motihari, la India Británica, el 25 de junio de 1903, hijo de uno de los centenares sino miles de representantes que la burocracia británica tenía repartidos por su imperio. En su caso, Richard Walmsley Blair, era administrador del Ministerio del Opio del gobierno colonial de la India. Tenía dos años cuando su madre, Ida Mabel Limouzin, una mujer nacida en Birmania, de ascendencia francesa, decidió que el pequeño Eric tenía que crecer en la capital del Reino Unido, Londres. Gracias a una beca consiguió estudiar en la elitista escuela de Eton. Pero incapaz de hacer frente a los gastos que suponía ingresar a la Universidad, decidió enrolarse a la Policia Imperial India en Birmania. Contrario a los abusos que esta fuerza ejercia sobre la población local, fue allí donde el futuro escritor tomó conciencia social y política.

La verdad objetiva

"En todas partes del mundo los movimientos parecen ir en la dirección de las economías centralizadas que pueden funcionar en un sentido económico pero no están organizadas democráticamente, las mismas que tienden a establecer un sistema de castas. Con eso vienen los horrores del nacionalismo emocional y una tendencia a descreer de la existencia de la verdad objetiva, dado que todos los hechos han de encajar con las palabras y las profecías de algun führer infalible".

Renegando del imperialismo británico, Eric Arthur Blair regresó a Londres. No fue fácil, los primeros años vivió casi en la indigencia. Época que describe a una de sus primeras obras, Sin blanca en París y Londres. Fue justamente el año de su publicación, en 1933 que adoptó el pseudónimo de George Orwell. La misma época en que se afilió al Partido Laborista Independiente. Ideario de fuertes convicciones de izquierdas que lo llevó a unirse a las Brigadas Internacionales que combatieron defendiendo la Segunda República durante la Guerra Civil española. Orwell llegó a Barcelona en diciembre de 1936 y sólo desembarcar se alistó al Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Un año más tarde, cayó herido de un tiro en el cuello en el frente de Huesca. Aquella herida de guerra lo obligó a ser evacuado a Marruecos, donde se acabaría recuperando. De su experiencia en la Guerra Civil surgiría el ensayo Homenaje a Catalunya, uno de sus libros más celebrados. El siguiente sería La rebelión de los animales (1945), novela donde ya encontramos muchos de los elementos posteriormente expuestos en 1984.

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George Orwell, cigarrillo y máquina de escribir: estaba a punto de nacer un nuevo clásico de la literatura

Dos y dos son cinco

"En cierto sentido la historia ya dejó de existir: por ejemplo, ya no hay tal cosa como una historia de nuestro tiempo que pueda ser universalmente aceptada, y las ciencias exactas se encuentran amenazadas mientras la necesidad de militar deja de mantener a la gente a raya. Hitler puede decir que los judíos empezaron la guerra y, si sobrevive, eso se convertirá en la historia oficial. No puede decir que dos y dos son cinco porque, en la práctica, digamos, en balística, dos y dos tienen que ser cuatro. Pero si sobreviene el tipo de mundo que temo, un mundo donde dos o tres superestados sean incapaces de conquistarse el uno al otro, dos y dos podrían ser cinco si el führer así lo desea. Esta, tal como la entiendo, es la dirección en que nos estamos moviendo actualmente, aunque, claro está, el proceso es reversible".

El 21 de agosto de 1936, un funcionario bolchevique de poca relevancia llamado E.S. Holtzman declaró en un tribunal ruso que había sido involucrado en un complot trotskista contra Stalin. Holtzman fue uno de los acusados en el primer gran juicio del periodo conocido como la Gran Purga, durante el cual centenares de miles de ciudadanos soviéticos fueron enviados a prisiones, campos de trabajo y cámaras de ejecución. Holtzman declaró que en 1932 había viajado a Copenhague para encontrarse con el hijo de Trotski, Lev Sedov, en el Hotel Bristol. Él y otros supuestos conspiradores fueron fusilados inmediatamente. Unos días después del juicio, un diario danés señaló un hecho significativo: el Hotel Bristol había sido derribado en 1917. Posteriormente, también se supo que Lev Sedov había estado en Berlín el día que supuestamente estaba en Copenhague. Los hechos que había confesado E.S. Holtzman sólo existían en la mente de los agentes de la policía secreta de Stalin, el NKVD, que estaban intentando hacer creer a la población que dos y dos eran cinco. George Orwell siguió atentamente todo aquel proceso lleno de irregularidades y falsos testimonios.

Indiferencia general por el declive de la democracia

"Con respecto a la inmunidad comparativa de Gran Bretaña y los Estados Unidos, quizás los pacifistas dirán que todavía no nos hemos vuelto totalitarios, y eso es un síntoma sumamente esperanzador. Pero creo muy profundamente, como expliqué a mi libro El león y el unicornio, en el pueblo inglés y su capacidad para centralizar su economía sin destruir la libertad en el proceso. Pero tenemos que recordar que Gran Bretaña y los Estados Unidos no lo han intentado realmente, no han conocido la derrota o el sufrimiento severo, y hay algunos malos síntomas en el momento de hacer el balance de los buenos. Para empezar, hay una indiferencia general por el declive de la democracia. ¿Se ha dado cuenta de que nadie en Inglaterra de menos de 26 años ha votado, por ejemplo? ¿Y según se puede entender, en la gran masa de población de esta edad no les importa eso? En segundo lugar está el hecho de que los intelectuales son más totalitarios a la hora juzgar a la gente común. En términos generales, la intelligentsia inglesa se ha opuesto a Hitler, pero sólo a cambio de aceptar a Stalin. Muchos están perfectamente preparados para los métodos dictatoriales: la policía secreta, la falsificación sistemática de la historia... Mientras sientan que todo eso está del 'nuestro' lado. De hecho, la afirmación que en Inglaterra no tenemos un movimiento fascista quiere decir que los jóvenes, en este momento, buscan su führer donde esté. No podemos estar seguros de que eso no cambiará, tampoco de que gran parte de la población piense dentro de diez años como ahora piensan los intelectuales. Espero que no, incluso confío que no, pero si pasa, será a costa de una lucha. Si simplemente se proclama que todo eso es por el bien y no se reconocen los síntomas siniestros, sólo estaremos ayudando al auge del totalitarismo".

George Orwell escribió 1984 en 1948. Su ultima novela de ficción, que originalmente se titulaba El último hombre en Europa (fueron los editores norteamericanos los que la renombraron como 1984) se publicó sólo un año más tarde, el 8 de junio de 1949. En las páginas de la que ya está considerada una de las grandes obras de la literatura universal, Orwell nos describe una sociedad distópica, dominada por un régimen totalitario regentado por su líder, el Gran Hermano. Una afiladura reflexión sobre cuestiones tan actuales como la censura, la manipulación de los medios de comunicación y la falta de libertades individuales en beneficio de un supuesto interés común.

George Orwell
George Orwell, el escritor que relató los totalitarismos y los populismos

Nuestra causa es la mejor

"Usted también pregunta: ¿si pienso que el mundo tiende hacia el fascismo, por qué no apoyo la guerra? Es una elección entre demonios. Imagino que todas las guerras lo son. Sé lo suficiente sobre el imperialismo británico para que no me guste, pero lo apoyaría ante el nazismo o el imperialismo japonés como el menos malévolo. De la misma manera, daría apoyo a la URSS frente Alemania porque pienso que la URSS no puede escapar completamente de su pasado y conserva muchas de las ideas originales de la Revolución para crear un fenómeno mucho más esperanzador que la Alemania nazi. Pienso y he pensado desde que la guerra empezó, en torno al año 1936, que nuestra causa es la mejor, pero nos tenemos que empeñar en hacerla la mejor, cosa que implica crítica constante".

"No habrá lealtad, salvo la lealtad al Partido. No habrá amor, salvo el amor por el Gran Hermano. No habrá carcajadas, salvo las carcajadas del triunfo delante de un enemigo derrotado. No habrá arte, ni literatura ni ciencia. Cuando seamos omnipotentes, ya no necesitaremos la ciencia. No habrá distinción entre la belleza y la fealdad. No habrá curiosidad ni alegría ante el curso de la vida. Todos los placeres antagónicos serán destruidos", escribe Orwell en una historia ambientada en 1984 (que es el año en que escribió la novela pero intercambiando los dos últimos dígitos) y en una ciudad de Londres gris y reprimida. El relato tiene como protagonistaWinston Smith, un funcionario del Ministerio de la Verdad (uno de los cuatro ministerios existentes con el fin de controlar a la población, junto con el Ministerio del Amor, el Ministerio de la Paz y el Ministerio de la Abundancia), que tiene como misión reescribir la historia para adaptarla a lo que el Partido y el Gran Hermano considera la versión oficial de los hechos. Un día sin embargo, Winston se encuentra con una fotografía perdida que demuestra que los notorios traidores Jones, Aaronson y Rutherford estaban en Nueva York el mismo día que habían confesado encontrarse con Emmanuel Goldstein (una figura similar a Trotski) en Euroasia. Y aquí Stalin es cuando clamaría que las estaciones de tren siempre están allí. Sea como fuere, no olvidéis que el Gran Hermano, un siglo después, os sigue vigilando.