En el tránsito de la infancia a la adolescencia, 1991 cambió mi vida. Como 21.103 personas más, el 14 de junio de aquel año estuve en el Palau Sant Jordi, en concierto de los cuatro grandes del rock català: Sau, Sangtraït y los dos que a mí realmente me gustaban, Els Pets y Sopa de Cabra, sobre todo Sopa de Cabra.
Sois de puta madre
Recuerdo que fui con Sergi López, uno de mis mejores amigos de los boy scouts con el que, durante una época, intentamos emular todas aquellas bandas con un pseudoproyecto de grupo que llamamos La Penya de l’Espardenya.
Que recuerde, uniformados a la moda quintaniana —camisetas hippiosas, chalecos y desert boots (que entonces llamábamos pisacacas)—, con La Penya de l'Espardenya sólo actuamos dos veces: la primera fue en un festival de Navidad del grupo de scouts en el que tocamos el 'Twist and Shout'; el segundo concierto, esta vez un poco más extenso, fue en la verbena de Sant Joan de 1992, en mi barrio, las casas baratas de Horta de Barcelona, delante de la puerta de mi casa, para familiares (mi abuela, la muy añorada yaya Concha, me vino a dar un beso mientras golpeaba la batería, porque era el batería, marcando el ritmo de 'No el faré', nuestro inocente pero concienciado himno antimilitar, y todo avergonzado le pedí que se marchara, que las abuelas de las estrellas del rock no aparecían sobre el escenario de la nada para darles besos), amigos y viandantes despistados.
Tan pronto acabamos, salí disparado hacia el campo del fútbol de la Unió Atlètica Horta, el equipo de fútbol del barrio. Aquella noche actuaban Lax'n'Busto, que, pocos meses después de haber editado su segundo disco homónimo —que escondía uno de los grandes himnos de aquella generación—, estaban en uno de sus momentos de máxima popularidad.
Pero estábamos al concierto del Sant Jordi, al que había ido con Sergi López y con el Eli, una chica de ojos azules mesmeritzantes que entonces era mi novia. Supongo que debió venir alguien más, no me acuerdo. De hecho, recuerdo muy poca cosa, de aquel concierto, excepto la sensación de euforia de estar viviendo una noche histórica. Y todavía más en mi caso, ya que, para mí —y supongo que, como yo, para muchos de los 21.104 que fuimos—, fue el primer concierto.
Buscando los discos perdidos
Una escuela de rock
Gracias al Ben endins y a un tema que tocaban que se llamaba 'Rock And Roll', descubrí que había una mítica banda inglesa que se llamaba Led Zeppelin, de la cual habían versionado la canción. Cuando los escuché, flipé. Y el mismo nombre de Sopa de Cabra, que venía del disco Goats Head Soup, hizo que me empezara a interesar por los Rolling Stones. Y a través del 'Avi Martí', la muy particular lectura que hacían Els Pets de 'A Message to You, Rudy,' conocí The Specials, su productor -Elvis Costello-, el movimiento Two Tone y la música ska y la new-wave en general. Y con el Kitsch, The Cure y The Jesus and Mary Chain. Y con Umpah-pah... Bien, Umpah-pah eran personales e intransferibles. Y es que seguramente este fue uno de los grandes valores de toda aquella generación de bandas: para muchos de nosotros, fueron la mejor escuela de rock.
El otro gran valor de su legado fue normalizar el catalán como idioma de pop y de rock. Durante décadas, Catalunya, y muy especialmente Barcelona, había sido el epicentro de las tendencias musicales más contemporáneas en la Península, ya fuera la canción de autor a través de la Nova Cançó o, tiempo después, el rock progresivo en su reformulación local de la onda laietana, expresiones que, a pesar de la dictadura, mayoritariamente habían hecho uso del catalán como lengua de creación.
Las cosas empezaron a cambiar con la llegada de la democracia, hecho que musicalmente coincidió con el estallido del punk a escala internacional, un fenómeno que, en Catalunya, excepto ilustres excepciones como La Banda Trapera del Río, Último Resorte y Masturbadors Mongólicos, en sus inicios —finales de los setenta e inicios de los ochenta— casi pasó desapercibido.
Enseñando la lengua
Contrariamente, el punk y su derivado melódico, la new-wave, implosionó con fuerza en Madrid, explosión de la cual acabó surgiendo la Movida madrileña, escena de un valor cultural incuestionable pero que fagocitó el universió musical catalana más joven y efervescente. Y si la Movida fue concebida como la máxima expresión de la modernidad, por mimetización y en contraposición a los anacrónicos cantautores, todos los grupos de pop y rock que durante aquella época fueron surgiendo en Catalunya adoptaron el castellano como lengua creativa: Loquillo y Los Trogloditas, Los Rebeldes, El Último de la Fila, Brighton 64... No sólo eso, sino que, si hasta entonces las grandes discográficas tenían la sede principal en Barcelona, poco a poco, una tras otra, empezaron a emigrar a Madrid. Pero eso pasaba básicamente en la capital.
Más allá de Barcelona, en comarcas -expresión que a menudo se ha utilizado desde algunos sectores de manera peyorativa y menospreciativa-, el catalán era el idioma cotidiano, lo que hablaba todo el mundo en casa, en la calle y... en el local de ensayo. Tímidamente, empezaron a surgir bandas como Duble Buble (que con 'Clava't' firmaron uno de los primeros hits del rock facturado en catalán), N'Gai N'Gai, Detectors, La Madam, Octubre, etc., bandas que utilizaban nuestra lengua en sus letras. Afiliadas, la mayoría, a las formas más sintetizadas y suaves de la new-wave británica, se las acusaba de ser demasiado blandas y elegantes, y por cantar en catalán, no por una cuestión política, sino porque sonaba extraño incluso en los medios de comunicación públicos catalanes, que hacía poco que se habían estrenado.
Siempre es difícil adelantarse y ser los primeros, y ellos fueron la siempre necesaria pero ingrata figura responsable de abrir la puerta para que pasen los otros. Y los que pasaron fueron Sangtraït, Els Pets, Cena de Cabra, Lax'n'Busto, Sau, Bares, Tanceat por Defunció, Umpah-pah, Kitsch... Con ellos nació el rock catalá: una etiqueta, como todas las etiquetas utilizadas en el mundo de la música, de salida rechazada, cuando no repudiada, por sus protagonistas. Pero era indudablemente una escena, con protagonistas que poco o nada tenían que ver entre ellos, aunque, en realidad, la mayoría de las escenas se entienden más por razones geográficas o ideológicas que musicales.
Si bien se remonta a unos cuantos años antes, podríamos fechar el punto de partida del rock catalán el año 1989, con la publicación de los primeros discos de Sopa de Cabra, Els Pets y Lax'n'Busto, y el final, una década más tarde, el año 1999, con la muerte de uno del suyos grandes mitos: el cantante de Sau, Carles Sabater. Todo, un estallido de ignición inmediata que tuvo su gran momento en la noche histórica del Palau Sant Jordi. Y si fue un fenómeno musical, también es incuestionable su trasfondo social, ya que no se puede entender el éxito de todos aquellos grupos sin entrar en el contexto y las circunstancias del país.
La generación que decía t'estimo
Durante la década de los ochenta, después de cuarenta años de dictadura, Catalunya emprendía el camino hacia la plena normalización de su cultura, una recuperación de su entidad que tenía como máximo exponente la lengua. Hasta entonces reducido (efumisme de prohibido) en el ámbito privado, el catalán volvió a la calle y, todavía más importante, en las aulas.
De repente, hubo toda una nueva generación de jóvenes que vivió plenamente en su idioma. Por eso, cuando empezaron a salir bandas que los decían "t'estimo" en lugar de "te quiero" o "I love you", se las hicieron suyas inmediatamente. Y, en un claro ejemplo de efecto dominó, este acceso de fiebre y demanda provocó que los técnicos y concejales de Cultura de todas las ciudades y pueblos del país se decidieran a contratar para las fiestas mayores estos nuevos grupos de rock que cantaban en catalán, en detrimento de las bandas de rock catalanas que cantaban en castellano que hasta entonces se habían comido solas el pastel, algunas de las cuales no quisieron o no supieron aceptar la situación y tildaron los nuevos grupos de ser subvencionados y cachorros del pujolismo, dos de las acusaciones que el rock catalán ha tenido que acarrear hasta la actualidad.
Ciertamente aquellos fueron los años de máximo esplendor de Jordi Pujol y su Convergència i Unió, un partido, entonces, de un catalanismo conservador, que muy probablemente no sólo vio con buenos ojos la irrupción de todos aquellos grupos, sino que, con más o menos insistencia, intentó hacer uso para aproximarse a un voto más joven que tendía hacia propuestas de izquierdas. De hecho, eso no es nada nuevo ni nada que se haya producido exclusivamente a Catalunya: recordemos que Tony Blair se convirtió en primer ministro del Reino Unido el año 1997, justo en el momento de máxima intensidad del britpop, y que entre las primeras celebridades que invitó al 10 de Downing Street había Damon Albarn (Blur) y Noel Gallagher (Oasis).
La otra losa que pesó —y pesa— sobre el rock català fue su mala prensa entre la prensa, sobre todo la especializada. Todas aquellas bandas tuvieron como máximo amplificador las radios locales y, con más o menos intensidad, los medios públicos y programas como Sputnik, y, finalmente, cuando su éxito ya era abrumador, emisoras de radiofórmula como Los 40 Principales. Excepto la revista Enderrock, la prensa de papel, sin embargo, no escatimó críticas (a veces traspasando el terreno estrictamente periodístico para entrar en ataques casi personales) en todos aquellos grupos, aunque salvó de la quema a Kitsch y Umpah-pah, y, de vez en cuando, Bars y U-Tòpics. A todos aquellos grupos se les acusaba de revisionistas, como si el pop y el rock, como diría el prestigioso crítico musical Simon Reynolds, no fuera un constante ejercicio retromaníaco. También se les tildó de músicos incompetentes y letristas insignificantes.
Poco después entraría en escena la generación del indie, que copiaba sin mucha gracia a lo que hacían sus referentes anglosajones, eran igual o más incompetentes técnicamente que los grupos del rock catalán y escribían letras todavía más intranscendentes (la mayoría de las cuales, escritas en un inglés de cursillo a distancia de CCC). Esta generación, sin embargo, sí que disfrutó del beneplácito de la prensa. Y si bien es verdad que, por ejemplo, los tres primeros discos de Els Pets son muy mejorables, tanto ellos como Lax'n'Busto, Sopa de Cabra, Sau, Sangtraït y Umpah-pah son autores de un cancionero: 'L'Empordà', 'S'ha acabat', 'Boig per tu', 'Miami Beach', 'La cachimba i “Els rostolls d’Angelina”'... que ya forma parte de nuestra herencia cultural popular. Y este es un legado incuestionable.