Según el diccionario, una plaza es una superficie pública pensada para ser un espacio de reunión o celebración social, por eso de las ágoras griegas a las plazas de hoy hay más de dos mil años de diferencia, pero el espíritu original del espacio no ha cambiado: reunirse con alguien, ya sea para charlar amistosamente, hacer tratos o celebrar algo. En Barcelona hay muchísimas plazas, algunas más bonitas que otras, pero en las más conocidas era muy difícil encontrar barceloneses hasta hace bien poco, por eso el coronavirus y las restricciones turísticas de este verano han permitido a muchos catalanes redescubrir plazas tan populares y arraigadas en la ciudad como la plaza Reial, la plaza del Sol o la plaza de Sant Agustí Vell.

En la Selección La Tumbona de hoy, sin embargo, queremos ir más allá y hacer un listado con las 6 plazas de Barcelona donde es posible todavía tener la sensación, ni que sea durante un rato, de relajarse y disfrutar de un encuentro con alguien en una plaza digna de una ciudad tranquila en la cual vivir sin prisas. Es decir, 6 plazas barcelonesas en las cuales vivir como si no se viviera en Barcelona.

1. Plaza Sant Vicenç (Sarrià)

No es una plaza bonita, no es una plaza conocida, no es una plaza que sale a las guías, no es una plaza con hashtags en Instagram, no es una plaza con terrazas de bar donde una cerveza es más cara que un libro de segunda mano, no es una plaza ubicada entre callejuelas de hace cinco siglos y no, no es una plaza recogida en ninguna gran novela sobre Barcelona. ¿Qué tiene, pues, la plaza Sant Vicenç de Sarrià? Ubicada entre Major de Sarrià y la Via Augusta, en la zona sur de la antigua villa de Sarrià, esta placita sin demasiado romanticismo es un magnífico espacio en el cual aislarse absolutamente de la ciudad y disfrutar de la sensación de estar en alguna capital de comarca donde los únicos turistas son las personas mayores que pasean, los niños que juegan a pelota y los comerciantes que dicen "passi-ho bé" (hasta luego) cuando te ven pasar.

2. Plaza Masadas (la Sagrera)

No hay muchas plazas porticadas en Barcelona, más allá de la plaza Reial. La plaza Masadas, en el corazón del barrio de la Sagrera y a escasos metros de la antigua fábrica de la Pegaso, se conserva como una plaza de barrio y abierta, sobre todo, a los vecinos. Para llegar, además, hay que pasear por una serie de callecitas que no tienen ni doscientos años pero conservan un aire especial; si se va en metro, tomaremos el metro hasta Sagrera, cruzaremos la plaza de la Assemblea de Catalunya y continuaremos por la calle Coll, que nos llevará directamente a esta plaza cerrada al tráfico. La plaza, que muchos consideran la más bonita de la ciudad, se construyó a finales del siglo XIX sobre los terrenos de la família Massades, cuando la ciudad estaba en pleno crecimiento, y en medio se estableció un mercado, muy precario; a principios de los noventa se derribó, sin embargo, convirtiendo aquella plaza estrecha y poco acogedora (casi idéntica a la actual plaza del Mercat de Sant Andreu) en un magnífico lugar para pasar el rato y hacer un vermú como si estuvieras en La Habana, Salamanca o Palermo.

3. Plaza Rovira i Trias (Gràcia)

La plaza Rovira i Trias es especial por muchos motivos, pero sobre todo porque fue obra del hombre que ganó el concurso público para modelar el Eixample, lo que no pudo hacer nunca, ya que una imposición de Madrid cedió la responsabilidad a Ildefons Cerdà. Antoni Rovira i Trias fue, eso sí, el responsable del diseño urbanístico de la Vila de Gràcia, llena de placitas y calles ortogonales pero estrechas. La plaza, construida el año 1861, es el centro neurálgico de la parte alta de la Vila de Gràcia y también puede llamarse "plaza de los Tres Senyors", en honor a los tres propietarios del terreno rural en la cual se edificó. Ubicada más cerca de la ronda General Mitre que de travesía de Gràcia, este pequeño rinconcito lleno de comercios y terrazas sin casi ningún turista es el refugio perfecto para cuando se pretende tomar alguna cosa en Gràcia y encontrar sitio en alguna terraza de Virreina, Sol, Revolució o Diamant es más complicado que intentarse imaginar cómo habría sido Barcelona sin el plan Cerdà.

4. Plaza Prim (Poblenou)

El general Prim bombardeó Barcelona el año 1843, pero curiosamente sigue presente y por triplicado en el nomenclátor de la ciudad, con un pasaje, una rambla y una plaza. Quizás por este motivo o sencillamente porque esta es una plaza históricamente habitada por los pescadores del barrio, los vecinos de la zona más marítima del Poblenou la siguen llamando la plaza de los Pescadors, para deshonra del militar reusense. Estamos hablando de un bonito rincón ubicado a unos centenares de metros del tramo final de la rambla del Poblenou y que respira, todavía, todo el encanto de un pueblo de pescadores de principios del siglo XX. Aquí, en el corazón de aquello que denominan la T invertida del Poblenou, encontramos las últimas casas del siglo XIX que todavía se conservan, de planta y piso, o de planta y dos pisos; casas, en definitiva, donde vivían los pescadores que están en el origen del nombre popular de la plaza. Algunos dicen que en esta plaza es posible olvidarse de que estamos en Barcelona y creerse en Sitges, Altea, Cádiz o cualquier ciudad pequeña del sur de Italia. La pregunta no es dónde, sino cuándo, ya que sea como sea, lo que es seguro es que quizás permite viajar en el mapa, pero sobre todo en el tiempo.

5. Plaza Eivissa (Horta)

En la plaza más lejana del centro de Barcelona no hay cafeterías hipster, restaurantes con mobiliario vintage o pastelerías de cupcakes. Precisamente en la plaza central del antiguo pueblo de Horta da la sensación que existe todo aquello que en otras zonas de la ciudad solo parece real gracias al trabajo de uno buen interiorista, por eso el Quimet de Horta es una bodega de las de toda la vida pero con unos precios de los de toda la vida, no como otras bodegas que tienen estética de los años setenta y una carta con precios que no deseamos conocer en ningún tipo de futuro posible. La Fonda, el Frankfurt Julia, la heladería la Eivissenca, la librería Eivissa o la mítica churrería de la plaza son algunos de los otros establecimientos que mantienen muy vivo este rincón de Horta, posiblemente el rincón de Europa capaz de poseer encanto, tanto estético como humano, a pesar de tener una boca de metro ubicada en medio de la plaza.

6. Plaza Concòrdia (Les Corts)

Dicen que en Les Corts todavía hay gente que la denomina la plaza de Misa, ya que en ella se erige la iglesia de la antigua villa, la parroquia de Santa Maria del Remei. La plaza, ubicada entre la Diagonal y la travesía de Les Corts, es un refugio en medio del bullicio de una zona de la ciudad que delimita de norte a sur por la calle Numància y la ronda del Mig. ¿Es posible, pues, encontrar en medio de este embrollo frenético una placita más propia de un pueblo de Les Garrigues o la Garrotxa que de un barrio barcelonés? En la plaza, aparte de establecimientos históricos como la farmacia Oller, destaca el imponente centro cívico Can Deu, la antigua casa señorial de la familia Deu que actualmente alberga este centro cívico que tiene uno de los jardines con más encanto de la ciudad, ideal para dejárse caer una tarde de invierno y sentirse, ni que sea durante un rato, dentro de la película francesa de la cual todos algún día hemos soñado ser protagonistas. Por cierto, los Deu eran propietarios de una fábrica de licores en el barrio, por eso dice la leyenda que la expresión "se ha armado la de cal Deu" viene de ahí, de cuando un día las garrafas que transportaban los licores a la fábrica se rompieron y todo el barrio quedó impregnado de un fuerte olor de alcohol. Como un embrujo o un hechizo que todavía hoy se puede respirar.