Dicen las malas lenguas que el catalán es una lengua sin fuerza para insultar, cosa extraña teniendo en cuenta que, por desgracia, estamos cargados de razones para cagarnos en más de una, dos y mil personas cada día. El mantra de que somos gente de paz, amantes de las buenas maneras y defensores acérrimos del diálogo ha conseguido solidificar el falso mito que nuestra querida y amenazada lengua no es útil para cantarle las cuarenta a alguien, pero por muy cómodos que nos sintamos al lado del famoso seny, conviene no olvidar que, tal como aprendimos con personajes de ficción como el Capitán Haddock o el Vegeta de Bola de Dragón, el grupo de palabras ofensivas que podemos utilizar contra nuestros enemigos es no sólo infinito, sino inmensamente rico. ¿No tenemos ninguna palabra tan abrupta y rocosa como gilipollas? Vale, de acuerdo, nunca un carallot, un estaquirot o un babau sonarán tan fuerte como este insulto con el cual David Fernández, conocido más tarde por ser Chikilicuatre, apareció de la nada en nuestras vidas. Ya puestos, asumimos también que insultos como galifardeu, tanoca o tros d'ase han caído en desuso y son motivo de burla entre la chiquillería actual, quizás porque nos parecen más propios de una discusión novecentista en el Ateneu Barcelonès a principios del siglo XX que no de una reyerta entre youtubers, pero como ya recordó Pau Vidal en su célebre libro 100 insults imprescindibles, en un país lleno de cretinos, bobos y desvergonzados, para insultar de forma genuina tenemos para todos los gustos.

Ahora que ciertos influencers y youtubers juveniles afirman sin pelos en la lengua que el catalán no sirve para enviar a alguien a tomar viento, hoy desglosamos los siete insultos más desgarradores en nuestra lengua.

Vegeta, célebre personaje de Bola de Drac que alimentó de insultos genuinos a miles de niños catalanes durante años. (Pixabay)

1. Estúpid

Puede parecer un insulto tibio, sin fuerza y que no supera el dos y medio en un grado de contundencia del 1 al 10, pero esta fama es absolutamente poco fundamentada, ya que pocas cosas son más contundentes que decirle a alguien que es un estúpid. ¿Por qué? Porque sirve para decirle a alguien que molesta, que irrita y que, en definitiva, preferirías no haber tenido el mal gusto de haberlo conocido o tener que estar aguantando tenerlo cerca. Visto de esta forma ya suena diferente, ¿verdad? Quien escribe estas palabras, de hecho, fue educado en un colegio jesuita donde una maestra, en gloria esté, decía una frase que nunca dejará de resonar: "El peor insulto que puede decirse a alguien es decirle que es una mala persona". A veces, como veis, no hace falta demasiada contundencia verbal para decir cosas que herirían incluso a aquellos que hace años que no vamos a misa.

2. Tros de quòniam

Uno de los grandes clásicos que el Capitán Haddock y el célebre Joaquim Ventalló, traductor de Tintín al catalán, popularizó entre nosotros. Tan popular, de hecho, que la historia dirá que el último cruce de palabras entre el president Torra y Pedro Sánchez antes de que el primero fuera inhabilitado por la justicia española sirvió para que el Molt Honorable 131.º llamara al presidente español "tros de quòniam". Nunca sabremos si Sánchez lo consideró un insulto ridículo o si se fue a dormir sintiéndose alguien incapaz de construir ningún argumento lógico, ya que el insulto, nacido de los estudiantes universitarios que aprendían latín de los siglos XVI al XIX, tiene su origen en eso: quòniam viene del latín porque, y se empezó a usar en catalán cuando alguien se lanzaba a argumentar, utilizando la expresión latina, pero sin tener el argumento construido. Visto de esta manera, es más que evidente que Torra, más que insultar a Sánchez, no hizo nada más que describirlo. ¿No?

El profesor Tornassol y el capitán Haddock en El tresor de Rackham el Roig.

3. Malparit

Así de entrada, malparit nos parece un insulto amable e incluso suave, quién sabe por qué. Quizás algún día una tesis doctoral de sociolingüística explicará que Gerard Quintana lo edulcoró después de pasarse toda la vida insultando sin tabúes y diciendo "bona nit, malparits!" a todos los asistentes a los conciertos de Sopa de Cabra: ya se sabe que repetir una cosa es fortalecerla, pero repetirla mil veces es debilitarla. Decirle a alguien que es tan inútil y mala persona que parece haber nacido mal no es una cosa suave, pero la verdad es que malparit se ha convertido en la versión soft de malnacido, que ya tiene mucha más pompa, mala sombra e incluso podría llegar a considerarse un insulto políticamente incorrecto en según qué registro. En una comida de Sant Esteve es posible llamar malnacida a aquella sobrina que ha decidido hacerse ilusionista y ha aprendido a hacer magia con una baraja de cartas, pero a pesar de que conceptualmente vengan del mismo agujero, si en la misma comida le llamamos malnacido al sobrino pequeño insoportable que no para de dar golpecitos con el pie en la mesa, el seísmo familiar puede enviar al garete la comida antes de que hayamos llegado a los turrones. ¿Por qué?

4. Botifler

Una expresión ética, de las que van a hacer daño a la moral del contrincante, ya que este insulto difícilmente traducible y que se aproximaría a traitor en inglés o colaboracionista en castellano significa precisamente eso: alguien que colabora con el enemigo por intereses propios. Ya se sabe que la lealtad no es un tema para bromear, y menos cuando botifler tiene su origen en la Guerra de Sucesión que derivó en la pérdida de la soberanía y las libertades catalanas, así como del resto de los territorios de la Corona de Aragón. Los botiflers eran colaboradores de los Borbones, motivo por el cual durante siglos Cervera, única ciudad del país que no apoyó al Archiduque Carlos, fue considerada una villa botiflera. Tres siglos más tarde, la capital de la Segarra es famosa ya por este detalle, pero botifler, en cambio, sigue siendo un insulto en la punta de la lengua extremadamente habitual en la agitada, caótica y sobre todo cainita vida política catalana.

Los partidarios del rey Felipe V de Borbón fueron bautizados como botiflers. (Wikipedia)

5. Cap de suro

"Imagínate a alguien tan zoquete que tiene la cabeza vacía, sin nada dentro, como el corcho". Ya me perdonarán, queridos lectores, la subjetividad a la hora de analizar este insulto, pero desde que mi abuelo me lo definió así cuándo era pequeño, siempre que lo escucho me imagino a un bobo con un tapón de cava en la cabeza. Aquella primera vez que oí cap de suro (cabeza de chorlito) era en el Camp Nou y el Barça, todavía entrenado por Cruyff en su última temporada, estaba haciendo un partido gris y aburrido contra el Racing de Santander. Meho Kodro, un bosnio que tenía que ser mejor que Romario y resultó ser peor que Romerito, no paraba de fallar todas las ocasiones de gol que le llegaban a las botas, y un vecino de gradería que llevaba bigote y siempre iba con barretina le dijo "cap de suro!". Aquel hombre, a quien saludo si está leyendo eso, era un maestro del insulto, ya que tenía el don de la imprevisibilidad: años después, cuando Figo volvió por primera vez al estadio el año 2000, se pasó todo el partido encadenando un insulto tras otro, hasta que en las postrimerías de la primera parte encadenó tantos insultos que acabó insultando al portugués a partir de filias y fobias personales, pasando del cagamandúrries al clásico judas para acabar llamándole impotente, cojo o incluso socialista, que ni en aquel momento ni ahora he considerado nunca ningún insulto, evidentemente. Si aquel hombre quería decir felipista o no, sin embargo, no lo sabré nunca. Que Figo es un cap de suro, sin embargo, es más fácil de intuir.

6. Pallús

Cualquier insulto acabado con la tónica en la última sílaba tiene una fuerza especial, pero que pallús empiece con una oclusiva como es la /p/ todavía convierte esta expresión en uno de los insultos más efectivos que existen. Llamarle pallús a alguien no sólo es tratarlo de bobo, tonto o gilipollas en la cara, sino también una forma de cantar las cuarenta y quedarse más a gusto que después de una siesta en una etapa aburrida del Tour. Cosas de la fonética, supongo. En inglés podría traducirse como dumb, y en castellano como bobo, ya que no se le llama bobo a alguien con malicia o capaz de hacer la vida imposible a alguien más, sino que este es un insulto peyorativo y pensado para despreciar a cualquier persona que, como se dice popularmente, se comporta de forma tan ridícula que parece más corta que la cola de un conejo.

Una persona que parece un pallús tiene todos los números para ser, también un burro. (Pixabay)

7. Mitja merda

¿Hay algo más insultante que comparar a alguien con una boñiga? Sí: que la boñiga le quede grande y haya que reducirlo a media boñiga. Si mitja merda es un insulto completo, redondo y contundente es por este motivo: por la insignificancia y el desprecio que deriva de una cagarruta. Sin embargo, también, porque las dos /m/ de mitja y merda son dos sonidos bilabiales que nos unen los labios y nos encienden de furia por dentro. ¿Queréis llamarle cobarde a alguien? ¿Queréis hacerle saber que su opinión no tiene ningún tipo de valía? ¿Queréis confesar a alguien que su presencia en este mundo nuestro es tan poco valiosa que una boñiga entera es más importante que él? No lo dudéis, este es vuestro insulto, ya que si los insultos en catalán tuvieran un panteón, mitja merda ocuparía un lugar privilegiado.