En las distancias cortas sorprende con una actitud relajada, y, sobre todo, con la suavidad con la que habla, que contrasta con un mensaje poderoso y combativo, y sin pelos en la lengua. Tras ver su nueva película y compartir charla con Ladj Ly, crecen las ganas de ir a la Plaza Urquinaona a quemar contenedores. “Nuestros políticos ya no están al servicio del pueblo y sólo velan por sus propios intereses. Hay que replantear la política, debemos organizarnos, crear nuestros propios partidos en cada barrio. Quejándonos no conseguiremos nada, debemos comprometernos y tomar el poder. Ojalá haya una revolución para cambiar este sistema corrupto e injusto”, decía sin levantar la voz.
Tras ver su nueva película y compartir charla con Ladj Ly, crecen las ganas de ir a la Plaza Urquinaona a quemar contenedores
Que Ladj Ly es uno de los cineastas europeos más relevantes de la última década lo sabemos desde un debut tan impactante como Los miserables (2019), una reinterpretación de la obra homónima de Victor Hugo que denunciaba la violencia policial y el racismo sistémico en la Francia de hoy. La película fue galardonada en el Festival de Cannes, se llevó cuatro de los doce premios César a los que aspiraba y fue nominada al Oscar. Cinco años después, con la extrema derecha ganando las elecciones europeas y provocando el adelanto de las elecciones legislativas por parte de Macron, films como los suyos se adivinan más necesarios que nunca.
Cine contra un sistema que lo devora todo
De orígenes malienses y nacionalidad francesa, crecido en la banlieue parisina de Montfermeil, el cineasta quiere ser un azote desde el conocimiento de causa: ha sufrido de primera mano las problemáticas de la inmigración, ha vivido el drama de un desahucio, la violencia en las calles y la xenofobia de las instituciones. Y, militante desde muy joven, ha terminado llevando el activismo al cine. Los indeseables, la película que estrena esta semana, comienza con un metafórico puñetazo al espectador: en una larguísima escena que nos lleva del dolor a la rabia, un grupo de personas bajan un ataúd por las escaleras de un edificio que se cae a trozos. Allí viven fundamentalmente personas migradas en el umbral de la pobreza, y, cuando muere una de las vecinas, familiares y amigos la velan en casa y, después, la bajan a pulso hasta el coche fúnebre que les espera en la calle. La cámara les acompaña en un tenso descenso de cinco pisos, y alguien dice: "Ni muerta puede descansar".
El cineasta quiere ser un azote desde el conocimiento de causa: ha sufrido de primera mano las problemáticas de la inmigración, ha vivido el drama de un desahucio, la violencia en las calles y la xenofobia de las instituciones
Esta primera secuencia es toda una declaración de intenciones de lo que veremos a partir de ahí. El edificio forma parte de un barrio en el extrarradio de París. Y pronto sabremos que el alcalde ha firmado contratos irregulares con una constructora, en un proyecto de viviendas que expulsará de sus casas a los de siempre. La corrupción no se fija en quiénes serán sus víctimas. O sí, porque suele preferirlas de clases trabajadoras, sin recursos para sobrevivir con dignidad ni para enfrentarse a la injusticia. Dice Ladj Ly que los indeseables del título responden a la mirada de los privilegiados sobre los humildes, los indeseables del título son los de su equipo y él mismo se incluye: los pobres, los migrantes, los negros. Indefensos frente a un sistema que devora a todos.
Los indeseables pone el foco en tres personajes: por un lado, tenemos a un nuevo alcalde interino que había entrado en el mundo de la política para ayudar a los demás, pero su idealismo de base hace tiempo que se hizo añicos, incapaz de encontrar rendijas en unas estructuras de poder perfectamente diseñadas para engullir a quien levante la voz, subiéndose al carro de la represión. Por otra parte, Ladj Ly se fija en dos jóvenes para poner sobre la mesa dos maneras de entender el activismo: ella, Haby, es una trabajadora social, migrante, negra y musulmana, que intenta cambiar las cosas desde de dentro, haciendo campaña para conseguir un cargo en el ayuntamiento... su figura va creciendo silenciosamente. Él, Blaz, ha llegado al límite, ha tirado la toalla después de perderlo todo, y las violentas armas que elige para decir basta son tan censurables como lógicas cuando ya no queda esperanza.
Temas como la brutalidad gubernamental, el derecho a la protesta y una vivienda digna en medio de la selva de la especulación inmobiliaria, el racismo y la corrupción, y también la organización comunitaria como forma de resistencia, forman parte de una película furiosa
Temas como la brutalidad gubernamental, el derecho a la protesta y una vivienda digna en medio de la selva de la especulación inmobiliaria, el racismo y la corrupción, y también la organización comunitaria como forma de resistencia, forman parte de una película furiosa que habla de una realidad parisina perfectamente extrapolable en nuestras calles. Y es evidente que Los indeseables se posiciona del lado de los desfavorecidos, haciéndolo sin vergüenzas, teniendo claro quiénes son los buenos y quiénes son los malos de la historia. Maniqueísmo sin matices porque en esta lucha no hay equidistancia posible
Decíamos que Ladj Ly es activista desde muy joven, incluso (como la Haby de su película) llegó a presentarse a unas elecciones municipales, quedándose a 150 votos de ser elegido. Sin embargo, una vez encontró en la cámara una buena forma de combatir la injusticia, el cineasta también vio claro que era necesaria una democratización real del cine. Y, teniendo presente que las películas suelen tener un punto de vista blanco y rico, fundó Kourtrajmé, una escuela de cine con varias sedes completamente gratuita, que quiere animar a ampliar las voces, las miradas y las historias que llegan a las salas. Especialmente crítico con el sistema educativo francés, que reproduce las mismas desigualdades arraigadas en cualquier sector, Ly sabe del poder político del arte. Los indeseables es una demostración fehaciente y valiente de que hasta aquí hemos llegado. Que es necesario ir a las barricadas y provocar una revolución contra un sistema repugnante y fracasado. Si queréis guerra, la tendréis.