Laujar de Andarax, lugar de moriscos (Sierra Nevada, reino cristiano de Granada, Corona castellanoleonesa), 20 de octubre de 1569. Hace 454 años. La rebelión morisca de las Alpujarras, iniciada un año antes (1568), se había convertido en el principal problema de estado de la cancillería del rey hispánico Felipe II. Aquella revuelta requeriría más atenciones y esfuerzos que el proceso revolucionario iniciado en las provincias luteranas de los Países Bajos hispánicos, ya que el riesgo de contagio de aquella rebelión morisca hacia otros países peninsulares (País Valencià, Extremadura) y la participación de voluntarios otomanos en sus filas resultaba doblemente amenazante para la monarquía hispánica, más que lo que estaba sucediendo en las lejanas Flandes, Zelanda y Holanda.

¿Una rebelión morisca o una rebelión andaluza?

La rebelión morisca granadina (1568-1571) estuvo a punto de triunfar. Como mínimo, durante la primera fase del conflicto (1568-1569), tuvo a la monarquía hispánica del integrista Felipe II al borde de un precipicio. Si hubiera logrado su objetivo, habría restaurado y proyectado hacia el futuro un estado árabe y musulmán en el extremo sudoccidental de Europa. Fernando de Válor, oportunamente renombrado Abén Humeya y líder del movimiento, se intituló "rey de los andaluces". Aspiraba a reeditar el reino de Granada, es decir, un estado andaluz independiente, aunque, en aquel momento —transcurridos tres cuartos de siglo desde la conquista de los Reyes Católicos (1492)— la mitad de la población ya era cristiana. ¿Quién se sumó a ella y por qué, y quién no y, también, por qué no?

Moriscos / Fuente: Museo Nacional de Alemania

¿De dónde venía Abén Humeya?

Abén Humeya formaba parte de la primera generación de musulmanes granadinos que durante la conquista castellanoleonesa (1482-1492) se habían convertido al cristianismo y que, a cambio, habían sido integrados en la estructura del nuevo aparato de dominación. Su familia se consideraban descendientes de los califas Omeya, que habían reinado en Córdoba durante siglos. Pero su abuelo se había bautizado, había adoptado el nombre de Hernando de Córdoba y había sido nombrado concejal del gobierno municipal de Granada y señor de Válor, en la Alpujarra. El propio abuelo había añadido el topónimo Válor a su nombre de familia paterno, y se habían convertido en los Válor de Córdoba. Medio siglo más tarde (1545), nacía Fernando de Válor, que al estallar la rebelión se convertiría en Abén Humeya.

De la persuasión a la represión

La Granada nazarí no se rindió, sino que capituló, y lo hizo en las mejores condiciones que nunca un dominio musulmán derrotado había pactado con las fuerzas cristianas peninsulares. En Granada, se pasó de la tradicional política de expulsión de la población musulmana, que habían practicado los estados cristianos peninsulares durante siglos, a una nueva estrategia de persuasión, que perseguía la conversión pacífica de los musulmanes. Durante los años inmediatamente posteriores a la conquista, la Iglesia católica implantada en el viejo reino nazarí invirtió todos sus esfuerzos en una tarea de predicación, evangelización y catequización. Pero aquel clima de tolerancia tuvo una existencia efímera, y las cosas se empezaron a torcer siete años después de la conquista (1499).

Moriscos / Fuente: Museo Nacional de Alemania

El remoto origen de la rebelión

La Vega de Granada (la comarca en torno a la ciudad) siempre había sido un territorio agrícolamente muy próspero y, tras la conquista (1492), generó un gran poder de atracción entre la población cristiana de la Corona castellanoleonesa. Sin embargo, a pesar de los acuerdos de capitulación, a medida que avanzaba la década (1492-1500), la convivencia no fue pacífica, y los conflictos y, sobre todo, el nivel de violencia entre las dos comunidades, dibujaría una acusada espiral de tensión. La justicia castellanoleonesa, lejos de buscar soluciones consensuadas o, en el peor de los casos, salomónicas, convirtió las Capitulaciones en papel higiénico, e inauguró la etapa represiva que conduciría, inevitablemente, a la revuelta.

Las revueltas. La de 1499

En las postrimerías de 1499, se produjo una primera revuelta en la ciudad de Granada, en el barrio morisco de El Albaicín. Jiménez de Cisneros, arzobispo-cardenal de Toledo y confesor de la reina Isabel I de Castilla, había focalizado la presión sobre los llamados "elches" (antiguos cristianos que se habían convertido al Islam durante la dominación musulmana) como un modo de agrietar la monolítica comunidad morisca. Pero un incidente aislado en El Albaicín, que se saldó con varias muertes (funcionarios castellanoleoneses y vecinos del barrio), desembocó en una rebelión generalizada. Los reyes Fernando e Isabel, asustados, desautorizaron a Cisneros, que perdió momentáneamente la confianza de la monarca castellana y estuvo a punto de acabar en el banquillo de los acusados.

Moriscos / Fuente: Museo Nacional de Alemania

Las revueltas. La cocina de la segunda revuelta

Tras el motín del Albaicín, la situación se calmó, pero la tensión siguió presidiendo el clima social del reino de Granada. A mediados del siglo XVI, la población cristiana ya había igualado la masa demográfica morisca (unas 150.000 personas de cada comunidad), y entonces se reabrió la caja de los truenos. Como en la anterior crisis, tuvo un papel destacadísimo la posición de la Iglesia católica. El arzobispo del momento era Pedro Guerrero, un fanático dispuesto a cualquier cosa para imponer el contraataque católico que se cocinaba en Trento. Guerrero logró que el integrista Felipe II hiciera suyas sus tesis y se les diera naturaleza de ley. El 1 de enero de 1567, se publicaba la Pragmática Sanción, la mecha de la segunda revuelta morisca.

¿Qué imponía la Pragmática Sanción?

No obstante, los representantes políticos de la comunidad intentaron negociar con el rey la congelación de esa ley a cambio de un importante donativo a la corona. Los moriscos, de buena fe, entregaron 80.000 ducados (el equivalente a unos cinco millones de euros actuales). Pero el destino, desgraciadamente, ya estaba escrito. Como las normas de la Pragmática, que entraron en vigor y que, entre otras cosas, prohibían el uso público y privado de la lengua morisca granadina, obligaban a bautizarse masivamente, a vestirse "a la castellana", a enviar a los hijos a educarse (con cargo a las familias) a Castilla la Vieja, o a abrir la puerta de casa a las inspecciones de los vecinos cristianos. El 24 de diciembre de 1568, estalló la segunda rebelión morisca en Béznar (en el valle de Lecrín, cara sur de Sierra Nevada).

Moriscos / Fuente: Museo Nacional de Alemania

La rebelión

Abén Humeya pasó a liderar la rebelión por sus innegables dotes y por su pedigrí familiar. Pero aquel movimiento se desprestigió rápidamente. El aparato de dominación castellanoleonés era tan agresivo con la población musulmana como con los segmentos humildes de la población cristiana. Y Abén Humeya, que demostró una extraordinaria capacidad militar, no tuvo, en cambio, altura política; y el movimiento que lideraba, que habría podido sumar a una buena parte de la población cristiana, se desprestigió por el uso incontrolado de la violencia: en las Alpujarras fueron asesinados docenas de religiosos que no formaban parte de la curia represora. De este modo, el "rey de los andaluces" se convirtió, solamente, en el "reyes de los moriscos".

La muerte

El 20 de octubre de 1569, en el punto álgido de la rebelión, Abén Humeya era asesinado por su propio primo, Diego López —que desde el estallido de la revuelta se hacía llamar Abén Aboo— que lo estranguló con una cuerda y que lo relevó en el liderazgo del movimiento. Con Abén Aboo, a diferencia de la etapa de Abén Humeya, la rebelión morisca siempre iría a remolque de la iniciativa hispánica, hasta la derrota definitiva de 1571. Abén Humeya, antes de morir, había organizado unos Juegos Olímpicos de la resistencia morisca, que son importantísimos en la historia deportiva: son el eslabón que une los juegos de la Grecia antigua con los de la contemporaneidad. Abén Humeya fue un líder político y un pionero del deporte que soñó una Andalucía independiente.