Era una quiniela entre dos. Por una parte, teníamos a Timothée Chalamet por su recreación del poliédrico Bob Dylan en Un completo desconocido. En la otra, Andrien Brody por su extraordinaria interpretación de un arquitecto húngaro que emigra a los Estados Unidos en busca del sueño americano después de la Segunda Guerra Mundial escapando del nazismo en The Brutalist de Brady Corbet. Completando una impresionante secuencia de premios que incluye el Bafta y el Globo de Oro, Brody se ha llevado el Oscar a mejor actor en los Oscars 2025, segunda estatuilla en su palmarés que llega veintidós años después de conquistar su primer Oscar, en aquella ocasión por su trabajo en El pianista de Roman Polanski. Junto con el ya mencionado Timothée Chalamet por Un completo desconocido, el resto de actores que aspiraban al máximo reconocimiento del mundo del cine eran Colman Domingo (Las vidas de Sing Sing), Ralph Fiennes (Cónclave) y Sebastian Stan (The Apprentice: La historia de Trump).
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Un actor brutal
Hijo de Sylvia Plachy, una famosa fotógrafa, y de Elliot Brody, profesor jubilado de historia y pintor. Su padre era de ascendencia judía polaca y su madre nació en Budapest, Hungría, hija de padre aristócrata húngaro católico y de madre judía checa. Unas raíces que, todo y que él siempre ha declarado que no ha mantenido ningún tipo de vínculo con la religión, resuenan en algunas de sus actuaciones más aclamadas. The Burtalist es una de ellos.
Atraído por la interpretación desde que era un niño (ya de muy pequeño realizaba espectáculos de magia en fiestas de cumpleaños de niños como "Adrien el increíble"), el primer papel relevante de Brody en el mundo del cine llegó con Historias de Nueva York, una película de 1989 conformada por tres historias independientes entre ellas, pero con la ciudad que nunca duerme como común denominador, dirigidas por el tridente de cineastas que mejor ha sabido trasladar al celuloide el espíritu y latido de la capital del mundo: Woody Allen, Francis Ford Coppola y Martin Scorsese. Una década más tarde ya era uno de los actores más solicitados de su generación gracias a sus papeles en filmes como La delgada línea roja (1998), de Terrence Malick o Summer of Sam (1999), de Spike Lee. Y entonces llegó la llamada de Roman Polanski.
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Władysław "Władek" Szpilman fue un pianista polaco, compositor, memorialista y superviviente judío del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. Sus memorias, El pianista del gueto de Varsovia se adaptaron en el cine, en la película El pianista, dirigida por Roman Polański con un Adrien Brody sublime dando vida a Szpilman. Contradiciendo todos los tópicos; a pesar de no hacerse ni con el Bafta ni con el Globo de Oro, Brody coronaría aquella interpretación llevándose el Oscar a mejor actor en los Oscars 2003. Han pasado veintidós años y, aunque Brody ha seguido sumando actuaciones más que notables en infinidad de largometrajes (muchos de ellos vinculados al cineasta Wes Anderson) y series, no ha sido hasta ahora que su trabajo ha vuelto a ser reconocido con una estatuilla dorada por su recreación del arquitecto húngaro László Tóth, superviviente del Holocausto que emigra a los Estados Unidos con su mujer buscando el sueño americano en The Brutalist. De la película, Brody destacaba que es "una bella metáfora" sobre el futuro, sobre esperanzas y sueños que no son "ni tan rectos ni tan verticales". En estas palabras se adivina "la poesía" de la película. "Una poesía que ya estaba presente en la escritura, en los matices de la narración," declaraba. "Es una obra de arte porque la película trata temas humanos. Las experiencias de los migrantes se pueden relacionar con las experiencias de millones de personas".