A finales de noviembre el verano ya queda lejos. Queda cerca Navidad, que cuando pase nos acercará un poco a primavera. Esta rueda imparable de fechas concretas que te hace pensar que ya ha pasado un año, que ya han pasado veinte. El invierno es tiempo de casa y de recogida. Viajar menos, salir menos. Por eso hoy rememoro los aeropuertos y los aviones. Aquel trayecto espacio-tiempo con unos principios físicos explicables que cuando estoy sentada y elevada son completamente incomprensibles. Y este artículo será el lugar donde plasmar todas las dudas que se me plantean cuando estoy en un avión. Y así ver si los rincones inescrutables donde me lleva la cabeza son de interés de alguien o si han pasado por otros cerebros. Vete a saber. No sé si soy la única que, una vez volados no sé cuántos kilómetros, se pregunta cómo costaría repatriar su cadáver. Una preocupación profunda al lado de una banalidad que siempre me viene a la mente: las reuniones de menú de las empresas de catering aéreo. Pasta o pollo, mantequilla, un panecillo. Alguien que escoge los vinos. Piloto y copiloto no comen nunca lo mismo. ¿Sin embargo, qué protocolo se sigue si hay una intoxicación alimentaria y se hacen colas de descomposición en aquellos baños minúsculos? Tiene que haber pasado, debe haber pasado de todo, en un avión. Incluso que explotaran las prótesis mamarias de Ana Obregón. Incluso que Ana Obregón volviera en un vuelo con una hija de su hijo que también es hija suya (esto último es infinitamente más increíble que la leyenda urbana del estallido de silicona). ¿Del 0 al 10 cómo de bien se duerme en las butacas de primera clase? Les llevan la comida antes. ¿Les llevan una comida un poco mejor, algún suplemento, una ración un poco más generosa? Tienen cubiertos de un plástico con apariencia de metal. Pero tienen que hacer aquellas colas que hacemos todos, pienso para consolarme. En realidad, quizás no. ¿Qué grado de poder tienes que tener para hacer más rápido los controles de seguridad reiterados? Cola para facturar, para enseñar el pasaporte, cola, billete, cola, escaleras que bajan, cola, autobusito por la pista, cola, escaleras que suben al avión (siempre por el lado izquierdo, fijaos), cola en el pasillo, cabina llena porque alguien ha escondido la maletita y la mochilita y el chaquetón. Ruidito del aire permanente del avión para que se renueve. Sonrisa permanente del personal para que te sientas a gusto. ¿Se puede fumar en aquel momento de aire libre antes de las escaleras cuando no hay pasarela de embarque? (¿por qué a veces no hay pasarelas de embarque?). Parir en un avión, morir en un avión. Hacer el amor en un avión. Descubrir que las cajas negras del avión no son negras, sino naranjas. Enamorarse en un avión. Decidir que te quieres separar mientras miras qué hay en aquel bolsillo que cuelga del asiento de delante volviendo del último viaje que siempre quedará manchado por la sensación de finalización, de desaparición. Como cuando tiras la cadena del wc del avión y aquella inercia chupadora se lo lleva todo, sin pensar qué hay debajo, sin mirar abajo, sin mirar atrás.

Los que tienen jets privados

También pienso en aquella escena de Georgina en que se iba a probar un vestido a París con su jet privado. ¿Los que tienen avión privado se elevan cuando les conviene y los controladores aéreos les hacen un espacio entre los radares de puntos iluminados (quizás no es así) que son todos los vuelos que llegan y que se marchan? ¿Tendríais antes un jet privado o un barco privado? ¿Cómo es la vida cuando lo puedes tener todo? No haber sabido nunca qué es pagar el alquiler ni el tipo de interés de la hipoteca. Coger un avión hasta el atelier de Jean Paul Gaultier con las amigas como quien va hasta la Illa Diagonal. Supongo que nos impacta por impúdico. Me consuela pensar que las preocupaciones más trascendentales, las que van más allá de los calers y de los alquileres, deben ser las mismas. Sí, sí que hay. La felicidad, la propia y la de los hijos. La salud, la muerte. Que no se estrelle el avión o cómo repatriarían tu cadáver. Pero supongo que esto último ellos también lo tienen más fácil.