Pep Coll (Pessonada, Pallars Jussà, 1949) es autor de novelas y relatos. Ganó el premio Sant Jordi el año 2007 por Les senyoretes de Lourdes. Posteriormente, llegaría Dos taüts negres i dos de blancs, novela que fue todo un éxito de ventas con que también recogió infinidad de premios. Escritor en constante estado de creación, hemos aprovechado que ha presentado su nuevo trabajo, Els crims de la mel en Barcelona para entrevistarlo. De fuertes convicciones, tiene claro que es literario y qué no, y se interroga por los argumentos que pueden alojar las inquietudes más profundas. Y nos descubre que, cuando empezó a escribir la nueva novela buscaba a la desesperada cualquier historia, hasta que de repente dio con un rumor que finalmente ha acabado relatando en su última entrega: una noche oscura de finales de noviembre estallan dos tiros en los bosques de la zona más despoblada de Catalunya. Un hombre cae abatido mientras su compañero consigue huir. Horas más tarde, un inocente se declara culpable ante la guardia civil. Así empieza el relato de unos hechos, basados en un crimen real ocurrido en el Pallars el año 1953. Víctimas y verdugos conforman dos colectivos antagónicos del todo irreconciliables: campesinos arraigados en la masía centenaria contra gitanos itinerantes dentro de frágiles tartanas, ansiosos cada día de horizontes nuevos. Una historia que parte de un hecho real, pero que Coll ficciona con el fin de dar cuerpo a todos los personajes de una novela en que el escritor se interroga por la libertad y por la verdad.

Pep Coll vuelve a las librerías con Els crims de la mel / Foto: Pau de la Calle

¿Qué le ha llevado a escribir sobre este asesinato?
Me interesaba la idea de la simulación enfrente de la verdad. Es decir, que la verdad se opone a la realidad. En el teatro sabemos que todo es mentira. La palabra novela ya quiere decir simulación. Como una obra teatral que representa, cada capítulo es un decorado, un decorado diferente. Un decorado que es siempre un lugar donde se ha habitado o ha habido personas. Y la niebla es el telón.

Me interesaba la idea de la simulación enfrente de la verdad

¿Por qué este crimen?
Primero no me interesaba para nada, pero alguien me explicó que los rumores decían que el culpable no era el hombre que se había autoinculpado. Consulté el sumario e investigué una posible suplantación. Es decir, cómo actúa este hombre, por qué miente e interpreta un papel delante de la policía y del juez. Y, sobre todo, me preguntaba por qué lo había hecho.

La vida como un teatro...
De qué manera, si no, simulamos, si no le dices a la persona que amas lo que quiere escuchar, el otro no te corresponde. Las relaciones afectivas tienen un componente de mentira, de simulación. Si tú partes de un principio, como es mi caso, que gracias al rumor sabía que estaba trabajando una historia que nacía de una mentira, crees que el único desenlace posible es el fatídico. Sin embargo, me gusta pensar en la ambigüedad. No revelaré el final, pero creo que el lector tiene que escoger.

De nuevo... muchas escenas son teatrales.
La descripción de la montaña... La misa, de hecho, es una escenificación: cuando el cura se cambia de ropa, el mismo exorcismo... También lo es el juicio, la escena del cementerio...

Siempre ha querido localizar los escenarios en su epicentro vital: las Tierras de Ponente.
Aunque no he querido caer nunca en un cierto provincianismo, no me da vergüenza utilizar cualquier nombre del territorio. Hay novelas donde he puesto los nombres de los pueblos, y en otros son inventados, pero que el paisaje lo es. Veo autores que lo evitan. Para mí, el paisaje es un factor emocional de conexión con los lectores, de la misma manera que cuando vas a China y oyes a alguien hablar catalán o cuando estás en el metro, aquí en Barcelona, y alguien dice Hierba-sabina (antiguo pueblo del Pallars Jussà, escenario de la novela de su novela Dos taüts negres i dos de blancs).

De qué manera si no simulamos, si no le dices a la persona que amas lo que quiere escuchar, el otro no te corresponde. Las relaciones afectivas tienen un componente de mentira, de simulación

Los personajes están predestinados.
Me interesaba la idea de ser herederos del destino, que es agradable y te da una vida solucionada. Pero nunca sabes si es un privilegio y te ahorra dudas y problemas o, contrariamente, no te da libertad para escoger. Yo soy el segundo de cuatro, y vi a mi hermano mayor nacer sabiendo que sería el heredero de la casa y las propiedades. Es como el destino trágico, por ejemplo, de la tragedia griega, que ya al nacer tienes un destino marcado.

¿Encuentra en la herencia un tema universal? ¿El legado?
Tiene mucho que ver conmigo. Cuando crecí, ya supe que me tocaría estudiar. Sabíamos que el hijo mayor era el heredero, pero los otros tendríamos que ir a formarnos. Ahora todo el mundo quiere ir al pueblo, yo vine a Barcelona en los años sesenta y escondía mi acento y de donde venía. Hay una rotura muy fuerte con las generaciones posteriores.

Hablamos con Pep Coll sobre verdad, herencia y libertad / Foto: Pau de la Calle

Me interesaba la idea de ser herederos del destino, que es agradable y te da una vida solucionada. Pero nunca sabes si es un privilegio y te ahorra dudas y problemas o, contrariamente, no te da libertad para escoger

En la novela, este grupo son los gitanos. ¿Cómo se acercó a ellos?
No quise hacer un tratamiento folclórico, ni hacerles hablar caló: eran personas en igualdad de condiciones, pero eran nómadas. Era eso lo que me interesaba y sale en la novela: que no los pueden localizar ni inscribir en una población concreta. Me sorprendió que el juez fue muy justo. En ningún caso se refirió a ellos como gitanos, ni hizo referencia. ¡Y estamos hablando de unos años en pleno franquismo! No puedo decir lo mismo del fiscal ni del juez instructor, que sí que lo hicieron, y con mala sombra. Todo eso lo he consultado en las actas del juicio.

Hay otra cuestión, antes de entrar en los personajes, que es la amenaza de un pueblo extranjero.
Es el juez quien lo dice, que nosotros no juzgamos las instituciones sino las personas. Por lo tanto, si esta persona pertenece a una entidad, supongamos que sea mafiosa, no juzgamos a la mafia.

creo que el relato religioso (los evangelios o las Sagradas Escrituras) es literatura fantástica, como Borges. Es una literatura fantástica con muchos elementos simbólicos

Hasta qué punto le hacía falta la realidad.
No puedes juzgar una novela por si te has documentado mucho. En todo caso, puedes juzgar si haces un documental o un estudio histórico. Tengo unas convicciones estilísticas y formales, pero también temáticas de qué se puede hacer con la novela.

La religión también está muy presente.
A ver, yo creo que el relato religioso (los evangelios o las Sagradas Escrituras) es literatura fantástica, como Borges. Es una literatura fantástica con muchos elementos simbólicos. Por eso mismo, el personaje de la gitana tiene mucha presencia en la novela: trata a la Virgen de tú a tú, como hacían las religiones primitivas, que dialogaban con sus seres sagrados. Me interesa la presencia de los dioses accesibles, de las divinidades tangibles. El guarda civil se asombra: no entiende, en cambio, cómo puede mantener un diálogo con una divinidad. En la tradición grecorromana, los dioses cometen errores. Me quería alejar de la lógica del dios judío todopoderoso en la cual se dirigen alabándolo. Eso aquí no lo hemos tenido nunca, aunque algunos nos lo quieran hacer creer.