Es extraño reivindicar algo que no has vivido. De hecho, los grandes choques generacionales vienen habitualmente por enaltecer un pasado que, por mucho que insistan nuestros mayores, no siempre fue mejor. A ojos de padres, abuelos, no hay nada que pueda equipararse a su juventud: “Lo que ahora escuchas es ruido” y “las canciones de antes sí que eran canciones”. Esas frases. Qué raro ese fanatismo púber. Pero resulta todavía más extraño que alguien que nació prácticamente en el nuevo siglo, el caso de la catalana Aitana Ocaña, que es de 1999, apueste por sonidos y estética de cuando a penas gateaba.
¿Por qué lo hace? ¿Apuesta comercial? ¿Consecuencias de los cambios en el consumo? Es lógico que en un momento en el que no hace falta más que tener 4G para haber vivido otros mundos, sea más fácil que nunca encandilarse incluso con aquello que ni siquiera hemos bailado o cantado de cuerpo presente. Algo habrá pesado el trabajo de los productores Andrés Torres y Mauricio Rengifo, dúo colombiano que se ha alzado con seis Grammys latinos y que ha estado tras la ingeniería de éxitos firmados por artistas tan dispares como Sebastián Yatra, Morat, Cali y El Dandee, David Bisbal, Ximena Sariñana, Gloria Trevi, Juanes, Demi Lovato o el mismísimo Justin Bieber.
Alpha es un complot dosmilero, con alguna pincelada noventas, pero sobre todo es un reconocimiento del espacio dance global de principios de milenio. Una línea que ya empezó a mostrar Aitana en sus singles de adelanto, como Las Babys, homenaje –reencarnación, más bien– del Saturday Night de Whigfield. Una idea de trabajo que coge fuerza absoluta en la intro del álbum, muy arriesgada para una obra pop; Alpha9, trabalenguas electrónico, vogging, sigue la partida. En conjunto, todo es una rara avis para lo universal que es la de Sant Climent. Pasa igual con el ritmo serpentero e ibicenco de Los Ángeles. También con el trallón Dararí. El disco se mantiene en lo alto y cierra el grifo con la frenética 24 rosas.
Alpha es un complot dosmilero, con alguna pincelada noventas, pero sobre todo es un reconocimiento del espacio dance global de principios de milenio
Son beats que nada tienen de vanguardia. Pero que abrirán un mundo club a su público, masivo. La artista venía de especular con una carrera cercana a lo confesional, a lo Taylor Swift, como ya analizamos en esta BSO. Por contra, en su tercer disco reivindica Alpha como una “nueva era, un inicio, tal y como aparece en el abecedario griego”. “Alpha es un catalizador de una comunidad que busca transformar el mundo y dejar atrás el concepto negativo de lo que significa ser un líder alpha”. El disco, regado de desamor, empoderamiento y recuperación –los hay que lo han reordenado para asemejarlo a su vida sentimental–, es una cremallera generacional. Nuevo no sería el adjetivo que mejor lo define. Bien pensado, qué más nuevo que renunciar a la novedad como valor de mercado.