Eva y Pere venden pollos asados y arrastran el olor de aceite de la tienda las veinticuatro horas del día y a todas partes donde van. La rutina del trabajo, las inevitables fricciones de vivir en pareja y, más adelante, las obligaciones y las desazones de sacar adelante a una familia hacen que Eva tenga la sensación de que su vida es poca cosa comparada con los sueños que tenía de joven.
Después de irrumpir en nuestra escena literaria con dos compilaciones de cuentos: Gats al parc (Proa, 2010) y L'estiu no s'acaba mai (Proa, 2012) que la situaron como una de las nuevas voces más estimulantes de nuestro cosmos literario, hemos tenido que esperar una década larga para volver a disfrutar de la prosa de esta médico reconvertida en traductora y escritora. La conformista (L'Altra, 2024, Sexto Piso en su edición en castellano) es una novela breve, pero inmensa. Poco más de cien páginas en que Alba Dedeu ha sabido encapsular, con un estilo tan delicado como efectivo, toda una vida y sus circunstancias, los miedos y los deseos, los sueños y las renuncias. Candidata al 8 Premi Òmnium a la Millor Novel·la de l’Any que se concederá este jueves, hablamos con ella sobre rosticerías y escritura.
📚Retrato de una conformista que huele a perfume y pollo a l'ast
Déjame empezar por una... frivolidad, pero... ¿los domingos, tú dónde encargas los pollos a l'ast?
En una tiendecita que tengo a cinco minutos de casa, pero me guardaré lo suficiente de decir nada más, porque la inspiración para la novela salió de allí, y como se suele decir en las series policíacas, no puedo descubrir mis fuentes.
Tú no has trabajado nunca en un local de pollos asados, pero sí en una conocida cadena de pizzerías y tampoco te podías desprender del olor de la masa, el tomate, el orégano... ¿verdad?
Trabajé poco tiempo, unos cuantos meses, pero sí, el olor era una cosa que no me acababa de sacar de encima, y recuerdo que me asqueaba mucho coger el tren de buena mañana para ir a la universidad y sentirme todavía un olorcillo de pizza en el pelo que ya me había lavado. Aparte de que en aquel lugar viví situaciones rocambolescas. Alguna que hacía miedo y todo, y que me guardo para recrearla en un libro, quizás. Son el tipo de trabajos que te dan mucho material literario.
¿Tú te has conformado alguna vez? ¿La literatura, el hecho de escribir, es una manera de no conformarse con la vida que tenemos?
Evidentemente que me he conformado con cosas, es decir, en el sentido de aceptar que mis circunstancias eran las que eran y que más valía que me amoldara, al menos de entrada. Pero en algunos momentos decisivos también he tenido claro que no podía tirar por el camino que parecía más fácil o más 'razonable'. Por ejemplo, si me hubiera dedicado al trabajo para el cual me formé en la universidad, me parece que ahora sería muy desgraciada. Y me alegro de haber previsto pronto que pasaría eso y haber podido cambiar de rumbo. Escribir, para mí, es precisamente una manera de ir más allá de mis limitaciones personales. Cada personaje que creo me permite vivir otra vida y explorar unos caminos diferentes, que yo no he escogido, pero que me interesan, me intrigan o por lo que sea me parecen dignos de admiración.
Cada personaje que creo me permite vivir otra vida y explorar unos caminos diferentes, que yo no he escogido, pero que me interesan, me intrigan o por lo que sea me parecen dignos de admiración
La novela abraza desde los 20 a los 40 años de su protagonista. Has tardado 12 en publicar a La conformista desde tu libro anterior. ¿Has crecido con la novela?
La tenía escrita desde el 2019... Antes había escrito alguna otra cosa, y después también, pero lo tengo todo guardado en el cajón, y en realidad ahora tengo ganas de dar forma a ideas nuevas. Pero tengo un problema de mala gestión del tiempo, y de distraerme con mucha facilidad, y de esperar el momento perfecto para escribir... Pero a La conformista, justamente, la hice de una tirada y en una época un poco agitada en el ámbito personal, porque la idea me quemaba en el cerebro y sabía que solo tenía aquellas pocas semanas entre una traducción y la siguiente, y que si no me ponía en ese momento quizás ya no me pondría jamás. O sea que la lección aprendida quizás es precisamente esta: no esperes el momento perfecto para escribir.
¿Tenemos tanta libertad para escoger que eso nos hace ser extremadamente indecisos? Y, ¿tenemos tanta libertad para escoger que eso provoca que no disfrutamos de las rutinas y conformidades?
No sé si es un problema universal, pero yo soy una persona extremadamente indecisa, y lo vivo un poco así. Pienso que la libertad que tenemos actualmente para decidir qué hacemos con nuestra vida profesional y personal es casi un milagro, aunque también puede acabar produciendo vértigo, y una sensación engañosa de poder hacerlo todo o cualquier cosa. Y no, siempre hay limitaciones, y la más importante es la del tiempo. Hace falta tener claras unas cuantas prioridades, y, si puede ser, pronto, porque no se sabe nunca cuánto tiempo tendremos. El hecho de disfrutar o no de las rutinas no sé si depende tanto de la libertad o de los smartphones y de la sobreestimulación de las pantallitas en general. Yo misma tiro demasiado de móvil en momentos en que antes habría cogido un libro, y noto que eso me deja inquieta. Pero ya hace años que me he acostumbrado a hacer un largo paseo cada tarde, por ejemplo, y es uno de los mejores momentos del día. La libertad tendría que ir acompañada de una mínima disciplina, si no, mal.
¿La vida es deseo en todas sus diferentes facetas y saberlo mantener vivo?
Deseo, pero bien entendido y bien canalizado, sí. También ha habido momentos en los que he visto alguna faceta escalofriante de la vida y me he sentido tentada por la idea de renunciar a todo deseo para evitar el sufrimiento, como dicen los budistas. A la hora de la verdad soy incapaz, y en el fondo me alegro. Creo que me entiendo mejor con los estoicos; o, al menos, me gustaría acercarme a su ideal. Hay ciertos deseos que te harán daño y te llevarán a perseguir cosas vanas, pero hay aspiraciones nobles que pueden dar sentido a toda una vida. Y, ligando eso que decíamos de la libertad que tenemos... vale la pena hacer un esfuerzo por separar el grano de la paja.
¿Cómo conseguiste abrazar tanto con tanto poco? Porque La conformista es la vida en 100 páginas.
No lo sé. Tenía muy poco tiempo. También tenía, antes de ponerme a escribir, una serie de escenas e imágenes y diálogos claramente desarrollados en la imaginación. Eran ventanas a diferentes momentos de la vida de unas personas que también me imaginaba muy claramente. Lo que hago cuando empiezo a escribir es dejar que vaya saliendo todo más o menos espontáneamente, y si la cosa va como tiene que ir, a medida que avanzo, la historia se va ligando y va cogiendo forma. Después, cuando acabo, reescribo poco, pero recorto mucho y dedico mucho tiempo a encontrar las palabras justas.
Es muy cinematográfica, muy de serie.
A veces empiezo con imágenes que pueden ser estáticas, un poco como un cuadro. Si todo va bien, de las imágenes salen escenas. O son escenas vivas directamente; depende. Voy oyendo diálogos, veo cómo interactúan los personajes... Es un poco como tener una 'ventana indiscreta' dentro de la cabeza. Pero de eso a llevarla a la pantalla... No, la verdad es que no pienso en ello para nada. Cuando he acabado de escribir mi historia y estoy segura de que es como quería que fuera, es trabajo hecho, y mentalmente la suelto. Seguramente ya he empezado a pensar en otras cosas.
Creo que me entiendo mejor con los estoicos; o, al menos, me gustaría acercarme a su ideal
¿Cómo te sentiste cuando acabaste la novela?
El día que acabo una novela o un cuento siempre me siento como en una nube, sobre todo si el final, que para mí es muy importante, es tal como tiene que ser y cierra la obra con el efecto justo. Pero enseguida bajo de la nube, porque justo acabar es cuando lo tengo todo más fresco y la historia mejor cogida: es el momento ideal para perfeccionarla. O sea que, como mucho, me doy un día de descanso y ya empiezo a revisar y pulir.
¿Cuál es la mejor novela que has leído en el 2024?
Tengo que decir que hace tiempo que leo poca ficción si no son traducciones o posibles traducciones. Por suerte, últimamente he hecho muy buenas. Del 2024 puedo destacar Cosima, de Grazia Deledda, una autobiografía novelada que es sensacional, aunque la autora no tuvo tiempo de acabarla y fue publicada de manera póstuma. Leyéndola te sumerges en un universo fascinante, el de la Cerdeña rural de finales del siglo XIX, y en las peripecias de una niña inteligente y después de una joven tenaz que se va abriendo camino en la vida y en el mundo literario de su tiempo.