Un escuadrón de aviadores italianos sale de la isla de Mallorca. A los aeroplanos, cinco potentes SM-79, llevan unas ochenta de bombas. Han escrito sádicos mensajes de dedicatoria para los que las recibirán, como "arrivederci" o "llega España". Su destino es Granollers, donde tienen que atacar la central eléctrica de la población. Desde miles de metros de altura, sin embargo, la precisión es nula. Así empieza la historia de I el cel ens va caure el damunt (Ediciones 62), que es también la historia del bombardeo de la ciudad de Granollers de 1938, uno de los más crueles y sanguinarios de toda la Guerra Civil. Lo escribe Albert Forns (Granollers, 1982), escritor de larga trayectoria y granollerí de nacimiento, que se ha zambullido en este episodio a través de las voces de los testigos que lo vivieron. El resultado es una "novela de no ficción", tal como la etiqueta Forns, que combina y construye las vidas de los habitantes que sufrieron un ataque que sobre todo se ensañó con las mujeres y los niños que hacían vida normal aquel 31 de mayo de 1938. El escritor ha trabajado con los testigos de los protagonistas que lo vivieron acumulados por el trabajo de los historiadores, pero también con su propia investigación, para construir una historia coral, conmovedora y con voluntad universal.
Un bombardeo cruel y poco conocido
"Este libro ha sido la experiencia de escritura más intensa, más emocionante y más gratificante de mi vida", explica Forns. Y no resulta difícil entender por qué. Por una parte, está el vínculo entre el escritor y los protagonistas de la historia. No solo es que el escenario sea el de su pueblo, sino que, sin ir más lejos, el mismo bisabuelo de Forns murió en aquel ataque. Explica el autor que lo atrapó en la Plaza Porxada, uno de los centros neurálgicos de Granollers, que entonces acogía el mercado.
Este libro ha sido la experiencia de escritura más intensa, más emocionante y más gratificante de mi vida
A las nueve y cinco minutos de la mañana de ahora hace 85 años, en Granollers el tiempo se detuvo durante un minuto, el tiempo justo que duró el bombardeo. Las ochenta de bombas que la aviación italiana lanzó sobre la población destruyeron más de sesenta edificios y dejaron un balance de 226 víctimas mortales y más de un millar de heridos. La incursión fue especialmente cruel porque llegó en hora punta, cuando las calles estaban llenas y los niños iban a la escuela.
Granollers era entonces un pueblo de la retaguardia del bando republicano, sin industria, ni ningún otro objetivo estratégico militar. Pero eso no fue un impedimento para que recibiera la furia de la aviación italiana. El objetivo, explica Forns, era "la central eléctrica que había a aproximadamente un kilómetro de centro", pero las bombas no la llegaron a tocar ni acercarse. Los interrogantes sobre los motivos de la incursión siguen vivos hoy.
Un nuevo Guernica
El escritor ha trabajado con los testigos que vivieron los hechos. Muchos de ellos habían explicado su historia cuando hace veinte años se puso en marcha el primer proyecto para resguardar la memoria de las víctimas. Y a este material ha añadido otras charlas, que él ha podido obtener directamente con los supervivientes, haciendo investigación por su cuenta e interesándose también por la cobertura de la prensa del acontecimiento. "Las bombas crean un nuevo Guernica", destacaba a un titular del Daily Herald de Chicago.
"No ficciono, pero lleno agujeros", explica Forns sobre su tarea de escritura. Los relatos que llenan I el cel ens va caure al damunt exploran el destino de una veintena de granollerins que tuvieron la mala suerte de estar en la población en el momento del ataque. Los hechos y las trayectorias de los personajes son, pues, verídicos y contrastados; el autor solo los ha redondeado añadiendo detalles y situaciones concretas, para acabar de construir el paisaje y hacer funcionar la narración.
Los relatos que llenan I el cel ens va caure al damunt exploran el destino de una veintena de granollerins que tuvieron la mala suerte de estar en la población en el momento del ataque
Por las páginas de la novela, desfilan historias como la de Paco Perallada, propietario de la emblemática Fonda Europa, uno de los templos de la cocina catalana en el país. Perallada, inmortalizado por Josep Pla en uno de sus Homenots, retornó a Granollers justo el día antes del bombardeo, después de haber pasado una temporada exiliado en París. Las bombas rompieron los cristales de la fonda y la metralla incluso mató a uno de los camareros que trabajaba. Él respondió como mejor sabía: cocinando para todos los vecinos que pudieran necesitar la comida.
Forn explica, sin embargo, que ha querido priorizar los relatos de mujeres. "Las memorias y los relatos de lo que había pasado siempre los han protagonizado los hombres", dice, y recuerda que en mayo de 1938 en Granollers había sobre todo mujeres y que, por lo tanto, es necesario ponerlas en un primer plano. Y como ellas, las historias de los y las sindicalistas que una vez empezada la guerra tomaron el control de la población y colectivizaron fábricas y negocios.
Recuperar la memoria
I el cel ens va caure al damunt es un ejercicio literario que quiere humanizar a las víctimas del ataque, pero que también quiere recuperar y reivindicar una memoria oculta durante las décadas del franquismo. "El libro llega 85 años tarde. Si se hubiera podido hacer al cabo de seis meses tendríamos una riqueza de historias mucho mayor", explica Forns.
I el cel ens va caure al damunt es un ejercicio literario que quiere humanizar a las víctimas del ataque, pero que también quiere recuperar y reivindicar una memoria oculta durante las décadas del franquismo
Con su ejercicio de trabajo a partir de las historias reales de los testigos que vivieron el ataque, la novela pone el foco en la destrucción de aquella vivencia, pero también lo equipara con voluntad universalitadora, a otros grandes episodios bélicos de la historia. "No conocemos nuestros bombardeos porque venimos de cuarenta años de silencio", afirma Forns. "Los bombardeos épicos no solo han pasado en Dresde, Dubrovnik o Hiroshima, sino también aquí", recuerda.
No conocemos nuestros bombardeos porque venimos de cuarenta años de silencio
El autor no duda a afirmar que se trata "de mi mejor libro, porque el material es increíble" y relata el cambio que ha supuesto para su escritura, el hecho de borrarse de la historia y dar espacio al relato colectivo de los habitantes de Granollers. En conjunto, la novela es un relato conmovedor y emocionante, que nos recuerda la crueldad humana y bélica. Y, a la vez, una epopeya sobre el destino colectivo de una ciudad y de su capacidad de supervivencia por encima de la tragedia.