Se dice pronto, pero Albert Om (Taradell, 1966) lleva cuarenta años clavador en esta cuesta arriba que es el periodismo. Ha tocado casi todos los botones y lo ha hecho escalando desde los bajos. Empezó locutando en la radio de su pueblo, saltó a la prensa comarcal, pasó por el mundo del guion y saltó a la fama catalana gracias a Malalts de tele. Todo lo demás ya es casi leyenda para una generación que se ha criado con su cara en todas las comidas, haciendo el café con El club o la digestión de la cena con El convidat, probablemente uno de los mejores formatos que ha desarrollado la pública. El periodista siempre ha parecido tener la clave del éxito, saliendo airoso de cualquier apuesta, moviéndose con soltura entre la privada y la pública: en cada ocasión, siempre dueño de su destino. Pero para todo hay una primera vez. Antes de este verano le comunicaron que cancelaban Islàndia, el proyecto que lideró durante siete años en las tardes de RAC1, un programa que iba la mar de bien. Hubo especulaciones y titulares acerca de la decisión, pero el conductor del magazín no alzó la voz. Era de esperar. Albert Om es de esas personas serenamente impenetrables, un tipo correcto de manual.

Pero ni con esas Albert quedó desprotegido. Casualidades de la vida, en paralelo estaba preparando el que será el nuevo programa otoñal de TV3, y la desmotivación no fue una opción. En Una altra història —se estrena el próximo 26 de octubre— el periodista se sumerje en la vida de objetos que cuentan historias de personas y de colectivos con la misión de tejer la memoria popular de la Catalunya del último siglo. Junto a tres historiadores —Xavier Carmeniu, Alba Gràcia i Queralt Soler— se han movido por la geografía catalana para dar con esas piezas supervivientes del tiempo, acumulando y escogiendo más de 100 objetos que acabarán expuestos en el Museu d'Història de Catalunya el primer trimestre del año que viene. Historia, tradición, cultura, emoción y diversión se entremezclan en un formato que tiene tanto de entretenimiento como de divulgación, un producto al servicio del pueblo. Nos recibe en la sede de la tele pública catalana junto a Xavier Carmeniu, el historiador que ha contribuido a ello y que acabará siendo testimonio de una conversación sobre el pasado, el presente y el futuro de Om. No se sabe qué pasará, pero tiene toda la pinta que el de Taradell volverá a caer de pie.

Entrevista Albert Om, presentador Tv307 Carlos Baglietto (2)
Foto: Carlos Baglietto

¿Cuántas fotos habéis recibido?
Fue una locura, hemos recibido fotos de más de 3.000 objetos de todo Catalunya y de todas las épocas de estos 100 años. El trabajo de todo el equipo del programa —sobre todo de los historiadores— ha sido filtrar y escoger cuáles de ellos son los que se verán a través de la tele, que serán unos veinte. El criterio ha sido que detrás de cada objeto haya una historia, porque es un programa de historias a partir de los objetos, que tienen muchísima vida. Hay cosas que están vinculadas con la historia colectiva del país y cosas que son más cotidianas.

¿Cuáles son los objetos más curiosos?
Xavier: A mí hay dos que me impactaron mucho. Uno es un tarro de perfume de Myrurgia de hace 50 años que no se ha abierto nunca, y es un recuerdo de un invitado viudo que le había regalado a su mujer cuando empezaron a salir. Solo con aquel perfume explicamos la historia de lo que era tener relaciones de pareja durante la posguerra en Catalunya. Y también recuerdo la historia de una hija que su padre, republicano, había perdido las manos por una explosión en la Guerra Civil, lo cerraron en la Model, y un compañero de celda le había construido una prótesis con cuero y le había enganchado una cuchara, además haciendo ángulo recto, para que se pudiera poner la comida en la boca. Cuando te traen estos objetos y te los explican es imposible no entender mucho mejor la historia de nuestro país. Después de las entrevistas tenía la sensación de haber hecho una cosa que valía la pena. Estamos en una televisión pública y estamos ayudando a poner en valor la historia popular de este país.

Albert: Ahí está la gracia. Por ejemplo, hay un voluntario de los Juegos Olímpicos del 92 que nos trae la camiseta que llevaba el último día firmada por Pasqual Maragall, entonces alcalde de Barcelona. O el Llibert Tarragó, que es hijo de una persona deportada en Mauthausen, que trae un trozo de alambre y una piedra del campo de concentración, con todo lo que eso significa porque su padre sobrevivió allí. Hay historias duras y emotivas, y otras que tienen que ver con discotecas. Por ejemplo, el letrero de la sala Zeleste, que ya no existe y que hará recordar al espectador lo que había vivido allí dentro. Hay un público para ver el programa, que es la gente que lo ha vivido y que reconocerá estos objetos, y la gente que no ha visto nada de eso, gente mucho más joven, que flipará y quedará absolutamente fascinada.

Haciendo este programa de televisión estás construyendo una historia popular de Catalunya

Es un programa con una gran voluntad de servicio público.
Para mí hay dos cosas. Está el programa de televisión, hecho con voluntad didáctica pero también de entretener para que estés una hora mirándolo y te lo tragues del primer minuto al último. El trabajo que tenemos es hacer un buen programa de televisión. Pero es que, además, haciendo este programa estás construyendo una historia popular de Catalunya, y esta es la parte más de servicio público y que va un poco más allá de lo que es la tele.

Dices que te gusta más escuchar que hablar, casi como si fuera una cosa revolucionaria. ¿Nos cuesta escuchar?
Escuchar va muy bien para que la gente hable. Y sobre todo cuándo te dedicas a esto. En este programa hay gente que la historia que nos explica no se la ha explicado nunca a nadie, a veces ni a su familia. Claro, o tú escuchas mucho a aquella persona o no te lo explicará, porque es una cosa que forma parte de su intimidad. Escuchar es un trabajo básico. Sí, hablar, según cómo, quizás es más fácil que escuchar, porque escuchando tienes que tener ganas de escuchar al otro. Y estamos en una época un poco de bulimia informativa —y no querría frivolizar—; o sea, parece que estás consumiendo mucho, mucho, mucho, mucho, pero también tienes que parar un momento y hacer la digestión.


En El convidat tuviste mucho tiempo para escuchar. ¿Te remiras los capítulos?
Sistemáticamente no, pero sí que a veces pasan cosas que hace que te lo vuelvas a mirar. A veces muere uno de los protagonistas y TV3 lo vuelve a emitir, y lo vuelves a mirar; o hay algún hecho de actualidad relacionado con aquella persona y dices: "hostia, yo fui a aquella casa", y me lo vuelvo a mirar. Y la verdad es que me hace ilusión. Al cabo de diez años muchas veces pienso: "mira, todavía aguanta".

¿Han quedado obsoletos este tipo de contenidos?
Se hacen muchas cosas. No es verdad que solo se haga un tipo de televisión, se hacen muchas cosas, pero tienes que irlo a buscar. Y también es cíclico. Cuándo empezamos a hacer a El convidat, parecía que en la tele no era un buen momento para las entrevistas largas. Entonces pones en marcha un ciclo, se va añadiendo más gente y llega un momento que aquello queda sobreexplotado y se tiene que volver a parar un poco. La manera de decir que antes las cosas se hacían mejor, a mí no me gusta. Depende.

Pero cuesta encontrar estos referentes más pausados en la actualidad.
Se ha acelerado todo. Todo va mucho más rápido y con los años hay un proceso de aceleración. Pero en este proceso hay sitios donde puedes estar más tranquilo, y programas donde la gente escucha y habla. Esto pasaba hace 10 años y pasa ahora.

No es verdad que solo se haga un tipo de televisión, se hacen muchas cosas, pero tienes que irlo a buscar

¿Tú tienes la sensación que con El convidat has hecho lo mejor de tu carrera?
Decir eso es difícil. Yo tengo la sensación de que El convidat era un formato muy especial, y han quedado frases, que eso es muy difícil. Como que quede una frase de Eduard Punset diciendo que no se morirá nunca. Al Punset lo entrevisté muchas veces, y quizás me había dicho lo mismo y no me había dado cuenta, pero aquel formato tenía una cosa especial. Mucha gente guarda momentos de aquel programa. Pero no sé si es lo más importante que he hecho. Los siete años que he estado en Islàndia también he sido muy feliz y me lo he pasado muy bien. Y tampoco sé qué vendrá.

¿Cuál ha sido la entrevista que más te ha costado hacer?
Esto no te lo sé contestar. Me sabe muy mal, pero es que no lo sé. No lo sé. Si hablamos de El convidat, por ejemplo, está el capítulo de Xavier Sardà, que es un invitado, digamos, de aquellos intensos. A él le gusta mandar siempre y era un espacio en que todo el rato pasaban cosas. Me llevó a mi imitador de Polònia, a Pep Plaza; yo no tenía ni puñetera idea, y de golpe aparece a comer allí disfrazado. Es este juego que te descoloca y que está bien.

¿Y una entrevista imposible?
A El convidat hubo mucha gente que dijo que no porque era un programa con mucha responsabilidad. La gente era consciente de que era un espacio importante y que se lo tenía que pensar bien. Me quedó mucha gente con ganas de hacerla. Uno de ellos, Joaquim Maria Puyal, por ejemplo, que hablé con él. O Pep Guardiola.

¿Se lo propusiste también a Guardiola?
Sí, por proponerlo... No me quedó nadie por proponer. Eso te lo aseguro.

Entrevista Albert Om, presentador Tv307 Carlos Baglietto (1)
Foto: Carlos Baglietto

Siempre has tenido cierta fama de seductor y de yerno perfecto, cualidades que se valoran al alza en un contexto profesional patriarcal. ¿Has sido consciente y lo has aprovechado, profesionalmente?
Yo creo que la gente que me conoce sabe que me comporto bastante parecido. Creo que para ir bien no tienes que ser dos personas, una cuando se pone en marcha la cámara y la otra cuando se apaga. Las mismas técnicas que puedes tener tú en la vida para acercarte o escuchar a una persona son las mismas que utilizas con tu trabajo. Si eres dos personas diferentes se acaba notando y profesionalmente, periodísticamente, te perjudica.

Perteneces a una de las primeras generaciones en poder dedicarse al periodismo puro en catalán. ¿Crees que también serás de las últimas?
No, no tengo un discurso catastrofista. Yo me acuerdo cuando estábamos estudiando en la universidad que también existía eso de decir: "ostras, qué haremos, los que vienen antes nuestros están colocadísimos y no los sacaremos de ahí". Ahora hay muchas más oportunidades de trabajar en este oficio, hay mucha más gente que se quiere dedicar y mucha más precariedad. Antes la precariedad pasaba al principio, cuando empezabas y no cobrabas, y tú no eras consciente y pensabas que era como un aprendizaje, como la figura de los aprendices de antes. Ahora la precariedad se alarga más en el tiempo. Hay muchos más medios, muchas más posibilidades de ganarte la vida con eso y mucha más competencia. Pero yo creo que el periodismo continuará existiendo de formas diferentes y que esta es una profesión muy necesaria.

La gente más precaria es la más valiente para levantar la voz

Aun así, no hay sentimiento de colectividad, porque las nuevas generaciones tienen miedo de perder el trabajo y quedarse con el culo al aire. ¿Ha faltado autocrítica y acompañamiento por parte de los que tenéis posiciones privilegiadas?
Es difícil de contestar, pero a veces la gente más precaria es la más valiente para levantar la voz y, en cambio, la gente que está más apalancada, y que tiene mejores sueldos, es la gente a quien le hace más respeto levantar la voz porque tiene más que perder. Si hemos acompañado o no, no lo sé, yo creo que está bien trabajar con generaciones diferentes. A mí me ha gustado siempre y siempre he tenido la suerte de hacerlo. Cuando era más joven me gustaba trabajar con gente mayor, y en el equipo de Islàndia, por ejemplo, la mayoría de gente tenía entre 15 y 20 años menos que yo. Creo que es una mezcla interesante. Y en este trabajo también se tiene que tener en cuenta que es una carrera de fondo. No es quien primero arranca, ¿sabes? Sino que es una cosa de aguantar un poco. Y en relación a la precariedad, creo que hay empresas que se aguantan por un hilo y que desde fuera no lo parece. Piensas: "hostia, mira cuántos contenidos ofrecen", y a veces son como gigantes con pies de barro, y cuando rascas un poco y ves qué pagan, o cómo tienen a la gente... Quizás se hará un poco de selección natural, porque no puede ser.

¿Por qué no tienes Twitter?
No he sentido la necesidad de tener que expresarme a través de Twitter porque creo que tengo otros canales donde me he podido expresar. Es verdad que si tuviera 30 años menos es muy probable que tuviera que estar, porque incluso las empresas donde trabajo me lo habrían exigido. No estar en Twitter me da un poco más de serenidad y de libertad a la hora de escoger los temas que quiero hacer. Pienso que quizás es más fácil marcarte tu camino sin eso que nos influye tanto a todos los que nos dedicamos a esto.


¿Tú te enfadas mucho?
[risas] Una cosa es lo que transmitas y la otra cosa es como seas. Yo soy una persona muy nerviosa que por fuera no lo parece. Y entonces todavía es peor, porque te lo guardas para ti. No soy una persona irascible, pero sí nerviosa; tengo una desazón controlada dentro.

¿Te enfadaste cuando te dijeron que Islàndia no continuaba?
Yo habría querido continuar, estaba bien haciendo Islàndia, pero las reglas del juego son estas. A veces dices tú que se acaban y a veces te lo dicen las empresas. Me dijeron que no contaban con ello, que seguramente para la temporada que viene no habría Islàndia por motivos económicos. Y ya está, han sido siete años fantásticos, y vamos a hacer Una altra història en la tele, y tan contentos.

¿Cuando uno ha tenido una carrera profesional exitosa, también se siente inseguro cuando le dicen que no?
Depende. Depende de qué hayas hecho y depende de en qué momento te lo digan. Si Islàndia se hubiera acabado el segundo año, que no has podido demostrar o hacer todo lo que querías con el programa, es una cosa; y si se acaba al cabo de siete años es otra. Es importante que se acabe en un buen momento e Islàndia se acabó en un buen momento. La empresa tiene todo el derecho a tomar sus decisiones, y tú lo que tienes que hacer es aceptarlas. No entenderlas: aceptarlo. Igual que el revés. Es un juego a dos. Lo que ha pasado después ha sido todo muy bonito, porque he notado mucho el apoyo de los compañeros de profesión, de los oyentes, y he tenido posibilidades, porque mucha gente me ha ofrecido hacer otras cosas, pero me parecía que no era el momento, porque ahora estrenamos Una altra història y también va bien cogerse un tiempo para ver cuál es el próximo paso.

Hombre, Una altra història es una fórmula que podría eternizarse, no será por falta de objetos.
Pues mira, ya ha quedado grabado [risas]. Lo enviaremos directamente a dirección.

Entrevista Albert Om, presentador Tv307 Carlos Baglietto (5)
Foto: Carlos Baglietto