El antropólogo y escritor Albert Sánchez Piñol (Barcelona, 1965), autor de algunos de los éxitos más importantes de la literatura catalana, como La piel fría, Pandora en el Congo o Victus, se ha propuesto descubrir, con las herramientas del estructuralismo, cómo funciona el hecho narrativo. De esta aventura iniciada durante el confinamiento acaba de salir un método –el Papitu- que desgrana en Les estructures elementals de la narrativa (La Campana), su último libro, y que hará que no leemos una novela o miramos una película o una serie de la misma manera.

El escritor Albert Sánchez Piñol/Sergi Alcàzar

Desde el título homenajea a Claude Lévi-Strauss y la antropología estructuralista.

Libros del estilo como se escribe una novela hay muchos, pero mi libro es otra cosa más profunda y pienso que nueva: una visión antropológica del hecho narrativo. En mí confluyen el hecho de que soy narrador y vengo de la antropología. Esta unión hace inevitable que me lo plantee en estos términos. Y esta visión del hecho narrativo, no desde la sociología, la psicología, la filología o el periodismo, sino desde la antropología me ha enseñado muchas cosas y me sabía mal quedármelo yo. Es un conocimiento que quiero poner a disposición de los escritores y, especialmente, de los lectores, para que disfruten todavía más de lo que leen.

Explica al libro que echaba de menos un sistema, estructura clara y un debate sobre el hecho narrativo, incluso cuándo preguntaba a sus referentes.

Las ruedas ruedan y nadie se plantea qué es el movimiento. Como antropólogo me planteo que es la narrativa. La antropología estructuralista considera la estructura como un conjunto de elementos articulados lógicamente. Aplicándolo al lenguaje, todos los elementos de un discurso están relacionados entre ellos. No hay un elemento que derive más del lenguaje que la narrativa, por lo que podemos deducir de una forma racional que hay un conjunto de elementos articulados en el hecho de narrar. A partir de aquí, si podemos hacer análisis sintáctico de una frase, que para mí son ecuaciones intelectuales, ¿por qué no podemos analizar un relato? Se trata, pues, de descubrir cuáles son estos elementos. Hace treinta años que estudié antropología y que empecé a escribir, pero ahora con la Covid, he encontrado el momento de escribir eso que empecé a pensar entonces y comunicarlo. Especialmente en los lectores, que disfrutarán aplicándolo.

¿No había precedentes?

Que yo sepa no existe una definición depurada de los elementos del relato tal como yo lo planteo. Había una nomenclatura muy difusa. Para vergüenza de los literatos, quien más ha podado esto ha sido la industria audiovisual. Los de Hollywood no se están para divagaciones esnobs. Necesitan un giro narrativo hacia la mitad y lo hacen, pero como no provienen de una tradición intelectual europea no se les ha ocurrido darle una definición. Lo que hago al libro es dar unas definiciones exactas, que no defiendo como artículos de fe, pero que son las que he podido depurar de la mejor manera, hasta que alguien las rebata y supere. Si alguien me dice que no funciona, será muy útil para mí, porque podremos encontrar una definición mejor. No es para darme bombo, pero este discurso no lo oigo por ningún lado y me parece que es una especie de progreso intelectual relevante. Eso sí, está hecho fuera de la academia, porque estoy fuera y paso, y tiene un espíritu divulgativo, para todo el mundo. Confío mucho.

Presenta el libro diciendo "este libro no explica cómo se escribe una historia, este libro explica cómo se escriben todas las grandes historias".

¡Todas! (ríe) Como frase suena ampulosa y pretenciosa, pero si ves de qué discurso estamos hablando ves que no lo es tanto. Estoy hablando de los elementos estructurales que podemos encontrar a todos los relatos. Y si ha sido así hasta ahora, podemos prever que el próximo millar de años seguirá siendo así. Un primer giro narrativo o un factor desencadenante siempre lo serán, siempre que exista la narrativa de tres actos, que es de la cual hablo. Es evidente que hay otras narrativas, pero dentro de la narrativa de tres actos siempre ha sido así. El más difícil era ver como funcionaba, pero una vez descubierto, ves que se mantiene en el tiempo.

En el libro aplica su método, el descubrimiento del Papitu, a novelas de autores clásicos como Conrad, Kafka o Hemingway, pero también a películas como Tiburón, de Steven Spielberg.

Puedes hacer un análisis del paradigma narrativo o de la estructura narrativa primordial, que yo denomino familiarmente Papitu, incluso de microrrelatos. Se puede aplicar a toda la narrativa siempre, como decía, que cumpla la regla de los tres actos aristotélicos. Por eso no entro en la poesía, ni en lo que dicen la literatura étnica –que sólo tienen dos actos y explico el porqué y el como– y tampoco entro en lo que hacen los que yo digo literatos. Para mí un narrador es alguien que se dedica a hacer relatos de tres actos, mientras un literato hace otras cosas. El literato se emancipa de los tres actos, y aquí puedes englobar desde Proust hasta Pla. Josep Pla no era un escritor de tres actos. La gente se piensa que le tengo manía y no es verdad. De hecho, yo creo que en Pla toda la vida quiso hacer narrativa de tres actos, Papitus, y tenía manía a Rodoreda porque no le salió bien y a ella si. La estructura de tres actos no existe porque sí. Le da nervio al relato.

Como decíamos, el suyo es un acercamiento a la narrativa desde el estructuralismo antropológico. ¿Sin embargo, por qué cree que se ha romantizado el hecho narrativo?

¡Es terrible! En realidad lo que hay detrás de esta polémica es un combate entre la concepción francesa de la literatura y otra de más bien anglosajona. Yo estoy a medio camino. No soy anglosajón, soy europeo, pero admiro su capacidad racional de enfocar la narrativa. Nuestra tragedia es que estamos demasiado cerca de Francia y culturalmente somos una provincia periférica. Las provincias periféricas de Francia llegan hasta Moscú, porque Napoleón entró en España y en Rusia y, al contrario de lo que dicen los libros de Historia, no salió nunca. Los franceses cometieron un error terrorífico, cuando después de la Revolución Francesa llenan el vacío de Dios con la Cultura. Eso tiene una consecuencia nefasta y es que convierte al escritor en el interlocutor entre la sociedad y la Cultura. Lo convierte en un sacerdote. Shakespeare quería llenar teatros y Cervantes hacía novelas humorísticas con putas por el medio y nadie les preguntaba sobre la política de Felipe II o de Isabel I. Pero después venden a toda esta gente y dicen que los escritores son gente mucho más elevada y el escritor se convierte en guía moral y en un personaje esnob. ¡Eso no tiene nada que ver con la narrativa! Desgraciadamente la concepción que tenemos del escritor es esta, que no es la mía. Ahora, el éxito internacional más importante de la narrativa en francés del siglo XX es Tintín. ¡Un cómic y belga!

Francia situó la Cultura en el vacío que dejó a Dios y convirtió a los escritores en sacerdotes

Albert Sánchez Piñol/Sergi Alcàzar

A Usted, sin embargo, le han pedido que escribiera artículos de opinión y que firmara manifiestos. Esta semana mismo encabezaba el manifiesto de escritores por la amnistía, impulsado por Òmnium.

He tenido mala suerte porque la misma semana que publico un libro donde digo todo eso, salgo firmando un manifiesto. Pero en un país normal me pedirían que firmara un manifiesto para salvar las focas y yo les diría que fueran a pedir la firma de un veterinario y no me fastidiaran. Pero estamos hablando de un país donde te cascan 10 años por subir encima de un coche. Y de un país pequeño donde a todo el mundo nos conocemos y algunos de los encarcelados son amigos míos. Si me piden firmar un manifiesto por la amnistía todavía sería más esnob quedarme en casa. Si puedo colaborar en alguna cosa, que es muy poca, lo hago porque vivimos en una situación persistentemente anormal.

Dice que el relato no nos hace mejores personas, sino personas.

Eso es otro viejo debate que yo creía que estaba superado, que es la idea que los clásicos y la cultura literaria nos hacen mejores. Y este es un viejo debate que quedó superado después del nazismo, cuando vimos muchos de los que crearon Auschwitz eran gente con una cultura clásica notable, que había leído Schiller y escuchaban Mozart. Pero parafraseando Azaña cuando decía que la República no hacía mejores personas, sino personas, la cultura no nos hace mejores personas. Nos hace personas. Entendemos el sentido moral a través de la narrativa e incluso en la Biblia los profetas usan recursos narrativos. La narrativa nos hace humanos, que es superior al concepto de ser buenos o malos. Además, yo he vivido en la selva con los pigmeos que no han visto un libro a su vida y no me he sentido nunca sol. ¡En cambio, en la selva humana me he sentido muchas veces solo!

Según escribe, al origen de cualquier historia hay o bien el chamanismo o bien la mediumnidad.

Sólo por eso ya valdría la pena publicar este libro. Que yo sepa, nadie se ha parado a pensar en eso. Esta es la gracia de la antropología, que te explica que el ser humano sólo ha diseñado dos instrumentos de alma para entrar en contacto con otras realidades. El primero fue el chamanismo, que nace en Siberia, que es la capacidad de algunos individuos de salir de su cuerpo, contempló otras realidades, volvió y lo explicó. El segundo invento es semita y es inverso: no eres tú que sales a buscar otras entidades, sino que estas entran dentro de ti. Este es el genio del judaísmo, que es Dios quien te viene a buscar. Estos dos sistemas son al origen de todos los procesos imaginativos. La imaginación no es una cosa abstracta, sino que sale de estos dos sistemas. Mi aportación es que los dos procesos de creación de imaginación son tan potentes que han creado todo los argumentos del mundo. Todas las historias que hemos creado y crearemos tienen dos argumentos: o bien alguien o alguna cosa va o bien alguien o alguna cosa viene. Y después está la suma de los dos, un relato que puede ser chamanístico y mediúmnico. ¡Es fantástico!

Explica cómo se escribe, pero no qué se escribe.

¡Claro! Y deja que vuelva a la cuestión del afrancesamiento. Es tan profundo que se manifiesta incluso académicamente. En Barcelona tenemos escoles de todo tipo, pero no tenemos un título oficial reconocido de narrativa. Se dice que la narrativa no se enseña porque está la concepción francesa que a escribir se aprende por  algún tipo de milagro, como si fuera el Espíritu Santo. Yo hago lo mismo que un profesor de escultura. Puedo enseñar a esculpir, pero no qué esculpir. No puedo enseñar qué escribir, pero sí cuáles son las técnicas y los elementos estructurales que hay a prácticamente todos los relatos y como a través de las diferentes generaciones que han ido aplicando el Papitu han ido apareciendo nuevos elementos, como el Midpoint, que yo no he encontrado antes del siglo XX. ¿Por qué no puedo explicar una serie de ecuaciones intelectuales que en el libro muestro y demuestro?

¿Cómo cree que será recibido el libro?

El libro tendría que hacer ruido, pero en un país de sordos es inútil. El discurso afrancesado es el dominante dentro del sistema literario catalán: los críticos, los académicos, los autores que van más de artistas. No utilizo por nada la palabra artista. Estamos en el siglo XXI, les guste o no. Y en el siglo XXI lo que hay es industria. A mí me puede gustar o no, pero es la realidad.

El libro hay un subtexto de crítica cultural importante.

Decidí escribir la última redacción durante el confinamiento más duro de la Covid, cuando estaba muy cabreado. Parece extraño que alguien como yo que está todo el día cerrado, se enfade más cuando  lo cierran. Hay una cosa que me fastidia mucho que son las capillitas. Yo no soy de ninguno, pero tampoco estoy en contra de las capillitas. Fíjate que el Ayuntamiento de Barcelona está gobernado por una capillita que se reunía en un bar y un día decidieron que serían alcaldesa y concejales, etc., y lo son. No estoy en contra de la idea de las capillitas, pero sí que estoy en contra del nivel de nuestras capillitas y su mezquindad.

No estoy en contra de la idea de las capillitas, pero sí que estoy en contra del nivel de nuestras capillitas

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Albert Sánchez Piñol/Sergi Alcázar

¿Ser fuera de estas capillitas lo ha afectado de alguna manera?

¡Me da igual! No me puedo quejar. A mí la narrativa me ha dado mucho más que el que yo le he dado. He tenido la suerte de poder vivir de la narrativa. Lo que me saca de quicio es cuando te califican de escritor de género. Como si unos hicieran alta literatura –que todavía espero saber qué es– y los otros una cosa menor. No entiendo esta superioridad de algunos, porque no sé en qué se justifica. Me gustaría saber si han hecho alguna cosa parecida a Las estructuras elementales de la narrativa. Para mí un escritor no es alguien que hace un artículo con cuatro frases ingeniosas. Escribir sabe todo el mundo a partir de los seis años, pero no todo el mundo sabe narrar. Y de narrar tengo unos conocimientos que ellos no tienen.

Los lectores lo han acompañado, sin embargo. Es uno de los autores más vendidos de la literatura catalana.

Mi capital es tener lectores, pero para esta gente tener lectores es malo. Las élites son pocas y no interesa en que haya más. Aunque después se quejen de no tener lectores porque dicen que la sociedad es inculta. ¡Quizás el problema es que no tienes ni idea del Papitu! Quejarte es muy fácil.

¿Ahora que hemos descubierto el Papitu, será difícil no ir buscándolo en todo lo que leemos o vemos?

¡Es un placer! Es una manera de duplicar el placer que te permite leer una novela o ver una película. Si puedes identificar el primer acto, con todos sus elementos, o el giro de guion, o lo que sea. También defrauda más cuando  los elementos estructurales no se cumplen. Pero no nos engañemos: estos elementos han estado siempre, yo sólo los he constatado.

Para acabar: ¿Usted cómo aplica el Papitu a su obra?

Lo aplico a todo lo que hago. Es que es tanto de sentido común. Por ejemplo, el primer acto tienes que presentar el protagonista. ¡Claro! Y no te puedes imaginar la cantidad de gente que no lo hace. Toda la vida he aplicado el Papitu, porque no hay vida fuera del Papitu. Admiro mucho los que dicen que ellos salen adelante sin aplicarlo, pero corren el riesgo de quedarse sin lectores. Y si alguien dice que eso es hacer best-sellers, los puedo decir que hay Papitus con más contenidos que de otros, porque yo hablo del esqueleto del relato, no de la musculatura o la piel. El Papitu siempre ha estado allí y si juegas a su liga, tienes que aceptar su reglamento. Pero como digo al libro, no es el reglamento de fútbol el que te produce Messi, sino que es precisamente el reglamento aquello que permite expresar su talento en el fútbol.

Escribir sabe todo el mundo a partir de los seis años, pero no todo el mundo sabe narrar

Albert Sánchez Piñol/Sergi Alcázar