El inclasificable Albert Serra (Banyoles, 1975) ha desconcertado este lunes el Festival de Cine de San Sebastián con su primer documental, Tardes de soledad, una aproximación estética -visual y sonora- a la liturgia de la tauromaquia. La película llega precedida de polémica, justo después de que se haya eliminado el Premio Nacional del Ministerio de Cultura y con el PACMA pidiendo la retirada preventiva.

El cineasta más radical y de mirada más personal de la cinematografía catalana defiende en una entrevista la "plasticidad" y el "placer estético" de las corridas, con momentos "al límite de lo absurdo". "Hace que entiendas la poesía de lo que es someter el animal de manera elegante, delicada e incluso barroca", opina. Fiel en la consigna que se autoimpone evitar trabajar con actores profesionales, ha encontrado en este documental un nuevo filón. Tardes de soledad es una aproximación en forma de retrato a una de las estrellas del toreo actuales, Andrés Roca Rey, ídolo de masas que arrasa en el sector tanto en la taquilla como en la plaza.

El documental aporta un nuevo punto de vista, una atmósfera que te obliga a sentir y entender alguna cosa más

La cinta acompaña a Andrés Roca en una quincena de corridas durante tres años para adentrarse en una temática "controvertida", como él mismo la define, para reflexionar sobre el desafío y la experiencia íntima que supone para el torero actuar en una plaza y que Albert Serra entrevé como un desafío estético. "El documental aporta un nuevo punto de vista, una atmósfera que te obliga a sentir y entender alguna cosa más", explica. Así, el cineasta de Banyoles busca ofrecer al espectador un ángulo inédito que hasta ahora "no sabíamos si existía" y que añade un "punto de fantasía" para llevarlo a un universo "más potente" que el "simple retrato de la realidad".

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Albert Serra lleva el debate de la tauromaquia al Festival de San Sebastián con el documental Tardes de soledad

La paradoja de un "patrimonio"

Según Serra, en Tardes de soledad se crea una "cierta paradoja" en el espacio que hace que uno pueda "entender" la "poesía de lo que es someter de manera plástica, delicada, elegante y barroca el animal". "Hay un placer estético [en las corridas] que puedes extraer si eres un espectador atento y si se dan las circunstancias", precisa. Precisamente este reto crea, para el director de Banyoles, una forma de belleza efímera a través de la confrontación "material y violenta" entre la racionalidad humana y la brutalidad animal.

Me interesan las paradojas de una práctica que es físicamente exigente, pero para la cual el vestuario es terriblemente incómodo y sin ninguna protección a pesar de tener riesgo

A pesar de no ser un aficionado, el director valora el "patrimonio" que supone la tauromaquia que "no se da en ningún sitio más del mundo", que se convierte en el "símbolo de alguna cosa" y se muestra contrario a su prohibición. "Convoca aspectos que como más avanza el mundo más necesarios son", defiende. Preguntado sobre si es un acto de "crueldad", asegura que es otro "debate" que sería "eterno" y que no le interesa. "Me interesan las paradojas de una práctica que es físicamente exigente, pero para la cual el vestuario es terriblemente incómodo y sin ninguna protección a pesar de tener riesgo".