El azar, o las siempre misteriosas políticas de programación de las plataformas, ha hecho que Reina Roja (Prime Video), Furias (Netflix) y Mary & George (Sky Showtime) se hayan estrenado con pocas semanas de margen. “Ahora estoy en esa edad en que me llaman para hacer secundarios”, explica entre carcajadas, cuando le decimos que últimamente nos lo encontramos hasta en la sopa. Es lo que ocurre en las tres series citadas, que demuestran que nuestro hombre igualmente trabaja aquí como en Francia o el Reino Unido. Pero el motivo de esta entrevista nada tiene que ver con ninguna producción televisiva.

Queremos hablar de Hate Songs, que estos días se ha presentado en el D'A Film Festival, y que llegará a las salas de cine el próximo 19 de abril. Àlex Brendemühl (Barcelona, 1972) es uno de los tres magníficos, y únicos, intérpretes de un absorbente y claustrofóbico juego triangular que, en un único escenario y centrado en el genocidio de Ruanda, reflexiona sobre la memoria histórica, el perdón y la reconciliación tras la barbarie. La película nos sitúa en 2014, cuando, con la intención de ensayar una radioficción que forma parte de un programa de pacificación en el vigésimo aniversario de la tragedia, un actor y una actriz ruandeses (Boré Buika y Nansi Nsue), con muy diferentes circunstancias y lazos con el conflicto, se citan con un técnico de sonido belga (el personaje de nuestro entrevistado) en la antigua sede de la Radio Télévision Libre des Mille Collines, la RTML. Aquella fue conocida como la radio del odio, porque se programaban música y mensajes que incitaban a los oyentes hutus a coger los machetes y salir a exterminar tutsis.

Foto: Irene Vilà Capafons

En este 2024, Brendemühl ganó su tercer Gaudí (los otros habían llegado con Las dos vidas de Andrés Rabadán e Historias para no contar) y vivió su primera nominación al Goya por su trabajo en Creatura, con un rol clave, el de padre despistado, para entender el proceso de autoconocimiento del cuerpo y del deseo de la protagonista. "Sí, sí, es así", afirma contundente al preguntarle si cree que vive el magnífico momento profesional que se adivina desde fuera. “Ahora hago cosas que me apetecen. Y he dicho no a muchos proyectos, porque creo que la suerte y el secreto de mi éxito, si lo tengo...”

Yo creo que, claramente, sí lo tienes.
... pues la razón es que me he ido haciendo un camino propio, y que de algún modo me he diseñado la carrera un poco a mi medida, que es lo que pienso que deberíamos hacer todos. Porque al final eres responsable de la trayectoria que tienes. No puedes llorar y decir que no te llegan papeles. Si no te llegan, pues tienes que buscarlos.

O generártelos.
O ambas cosas. Uno también es responsable de hacer siempre el mismo tipo de personajes. Y quizás los haces muy bien, esto es lo que se te da bien y, cuando haces según qué trabajos, estás impostado. No lo sé, cada uno tiene sus especialidades. Yo creo que también, en los últimos años, he podido realizar proyectos muy variados. Y el hecho de trabajar aquí y allá también me permite que me ofrezcan cosas diferentes en distintos lugares.

El genocidio de Ruanda sucedió en un periodo de tiempo muy corto, fue fulminante: en tres meses mataron a casi a un millón de personas

Tengo la sensación de que eres una rara avis: hace 25 años que te vemos, con éxito y reconocimiento, con premios y nominaciones. Pero siempre, desde un perfil más bien bajo. Y con una coherencia, una fidelidad, a la idea que probablemente tienes de tu oficio. Seguramente has realizado trabajos para pagar la hipoteca, pero creo que no has aceptado demasiados peajes.
No, no hago demasiadas concesiones. Y también me lo paso muy bien trabajando. O sea, al final, realmente el mío es un trabajo divertido. Y a veces tienes que pellizcarte. O sea, ¡es que pagaría por trabajar! Pero no, mejor cobrar, que tenemos que poder seguir vivendo [ríe]. Yo sigo mucho mi intuición, y evidentemente hay veces que no aciertas, que no te entiendes con el director o que las compañeras o compañeros son impresentables que te hacen la vida imposible. Pero en general, si me escucho con sinceridad, normalmente sí acierto. Y esta quizás sí que es una virtud que tengo, mi intuición, porque en el trabajo siempre he tenido bastante claro lo que sí quería y lo que no.

Hate Songs llega en plena conmemoración de los 30 años del genocidio de Ruanda.
Cuando Ibón—Cormenzana, productor— y Alejo —Levis, director— me hablaron de este proyecto, el tema de Ruanda era un eco lejano, que me sonaba ligeramente... pero aquellos hechos se desdibujaron con la guerra de los Balcanes, de la que aquí se hablaba mucho más, y coincidieron en el tiempo. El genocidio de Ruanda sucedió en un período de tiempo muy corto, fue fulminante. En tres meses mataron a casi un millón de personas. Entraron en tromba y el mundo no se enteró, o no quiso enterarse. Y los gobiernos, la opinión internacional, no se hizo eco, o se lo miraron por encima, porque era un conflicto que ni les iba ni les venía.

Foto: Irene Vilà Capafons

África ha importado poco, habitualmente.
Geoestratégicamente, el genocidio no simbolizaba nada como para tener que implicarse. Entonces, es que, en el fondo, existen conflictos de primera y conflictos de segunda. Hay temas de los que no se habla, que la prensa olvida en dos días. Y, bueno, me pareció que un proyecto como este era necesario. Y porque también era una forma de hablar de tantas cosas que vemos ahora mismo, porque podemos dibujar un paralelismo con lo que hoy se está viviendo en Palestina. También podríamos abrir el tema de la memoria histórica, y de cómo resolver conflictos y guerras fratricidas como la que nosotros mismos tuvimos en este país; cómo encontrar la reconciliación, cómo mirarse a los ojos y aceptarse. No sé si decir pedirse perdón, que es pedir mucho, pero... Un país como Ruanda, que ahora está floreciendo económicamente, y es uno de los que tiene la renta per cápita más alta en África, y que parece que aparentemente ha superado ese conflicto treinta años más tarde. La sociedad vive en una cierta armonía, a pesar de que es un país que sigue en dictadura, pero un poco laxa, y la gente ha encontrado un entente cordial como para poder levantarse por la mañana, salir a la calle y no matarse. Ni alimentar este rencor después de una guerra...

Que el elemento incentivador de odio y violencia fuese una emisora de radio, también nos invita a reflexionar sobre el papel de los medios de comunicación a la hora de hacer propaganda. Ahora mismo, los medios están muy desprestigiados, aquí y en todas partes...
Totalmente. Las fake news, los mensajes de odio, la manipulación de las noticias, cómo se inventan cosas, cómo se utiliza el poder de los medios para distorsionar la realidad, todo esto está más presente que nunca. Y si le añadimos las redes sociales, con Twitter como espacio de odio donde se vomita desde el anonimato... Vas atrás hasta el año 1994, y ves cómo la radio RTML se convierte en un arma de destrucción, cómo se convierte en una herramienta tan poderosa para manipular y generar odio. Yo creo que se puede trazar ese arco hasta la realidad más actual.

¿Cómo veis el periodismo desde vuestra profesión?
Mira, yo empecé a estudiar periodismo. Y creo que muchas veces enfoco mi labor como actor desde una perspectiva casi periodística. Creo que también somos un medio para retratar la realidad, para hacer crítica, para hacer comentarios sobre lo que nos rodea, sobre el mundo que nos ha tocado vivir. Y creo en nuestra responsabilidad, como artistas y creadores, a la hora de poner un punto de vista, un acento sobre temáticas y sobre problemáticas, e invitar a reflexionar. Creo que es parte de nuestro trabajo. Al igual que el entretenimiento, la diversión, la evasión, que también es muy necesaria y forma parte de nuestro día a día, también debe haber una parte de compromiso, de denuncia y de discurso. Por otra parte, creo que las redes sociales han generado una competencia en los medios de comunicación, en el periodismo, y se crean unas plataformas de opinión y de distorsión de la realidad que son un virus que desvirtúa vuestro trabajo. Le está quitando valor, mérito y respetabilidad, y remuneración.

No sé si he aprendido alguna cosa. con Creatura, lo que sí es cierto es que me he he oído|sentido identificado y menos solo viendo que las cosas que me pasan también le pasan a muchas personas de mi entorno

Vienes de hacer Creatura, una película muy potente hecha desde este compromiso tan necesario, con una perspectiva novedosa, que ha generado mucha conversación. Tú ganaste el Gaudí, fuiste nominado al Goya... ¿Qué has aprendido, como hombre y como padre, haciendo Creatura?
Es verdad que Creatura es una película muy política, en el sentido de que desnuda la sexualidad femenina y desnuda la gran incógnita del deseo femenino. Después de ver cómo Creatura ha llegado y ha despertado tanta incomodidad, que ha hecho explotar el cerebro de tanta gente... bueno, por fin hablamos de algo a lo que no sabemos ponerle nombre. La película genera grandes interrogantes, y esto es muy interesante. Se le da muchas vueltas después de la proyección, ha generado debate, yo mismo me he encontrado con muchos padres que me han dado las gracias, que me han contado cosas que han vivido con sus hijas, que no sabían cómo gestionar su relación con ellas, con su cuerpo y su sexualidad, con tensiones en el paso a la adolescencia, a la edad adulta.

Insisto, ¿y tú qué has aprendido? Porque tú tienes hijas adolescentes...
Yo tengo dos hijas y un hijo preadolescentes. Mira, cuando leí el guión le dije a Elena Martín que entendía muchas de las cosas que le pasan a este personaje, las veo, me han pasado directa o indirectamente, o me da miedo que me puedan pasar o no. No sé si he aprendido algo. Lo que sí es cierto es que me he sentido identificado, y menos solo viendo que las cosas que me ocurren también le pasan a muchas personas de mi entorno. Y que el cuerpo femenino, el cuerpo humano, la sexualidad y el deseo siguen siendo un gran tabú. A partir de ahí te tranquilizas, sigues el curso del río. Lo que digo es que quizás nunca aprendemos, y estos temas seguirán siendo siempre un tabú. Antes era el peso de la religión católica, o la represión de una educación por la que el sexo era tabú. No toques, no hables, no mires. Y ahora, en el siglo XXI, tú puedes pensar que esto a ti no te va a pasar: yo hablaré abiertamente con mis hijas sobre sexualidad, y tendremos un diálogo fluido. Y hacerlo sigue siendo igual de complicado para mí que debía de serlo para mis padres. Asumámoslo, e intentemos hacer algo. Por eso es tan importante que se haya hecho una película como Creatura

Hablábamos hace un momento de la responsabilidad del artista: a la hora de elegir un trabajo, ¿te empuja el hecho de que incluya compromiso, mensaje, política?
Creo que haber hecho los trabajos que he hecho, o tener el recorrido que tengo, ya atrae a un tipo de proyectos y de temáticas, y también de actitudes. Entonces quizá algún director dice, hostia, para esta peli veo a Àlex, porque podría ser un actor que se implique, que crea, que vaya más allá, y que pueda darle una vida a este personaje, y encarnarle y darle una credibilidad. Y con eso, bueno, al final te creas un sello, para bien y para mal. Y evidentemente el compromiso forma parte de ello. Yo siempre intento que lo que hago pueda incitar a la reflexión, a un cambio, a una evolución, a un aprendizaje. Para mí y para el espectador, porque creo que al final vamos de la mano. Si para mí genera un aprendizaje y un cambio de paradigma, pues es un regalo. Es un regalo y creo que no es tan complicado que eso forme parte de mi trabajo.
 

Foto: Irene Vilà Capafons