Imposible entender el teatro catalán (e internacional) contemporáneo sin su presencia. Àlex Rigola (1969) ha dirigido grandes equipamientos teatrales como el Teatre Lliure (2003-2011), La Bienal de Venecia (2010-2016) y Teatros del Canal (2017-2018). Creó la productora HEARTBREAK HOTEL y ahora ha abierto una sala, la Heartbreak, en Plaça de l'Olivereta de Badal, en el barrio de Sants. Actividad frenética que no cesa, ya que ahora también reestrena Hedda Gabler de Ibsen con Nausicaa Bonnín, Miranda Gas, Pol López, Marc Rodríguez y Joan Solé. Del 12 de septiembre hasta el 15 de octubre.

Hasta ahora, habías construido una caja para poner público y actores. ¿Y ahora?
Confío tanto en el formato de la caja, que he construido un teatro que es una gran caja. El primer espectáculo sí que la mantendrá, pero a partir del segundo, no. Son las dimensiones con las que nos sentimos confortables. Buscamos el formato pequeño de mucha proximidad, en la cual se produce una verdad concreta. Por eso, este tipo de interpretación requiere una sala específica con unas condiciones concretas. Las interpretaciones serán de una alta calidad.

Trabajo siempre al servicio del actor. Porque el actor es el comunicador. Uso lo que tienen los textos para explicarnos a nosotros mismos

Siempre trabajas a partir de textos dramáticos, pero para desnudarlos.
Me gusta intervenir dramatúrgicamente siempre para modernizar el argumento. Es tan importante que la traducción sea nueva, no podría leerlo sino. Me pasa también cuando leo lúdicamente. Yo trabajo siempre al servicio del actor. Porque el actor es el comunicador. Uso lo que tienen los textos para explicarnos a nosotros mismos. Encarnar el texto con las distancias que se producen me dejan poco satisfecho, incompleto. En cambio, si me hablas de tus experiencias, allí donde encuentres cosas que se parecen mucho, lo explicarás mucho mejor.

Has renegado de un cierto teatro. El que se hace en las salas grandes. Has llegado a decir en Catalunya Ràdio que pondrías dinamita en la sala grande del Teatre Nacional...
Eso es como el meteorito de la librería Ona... Ahora estrenaré L’home de teatre  de Thomas Bernhard. Es básicamente un monólogo. Y el texto se estrenó con Lluís Homar y dirección del Xavier Albertí en el Teatre lliure mientras era director artístico. Nosotros lo convertimos en un monólogo con Andreu Benito. Yo planteo otra manera de introducir el texto. La historia es la de un actor megalómano que solo trabaja por los teatros de los pueblos de la Austria profunda. Yo trabajo con Andreu Benito que siempre ha trabajado en los grandes teatros de Catalunya y que ahora viene hasta Badal y trabaja para 72 personas. Es una traducción del texto original. La idea gamberra habría sido hacerlo en el Teatre Nacional y provocar una recepción similar a la de Bernhard cuando estrenó el texto.

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Àlex Rigola en su nueva caja: el teatro Heartbreak / Foto: Eva Parey

¿La idea es crear también escuela?
Hacer escuela no, pero habrá una transmisión de conocimientos. Cada uno tiene su manera de hacer y todas son bienvenidas. Y abriremos el teatro a otras personas para que dirijan espectáculos.

¿Has acabado aquí porque no has encontrado tu lugar?
Dirigir un gran equipamiento es una responsabilidad que ahora no quiero. He tenido la suerte de que desde muy joven he trabajado en cargos muy grandes. No tengo una ambición de poder, es simplemente una ambición escénica. Tengo ganas de recogerme, también.

¿Eso quiere decir que escribirás? ¿Ocuparás otros papeles?
Lo he pensado. Pero ahora tengo dos trabajos: hacer de este espacio un lugar que funcione para la ciudad, y conseguir a un público fiel. Les ofreceremos este tipo de acting, con grandes textos teatrales. Después añadiremos nueva creación. Aquí queremos construir una casa para el trabajo actoral. Por ejemplo, en la Beckett el epicentro es la autoría. Y merecidamente ha acertado en la reforma del espacio en Poblenou. Nosotros eso no lo tenemos, pero la plaza que tenemos al lado es fantástica.

Ahora tengo dos trabajos: hacer de este espacio un lugar que funcione para la ciudad, y conseguir a un público fiel

¿Hablar de potenciar el acting en términos económicos, quiere decir poder pagar los sueldos de los actores durante los ensayos? ¿Eso será viable?
Veremos qué pasa los próximos años. No podemos hacer espectáculos con muchos actores y estarán bien pagados. No tenemos la capacidad de pagar como los teatros públicos. El más importante es el actor, la materia prima del proyecto.

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Àlex Rigola reestrena en el Lliure Hedda Gabler d'Ibsen / Foto: Eva Parey

Cambio de tema. ¿Cómo ves el Teatre lliure? Estamos a punto de conocer a un nuevo director. ¿Tanto ha cambiado desde cuando tú te marchaste el año 2011?
El Lliure cambia en función del equipo. Hay una parte fija, estructural, que está llena de personas que aman su trabajo y el teatro. Después, está la personalidad de sus directores artísticos, que en el fondo dirigen todo el teatro y tienen una influencia mucho más grande en cómo se ven estos equipamientos. Cogen personalidad. Los últimos directores somos muy diferentes entre nosotros y por eso ha cambiado mucho cada vez. El Lliure no es mío, no tengo una idea sobre lo que tiene que pasar. Pero una de las cosas que hicimos y que se ha perdido son los artistas que tenían continuidad. Cada año eran programados. Eso quiere decir que de 40 espectáculos anuales, 16 artistas repetían cada año. Daban una entidad al espacio.

El Lliure no es mío, no tengo una idea sobre lo que tiene que pasar

¿No encontramos soluciones al "Tapón Generacional"?
Piensa que ahora los artistas hacen un año en el Lliure y el siguiente en el Nacional. Las casas acaban por no tener entidad. Siempre ha habido un tapón generacional. Porque hay unos artistas que se han consolidado y otros que no. A unos les ha costado mucho hacerse un espacio y a otros menos. Pienso en los VVAA, en la Calòrica. Han encontrado su espacio. Y son coincidencias y acaban entrando. El teatro como es efímero, continuamente muta. Y nosotros también mutamos.