La Seu d'Urgell (condado independiente de Urgell), sobre el año 1020. Hace 1.000 años. El obispo Ermengol —posteriormente canonizado como San Ermengol de Urgell— rubrica y publica el Acta de Consagración de la Catedral de Urgell, que relaciona todos los edificios religiosos (fundaciones eremíticas, fundaciones monásticas, templos parroquiales) que dependen de la diócesis de Urgell. En esa relación figuraba el monasterio de Sant Llorenç, que acabaría transformando el nombre de la pequeña población que, desde finales de la centuria del 800, se había creado y desarrollado en torno a la comunidad monástica. Del Novezá o Lanoves del siglo IX se pasaría al Sant Llorenç de Lord del siglo XII y, posterior y sucesivamente, a Sant Llorenç dels Piteus y al actual Sant Llorenç de Morunys (en el extremo norte de la comarca del Solsonès).
El caso de Sant Llorenç
El caso de Sant Llorenç de Morunys es muy evidente. A partir de una fundación monástica, que la investigación historiográfica data de la época visigótica (siglos V a VIII) y que muy probablemente sobrevivió, oculta entre las montañas, durante la época árabe (723-785), se creó una pequeña concentración de población (siglo IX). Sería, también, el caso de Sant Joan de les Abadesses o de Sant Cugat del Vallès, que, como Sant Llorenç de Lord, surgirían durante la organización carolingia del territorio. Pero en el territorio de la Catalunya Vella (los condados carolingios de la mitad sur de la Marca de Gotia), nos encontramos con más de 100 arrabales, pueblos y villas que llevan el prefijo "Sant" o "Santa" y que no tienen un origen relacionado con la existencia previa de un edificio religioso. ¿Por qué en la Catalunya Vella existe esta profusión de pueblos "santos"?
Los barones usurpadores
Para entender la existencia de este fenómeno, debemos situarnos en la época crítica de la mal llamada Revolución Feudal, que se produjo a caballo entre el año 1000. Durante esa etapa, ocurrieron muchas cosas, pero las que más marcaron el paisaje social y económico resultante serían la desaparición de la propiedad y de la libertad campesinas. Los barones territoriales —el eslabón intermedio entre el poder condal y las clases campesinas— abonaron y promovieron un paisaje de violencia permanente, con el objetivo puesto en usurpar la pequeña propiedad y someter a la sociedad a un régimen de servidumbre muy oneroso (los llamados malos usos feudales). Durante el siglo XI, los condados catalanes —que ya se habían independizado del poder franco— vivieron un intenso proceso de feudalización —como todos los países de Europa— que empobreció y violentó a su sociedad.
¿Cómo usurpaban la pequeña propiedad?
La mecánica de usurpación era muy simple. Dos o más barones territoriales, que habían recibido el encargo condal de preservar el orden público y la defensa militar del territorio, creaban —a propósito— un escenario de inseguridad y de violencia con operaciones pactadas y alternas de pillaje y saqueo. Aquella sociedad violentada podía reaccionar de varias maneras, pero, cada vez más, los pequeños campesinos entregarían la propiedad de su tierra a su barón territorial a cambio de seguridad en caso de agresión externa. Los historiadores se empeñan en denominarla Revolución Feudal, pero la podríamos llamar, perfectamente, Revolución Mafiosa. Una vez que el campesino había entregado la propiedad de su tierra, quedaba vinculado a él mediante una especie de contrato de alquiler muy pesado que comprendía el pago de una renta y de unas prestaciones personales (los malos usos).
La Pau i Treva
Hacia finales del siglo XI, la situación era tan crítica y tan amenazadora para el futuro de ese edificio político que estaban construyendo los condes de los casales de Barcelona y de Urgell, que una de las personalidades más importantes de ese universo primigenio catalán, el Abat Oliba, convocó una representación de cada uno de los estamentos de esa sociedad para pactar unos mínimos. Fue en Toluges, en el condado del Roselló, en el año 1027, y en dicha asamblea, llamada de Pau i Treva, se decidió crear "zonas desmilitarizadas": el templo parroquial y un espacio de treinta pasos a su alrededor quedarían libres de la opresión y de la violencia baroniales. Esta "solución" no fue de fábrica catalana ni se aplicó, exclusivamente, en los condados catalanes, pero sí que puso freno a un régimen opresivo y violento que en Catalunya estaba totalmente desmadrado.
Los treinta pasos
En Toluges se limitó el dextro —el espacio alrededor del templo que quedaba libre de violencia— a un máximo de treinta pasos. Pero, enseguida, los campesinos ampliaron ese radio y edificaron sus casas en su interior. Posteriormente a los acuerdos de Pau i Treva de Toluges —y durante todo el siglo XI—, se produciría un proceso de atracción hacia el núcleo de ese espacio de seguridad. Las primeras comunidades que escaparían de la opresión y la violencia del régimen feudal desplazarían sus viviendas hacia el interior del dextro y los apiñarían, prácticamente adosarían, al templo parroquial. Eso explica el porqué algunas tramas urbanas medievales de nuestros pueblos están dispuestas sobre el terreno en torno al edificio parroquial. Pero no explica —al menos, no lo explica siempre— el prefijo "Sant" o "Santa" al inicio del topónimo.
La colonización de la Catalunya Vella
A finales del siglo XI, con el proceso de feudalización plenamente consolidado, el límite sur de los dominios condales de Barcelona y Urgell (los dos motores de la formación y expansión nacional catalanas) estaba situado sobre el macizo del Montsec y sobre la raya de los ríos Llobregós y Foix. Pero detrás de esta línea de fortificaciones, las marcas (nombre que recibía el territorio fronterizo) todavía estaban vacías. La colonización era lenta y pesada, y a menudo los poderes condales y baroniales tenían que crear instrumento de estímulo para fijar a la población en esa tierra insegura. Los establecimientos promovidos por el poder enseguida eran dotados con un templo religioso cristiano, que se dedicaba a la advocación de un santo o una santa, que se convertía en el centro de la vida social y cultural de la nueva comunidad, el núcleo de un nuevo "dextro" y el origen del topónimo de la villa.