Ciertamente, no solo es complicado saber darle continuidad a una saga, también mantener la atención tras tantos dimes y diretes. Algo que muchas veces se diluye a causa de la reiteración y la falta de alicientes. Desde la original de Ridley Scott en 1979, esto ha dado demasiadas vueltas y, no siempre, en el sentido correcto y con el enfoque adecuado. No es nuevo, Star Wars u otros tantos transatlánticos similares han cometido el mismo error: tratar de sacar leche de una teta que no da para más. Pero como los números salen, el marketing funciona, y hay muchos que viven de ese legado, el invento todavía sigue vivo en pleno 2024. Tras exprimir ideas y formatos que se confirmó no dejaron huella (curiosamente el del videojuego Alien: Isolation fue el más lucido), en esta nueva versión de Alien, que mañana llega a las salas de cine, la apuesta es por un director joven: el uruguayo Fede Álvarez, catalizador de No respires y la nueva versión de Posesión infernal; con unas ideas bien estructuradas. Esa era la clave, a pesar de algún recelo, para retomar (con cierto entusiasmo) una saga en evidentes horas bajas.
Sin embargo, desde el primer anuncio o el tráiler inicial, la cosa ya pintaba bien: se crearon expectativas. ¿Por dónde y de qué manera nos iba a llevar esta vez el bicho de marras? Eso estaba por ver, aunque el cartel promocional y ese fondo de color rojo intenso ya nos daban alguna pista (con mucha imaginación y algo de intuición, pero al fin y al cabo, pistas), y los comentarios en redes, la información previa en medios especializados y esa ilusión, que en esta ocasión la cosa iba al alza con un director que se toma la oportunidad de liderar una película de la franquicia Alien como el mayor de los honores, y la seguridad de que, como productor, está el mismísimo Ridley Scott, aunque este desee marcar la pauta. Y como guía para situarse, ya que durante años ha habido muchos saltos y derivas, la historia se ha situado (hipotéticamente) entre la primera y la segunda parte de la saga. Con lo que esto conlleva: las inevitables comparaciones y la sensación, a veces, de copia y pega.
La idea en Alien: Romulus es combinar lo nuevo con lo viejo, no en vano han pasado 45 años desde que en 1979 se estrenara Alien: el octavo pasajero
Regreso al origen de todo: terror, acción y pesadillas
Así pues, la idea en Alien: Romulus es combinar lo nuevo con lo viejo, no en vano han pasado 45 años desde que en 1979 se estrenara Alien: el octavo pasajero. "Admiro su pureza, es un superviviente al que no afectan la conciencia, ni los remordimientos, ni la fantasía de la moralidad… No tenéis ninguna posibilidad, pero contáis con mi simpatía", decía Ash en esa entrega. Por tanto, tras merodear en exceso por diversos géneros, Fede vuelve al origen de todo: el terror, la acción y las pesadillas. Y lo hace con un reparto de gente joven. Un acierto, pues lo hace más creíble si cabe. E intenta, además, que las relaciones entre personajes sean más cercanas que en otras películas de la saga, que haya algo que los conecte más allá de la obsesión por el bicho. Es más, es encomiable la complicidad en Alien: Romulus entre, por ejemplo, Rain y Andy. “Si es lo mejor para Rain, es lo mejor para mí”, dice él. O cómo padecen cuando uno de sus compañeros desaparece o sufre un percance. No hay muchos diálogos, pero ese nunca ha sido el fuerte del director, y la sintonía entre ellos es evidente. Y sí, ahí siguen los xenomorfos, los chistes malos, las figuras sintéticas que abren puertas (¿alguien se va a seguir fiando de ellos?) y, como hilo, una inspiración del todo inesperada: Newt, la niña de Aliens: El regreso.
Sin rencillas ni luchas gratuitas, esta versión de Alien respira verdad
Con este puzle y aún con piezas por colocar, la encargada de comandar a la pandilla dentro de la nave es Cailee Spaeny (el primer tramo de la película en esa ciudad postindustrial a lo Blade Runner es una maravilla). Ella, que ya brilló en Priscilla o en la más reciente Civil War, es la elegida para una cinta que por fin se aleja de las ínfulas postmodernas de algunas predecesoras (allá donde chirriaba Prometheus, esa reválida tan discutible de Ridley Scott). Aquí hay víscera, fluido ácido y un deseo extraño e inverosímil: emprender el viaje para encontrar la luz del sol. Sin rencillas ni luchas gratuitas, esta versión de Alien respira verdad; la que propone Álvarez y el guionista Rodo Sayagues, cómplices en la misión de que Alien: Romulus reflote una saga que iba a la deriva. Ahora, con este nuevo impulso, recobramos la fe: el bicho está en buenas manos. “¿Qué se exige de mí, mi señor?”, pregunta Andy. “Acabar con la misión”, responde Rook. Pues eso, trato hecho.