Cristian Quirante (Castelldefels, 1984) no nació con un Grammy bajo el brazo: los tres que ha conseguido —Mejor canción de pop-rock por Hong Kong (con Andrés Calamaro), Mejor canción alternativa por Nominao (con Jorge Drexler) y Mejor ingeniería de grabación de un álbum por El Madrileño, de su colega C. Tangana— los ha sudado pero bien. Trabajó de camarero muchas veces, estudió Telecomunicaciones, quemó la noche, pinchó en garitos, un tipo normal. Un día se tiró a una piscina sin saber si había agua y vio que se le dio bien nadar. Se le multiplicaron los panes y los peces y las oportunidades: C. Tangana, Rosalía, Becky G, Amaia, Lola Indigo, Aitana. Le llamó también Joan Dausà hace poco. A todos les compuso canciones; a todos les vio brillar con sus temas. Antes de morirme. Llorando en la limo. Booty. Demasiadas mujeres. Ateo. La canción que no quiero cantarte. Acaba de sacar novedad musical con Zahara reversionando berlin U5. Podría seguir.

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En noviembre sacó su primer disco en solitario, Tiene que haber algo más, un álbum en el que han colaborado Rigoberta Bandini, Amaia, Little Jesus, Jota de Los Planetas, y su querido Antón. En él vuelca su propia apología del mañaneo y del desamparo, esa frustración algo kamikaze de quien se enamora efímeramente en la esquina de cada discoteca. Porque Alizzz rezuma a after y a melancolía, a ron con cola y a mensaje a las seis de la mañana. Al otro lado del teléfono parece un buen tipo de barrio que aprovecha lo que le viene con la frescura de un chaval y la sabiduría visionaria de un octogenario, y gracias a esa dualidad tan marcada le llueven las ofertas en salas y en festivales de toda la península: el Palencia Sonora, el Mallorca Live Festival, el Vida, el BBK, el Contemporánea, el Bahía Sound, el Santander Live, y aún más. En Barcelona tocó en el Primavera Sound durante su primer fin de semana: todo lleno. Porque aunque su nombre empezó a resonar siempre pegado al de Pucho, ahora ya tira solo, como los arriados. 

Foto: EFE

¿Qué tal fue el concierto que hiciste en el Primavera Sound?
Pues tenía mis miedos porque tocábamos a la vez que Gorillaz, y además me habían puesto en el escenario que está pasado el puente. Hay gente que incluso no sabe ni llegar hasta ahí, y tenía ese miedo. Pero me sorprendió porque había muchísima gente y todos los que estaban ahí habían venido expresamente para verme. Muy contento.

¿Has tenido alguna vez el síndrome del impostor?
No soy una persona con una seguridad muy grande en mí mismo, pero la he ido ganando, en el ámbito profesional me siento seguro. Sí que me sorprendió la acogida que tuvo el proyecto, pero ya me he ido acostumbrando y ya me lo he empezado a creer un poco.

¿Quién es Cristian y quién es Alizzz?
Somos la misma persona, pero Alizzz es un proyecto artístico en el que yo intento transmitir unas emociones y explicar mis historias hasta donde yo quiero. Mi vida personal me la guardo. Intento guardarme un pedacito bastante grande para mí.

Eres receloso de tu intimidad.
Sí. Hay límites que tengo bastante claros. Así me protejo y protejo a los míos. Pueden pasar mil cosas en la vida y como no quiero que puedan verse salpicados por cualquiera de ellas, no les involucro e intento mantener esos límites a raya. Al final también hago las cosas de una persona normal, ir a comprar el pan o ir al supermercado, ¿sabes?

Mi vida personal me la guardo; intento guardarme un pedacito bastante grande para mí

Pero de repente te has convertido en alguien mediático, eso es un tema.
De momento lo llevo bien. Ya te digo, tengo claros esos límites y sigo jugando un poco con eso. Intento hacerlo y gestionarlo lo mejor que puedo. Cuando me reconocen bastante más por la calle, o se pierde ese punto de intimidad o sabes que te están mirando, hasta me resulta agradable, porque la gente es maja y al final puedo caminar tranquilísimamente por todo el mundo. Sí que he trabajado con mucha gente mucho más popular que yo, que veo que no pueden salir a la calle, y eso sí que me da un poco de vértigo. Si llega algún día, habrá que lidiar con ello.

O sea, que no te ha pasado lo que contaban en un Salvados Amaia y Jaime Lorente, que dijeron que echaban de menos sentirse normales o que personas de su entorno les preguntaran cómo estaban.
No estoy para nada en ese punto. Amaia y Jaime Lorente están en otra esfera de popularidad, pero entiendo lo que dicen. A veces sí que tienes un poco la sensación de ser un mono de feria o un trofeo con el que hacerse una foto, y yo a veces lo evito. Por ejemplo, si estoy en un festival y he tocado, pues luego no salgo a ver un concierto aunque me apetezca, porque me da un poco de reparo —de vergüencilla, incluso— pasar por en medio de la peña. Pero ya te digo, de momento lo vivo de una manera muy tranquila. 

Sigues viviendo en Castelldefels, entiendo que sientes apego por tus raíces.
Es un campamento base donde estar tranquilo. Me he reconciliado con Castelldefels, pero estuve peleado durante un tiempo con el pueblo porque es un sitio donde la cultura es bastante nula, se hacen muy poquitas cosas a nivel cultural —o al menos yo creo que se podrían hacer más—. Pero mis amigos siguen estando aquí, toda mi familia también, y es un sitio al que me siento enraizado y donde estoy a gusto. También es donde he hecho todo lo que me ha llevado a trabajar y a vivir del arte, pese a que mi mayor inspiración probablemente no haya sido pasando experiencias aquí.

Portada de Tiene que haber algo más, primer disco de Alizzz.

Con alguna inspiración de estas supiste que podrías ganarte la vida con esto.
Siempre he ido muy poco a poco, paso a paso. Sí que ha habido chispas que te llevan un poco más hacia arriba. Por ejemplo, cuando hacía música electrónica hice un EP, Whoa!, y empecé a pinchar fuera por todos lados, en Europa, en Japón, en Estados Unidos. Ahí tuve un momento de éxito muy de nicho pero que ya me permitía tener visibilidad. Y como productor para artistas,  Antes de morirme —de C. Tangana con Rosalía— supongo que es el punto de inflexión en el que vi que eso podía ir para algún lado. Allí decidí dedicarme y volcarme a producir.

¿Has conocido la precariedad?
Claro. Desde los 16 he trabajado de un montón de cosas, sobre todo de camarero. Con algunos amigos hemos ido a Menorca bastantes años a hacer la temporada. He trabajado de extra en la hostelería, he sido profe de repaso de chavales, he trabajado en el taller de mi padre, 8 horas en una oficina, curillos mil, cualquier cosilla que salía. Hasta que con 22 años acabé la universidad —Telecomunicaciones— y empecé a currar de programador. Sí que empecé siendo precario, pero luego fui promocionando y al final se convirtió en un curro estable al que me podía haber dedicado toda la vida. 

Siempre me siento muy contenido y es una cosa que me define: (la masculinidad hegemónica) seguramente no me haya beneficiado a la hora de expresar mis emociones

Dicen que haber mamado mierda desde abajo te forja.
Yo lo vi ya con mi padre, que tenía un taller como mecánico de camiones y ha currado como nadie. Y yo, como he trabajado tantos años de otras cosas, valoro cada día poder dedicarme a hacer música, que es lo que me gusta. Despertarme sin alarma, organizarme el tiempo como yo quiero y poder vivir de componer, que es lo que más me gusta hacer en el mundo. Creo que si te viene dado o si no has pasado por todo ese periplo de experiencias hasta poder dedicarte a lo que quieres después de tantos años, igual no le das tanta importancia. Cuando dejé de trabajar me daba mucho miedo pensar que igual cualquier día me tenía que volver a la oficina. 

En tus letras eres muy introspectivo y melancólico, se te ve un tipo sensible.
No sé, supongo. Yo siento las cosas muy fuertes. Me cuesta mucho menos expresarme escribiendo o con la música que con mi cuerpo o verbalmente; con la música, y cuando me expreso artísticamente, me noto más explosivo a nivel emocional. Como persona, vivo metido en un límite de emociones, me cuesta permitirme estar muy alegre, o muy triste, o muy enfadado. Siempre me siento muy contenido y es una cosa que me define. No sé si debería cambiarlo, si es bueno o malo, pero es así. 

Quizás es que te ha pesado la masculinidad hegemónica.
Seguro. Seguramente no me haya beneficiado mucho a la hora de expresar mis emociones. Estoy afectado por este tipo de masculinidad como todo hijo de vecino. También te digo que no lo he analizado mucho, pero algo bonito del arte y de ser artista es que consigues convertir toda esa toxicidad de tu vida en algo poético. Las cosas que te afectan a mal es tarea tuya convertirlas en algo bueno. 

¿Te inspira lo triste?
Yo es que veo mucha belleza en toda la basura que tenemos dentro. Hay una parte poética y bonita. Siempre me han gustado más las canciones tristes, pero tampoco diría que tengo un fetiche con eso: cualquier día me cambia la vida o la manera de ver las cosas y me hago un disco con acordes mayores.

Escuchar canciones tristes se asocia a los corazones rotos.
No te creas, eh. A todos nos han roto el corazón, pero no me lo han estado rompiendo constantemente ni lo he estado buscando. A las personas nos gusta que nos rompan el corazón o que nos achuchen todo el rato; a cada uno le gusta algo y siempre está en busca de ese algo, del drama o de que te estén siempre encima. Yo lo que sí que he vivido son relaciones más complicadas o tóxicas. Cuando escribo sobre eso, la cosa va por ahí. También escribo mucho sobre relaciones instantáneas y esporádicas que suceden en momentos más decadentes y fugaces. 

El drama es intrínseco al ser humano

Tenemos mucho apego a la nostalgia. Romantizamos lo efímero, los amores pasajeros...
Es como cuando vemos películas, que siempre están dramatizadas y al límite, y nos parece lo normal. Supongo que ahí está lo interesante de las relaciones. Si las relaciones fuesen planas y no hubiera momentos complicados, no tendrían sentido los momentos buenos. El drama es intrínseco al ser humano.

Ese mirar atrás también se percibe en tu música: Los Planetas, Kiko Veneno, La Húngara…
Para mí trabajar con artistas consagrados o que han sido tus referentes es una muestra de respeto. Un sueño. Ni soñando hubiera pensado que Jota (de Los Planetas) cantaría una canción mía. Y ese justamente no es el tema que más funciona, de hecho, es el que menos escuchas tiene. Después de un tiempo en el que la música española ha tenido un bajón y un bloqueo, y ha tirado para atrás en detrimento de la música hecha en América Latina —Puerto Rico, Colombia, Argentina—, yo creo en el ejercicio de echar la vista atrás y decir: joder, qué bien lo ha estado haciendo esta gente y que propuestas tan interesantes había en España. Nosotros también podemos hacerlo y creemos que estamos haciendo algo interesante dentro de la cultura española, y ponernos al lado de esos referentes nos ayuda a transmitir este mensaje.

Alizzz y Rigoberta Bandini cantan juntos Amanecer, tema incluido en el álbum del catalán. / Europa Press

¿Quién está haciendo propuestas interesantes?
Aquí en Catalunya, me parece que Maria Arnal i Marcel Bagés están haciendo cosas súper interesantes; el triángulo de El Petit de Cal Eril —Joan Pons, Ferran Palau y Jordi Matas—, Clara Vinyals de Renaldo & Clara. Rigoberta también. Son propuestas frescas. En España, para mí C. Tangana está a otro nivel, y yo feliz de estar participando con él desde hace tantos años. Son propuestas en las que cada uno va a su bola, cada uno está en su mundo, no hay una escena tejida como pasa con el trap o el reggaeton, que son una bola de hierro y hacen un tipo de música similar. Aquí creo que se nos da bien proponer cosas nuevas y abrir puentes y ventanas, a ver si encontramos el camino otra vez para potenciar la música popular hecha en España, que ya va tocando.

Y si un día creen que ya no vales, ¿qué?
No tengo plan B. Sé buscarme la vida y encontraría algo, supongo que relacionado con la música, pero también tengo inquietudes para cualquier negocio, así que algo me buscaría. Sé que ahora mismo me estoy tirando sin flotador, no sé qué pasará. Pero me siento fuerte, creo que lo sé hacer guay y que voy a dedicarme a esto los años que yo quiera, hasta que me canse, que también es posible.