El escritor Àlvar Valls (Barcelona, 1947) acaba de ganar el Premio Crexells, que otorga lo Ateneu Barcelonès en la mejor novela de 2020, Entre l'infern i la glòria una monumental biografía novelada del poeta y sacerdote Jacint Verdaguer. Aprovechando la entrega del premio, conversamos con este "picapedrero de la cultura", tal como lo definió el miembro del jurado Joan Santanch, que ha hecho de corrector de textos, traductor y periodista y que ganó el año 1968 el premio Amadeu Oller de poesía.
¿Qué supone ganar el Premio Crexells?
En primer lugar, asegurar que la novela pase a la posteridad. Y sobre todo, un gran honor estar en el impresionante elenco de las grandes novelas que lo han ganado, tanto en la primera etapa del premio como en la segunda. Además, los premios que se dan a obra publicada –y el Crexells es el segundo que recibo– son premios agradecidos porque te vienen a buscar a ti. No son premios a los cuales postulas.
Entre l'infiern i la glòria es el resultado de quince años de trabajo en la cronología y la bibliografía de y sobre Verdaguer, hecha conjuntamente con Roser Carol, su mujer. ¿En qué momento vio que este material podría ser materia prima de una novela?
Entre el quinto y décimo año que estábamos trabajando pensé que en Verdaguer era un personaje perfecto para una novela. Hay muchos Verdaguers. Es un hombre absolutamente polifacético, que te lo encuentras por todas partes. Y no tiene nada que ver con aquella visión que se tiene de Verdaguer, en escala social, del "pobre mosén Cinto", en blanco y negro, con sotana... sino, que además de ser un gran escritor era un rebelde. Se rebeló contra lo que entonces era la Caja, es decir, el marqués de Comillas, contra el obispo, su superior...
Pero no contra los reyes.
No, él era un gran monárquico porque entendía la monarquía como una voluntad de Dios.
Esta imagen de hombre duro y rebelde es de una enorme modernidad.
Él era uno moderno sin saberlo. Cuándo estaba desterrado en el santuario de la Gleba tiene unas cartas dirigidas a amigos suyos donde se lamenta de estar "lejos de mi editor", "lejos de mis colegas"... es decir, lejos del mundo literario. Tenía conciencia de formar parte del grupo de los escritores en catalán. Además, tenía asesores y correctores literarios. Él tenía conciencia de escritor y quería hacerse una carrera literaria.
Era un autor muy consciente del valor de su obra y de su valía como escritor. Eso rompe la imagen de un Verdaguer ingenuo o inocente.
Yo creo que era crédulo en el sentido religioso. Era un sacerdote que se lo creía, al lado de tantos que no se lo creían. Hipotecó su vida para hacer caridad, porque creía que el conflicto social –vivió la bomba del Liceo y el atentado contra la procesión del Corpus– se tenía que resolver a través de la caridad: "Pobres y ricos, amaos unos en los otros"!. Ahora quizás incluso hace reír, pero entonces demostraba que se creía lo que predicaba.
Verdaguer era un sacerdote que se lo creía, al lado de tantos que no se lo creían
¿En la tensión entre el cáliz y la lira, hasta qué punto limitó el Verdaguer cura al Verdaguer poeta?
Él tuvo muchas limitaciones. Muy jóvenes tuvo la limitación de la sociedad que lo rodeaba, es decir, la alta sociedad de Vic. Además, para mi, ganó los Juegos Florales y se hizo famoso demasiado temprano. Verdaguer habría estado bien diferente si no se hubiera hecho con los chicos del Grupo de Vic y con los barbudos conservadores de los Juegos Florales. Sus primeras poesías son sobre los mossos de esquadra, la batalla de Lepanto, Rafael Casanova... toda una serie de temáticas que denotan que habría sido un poeta muy radical nacionalmente y político si no hubiera sido frenado, implícita o explícitamente. Si quería seguir ganando los Juegos Florales se tenía que limitar.
Sensualmente, también debió haber un freno.
Las coplas y otros poemas de joven eran frescos, preciosos... y su entrada en religión, le restañó la poesía amorosa. Pienso que Verdaguer, a mi criterio, no es un poeta al 100% bueno. Hay materiales que a mí no me habría gustado que les hubiera escrito.
¿Como cuáles?
Por ejemplo, poesías de encargo y de alabanza a ilustres burgueses, obispos y otras obras de circunstancias que ya no se aguantaban en su época y no tenían nada que ver con las genialidades de su obra, empezando por La Atlántida. Además, hay que distinguir la mística de la propaganda católica, que es también la peor parte de la obra verdagueriana. Si sólo hubiera escrito eso no estaríamos hablando. Los Idilis i cants místics, y poemas como el Sum vernis, son superiores a cualquier otra cosa.
Decía que hay varios Verdaguers. ¿Con cual se quedaría?
Así como hay varios Verdaguers y cada escritor podría o tendría que hacer el suyo, como a los dramaturgos y actores les gusta hacer su Fedra, mi elección sobre Verdaguer es algunas de sus obras y, especialmente, su vida, que fue de novela. Si no existiera se tendría que inventar.
Esta relación de Verdaguer con la política también se ve en los últimos tiempos de su vida, cuando republicanos progresistas y catalanistas conservadores se peleaban por el legado del escritor.
Un legado no económico, porque Verdaguer murió endeudado, sino su fama y poder hacérselo suyo. Popularmente era un personaje que había sido maltratado por el obispo para hacer caridad. El cierto es que no era así. El obispo a Murgades no lo maltrató por eso, sino para desobedecerlo. Eran dos caracteres intransigentes. Y le sacó lo que era más preciado por él, porque se lo creía, como era la misa.
De todos modos, cuando muere ya es casi un ídolo de la clase sencilla, un auténtico héroe romántico.
Con Verdaguer las letras catalanas tienen un escritor romántico. Para mí el primero, sin menospreciar otros de muy importantes, y lo hemos dejado morir un poco por la inveterada costumbre de los catalanes de reducir a la lucha política cualquier cosa, aunque sea una cosa tan grande como Verdaguer, que no sé si nos lo merecíamos. Lo que llamó el drama de Verdaguer, los de la Liga Regionalista y los republicanos y masones –todos ellos amigos de Verdaguer- peleándose para que firmara un testamento o el otro, era una lucha entre lo que hoy sería la derecha y la izquierda, y tenía miserias como discutir sobre el sitio dónde tenía que ser enterrado. Uno de los temas más importantes del segundo testamento, allí donde él no cedía, era en el hecho de que quería ser enterrado en Barcelona, "la ciudad que tantas satisfacciones e insatisfacciones me ha dado". ¡Los lligaires no querían que lo enterraran en la ciudad porque el Ayuntamiento era republicano, y hacían correr que si lo enterraban en Barcelona, no le darían cristiana sepultura!
En Verdaguer lo hemos dejado morir un poco por la inveterada costumbre de los catalanes de reducir a la lucha política cualquier cosa
Quería hablar de la geografía de Verdaguer, que recorre|corre la Seca y la Meca y las Valls de Andorra...
Era un viajero inveterado. Ya empezó a viajar de Barcelona en Vic y de Vic en Barcelona antes de que llegara el tren. Bajaban a Granollers en diligencia y allí cogía el tren. Recorrió todo el Principado y todos los Países Catalanes, hizo nueve viajes como rector de mar que decía él, yendo a Cuba y Puerto Rico, visitó Tierra Santa –Palestina, Egipto y el Líbano–, recorrió toda Europa –París, Berlín... – hasta San Petersburgo con Eusebi Güell, hizo tres viajes por el Mediterráneo con el marqués de Comillas, pasando por el Norte de África, fue de punta a punta de los Pirineos...
El libro se basa en cartas, versos, testimonios que los verdagueristas sabrán identificar.
La novela es para todos los públicos, no sólo para verdagueristas. Yo quería hacer el Verdaguer en color. Porque antes de que lo conociera a fondo, para mí Verdaguer era una estampita en blanco y negro. Ahora, los verdagueristes nos han invitado a Roser y a mí ser miembros honorarios de la Sociedad Verdaguer. La cronología y la bibliografía todavía no están terminadas, pero que inviten a un novelista formar parte de una sociedad savanta es un signo de modernidad y no es mucho corriente.
¿Cómo se aproximó a Verdaguer?
Yo soy nacido el año 47 y para mí Verdaguer era el pobre mosén Cinto que decía a mi abuela. Empecé a leer un pequeño volumen de La Atlántida de la editorial Selecta y no pasé del primer canto... ¡por suerte con el tiempo volví a entrar y ya fue otra cosa!
¿Cuál sería su obra de Verdaguer favorita?
Si tuviera que escoger alguna cosa de Verdaguer por encima de las otras, escogería algún texto de prosa. Pla y Riba consideraban que era fundacional, pero este último decía una cosa que no era verdad: "Verdaguer es uno áspero pasado por el seminario". Aquí Riba se equivoca.
Verdaguer, de hecho, era un personaje muy conectado con lo que pasaba a la literatura universal.
No sabía inglés, pero tenía libros de autores ingleses traducidos al francés. Leía Víctor Hugo, aunque era su contrincante. Hugo era la "liberté, egalité, fraternité" y la laicidad, mientras que Verdaguer era el lema de los Juegos Florales: "Patria, fe y amor".
¿Para acabar, con todo este material real, donde queda el autor de ficción?
Yo me preguntaba mientras lo escribía: ¿eso es una novela? Como también me preguntaba, aunque me importara muy poco, qué dirían los verdagueristes. Ahora ya estoy convencido.
Yo quería hacer el Verdaguer en color. Porque antes de que lo conociera a fondo, para mí era una estampita en blanco y negro