"Con Fuster se fue la mitad de mi vida, fue una pérdida tan grande, que cuesta y que todavía dura. Fue como si caminaras por una calle y, de repente, el suelo desapareciera y tú te fueras cayendo y cayendo y cayendo...". Así evocaba Ramon Pelegero Sanchis, aquel cantautor que cantaba al viento tras el nombre de Raimon, aquel 21 de junio de 1991 en que murió su (mucho más que) amigo Joan Fuster, el escritor e intelectual valenciano de obra e imprescindible para decodificar la literatura (y la sociedad) catalana, de sur a norte, de Perpinyà a Crevillent, del que este año se celebra el centenario de su nacimiento.
Lo hizo el pasado miércoles, el 23, en su retorno a Xàtiva, su pueblo, en la comarca de la Costera. Ahora vive la mayor parte del año en Xàbia, en la Marina Alta. Fue, a Xátiva, a la Casa de Cultura, acompañado de su mujer, Annalisa Corti, y de su amigo Vicent Soler, Conseller de Hacienda y Modelo Económico de la Generalitat Valenciana del gobierno de Ximo Puig hasta el 2019, para hablar de la vida y el legado del escritor de Sueca, en la Ribera Baixa. Hoy lo volverá a hacer en el Ateneu Barcelonès, a partir de las seis y media, esta vez en una mesa que compartirá con el comisario del Año Fuster Enric Sòria y el periodista Vicent Sanchis.
Desacreditando la realidad
Raimon dejó Xàtiva cuando tenía 17 años. Se marchó a la ciudad de Valencia para estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras la carrera de Historia. Fue durante aquellos años que descubrió escritores que se convertirían en referentes imprescindibles de su imaginario cultural: Ausiàs March, Salvador Espriu, Josep Pla... Catálogo de esenciales en el que acabaría ocupando un lugar principal Joan Fuster. "Un día encontré un libro que se titulaba El descrédito de la realidad, lo firmaba un tal Joan Fuster", recordaba la semana pasada en su charla en Xàtiva. "Pensé que aquel título estaba muy bien, que era muy inteligente y lo compré. En la universidad, un chico me dijo que el autor iba el lunes al club universitario. Allí lo conocí. Nos hicimos amigos. Fuimos amigos hasta que se fue".
El primer capítulo de esta amistad se vivió una tarde de mayo del año 1959 en un homenaje a Ausiàs Marc en el paraninfo de la Universidad organizado por el profesor de Latín Miquel Dolç, con motivo de los 500 años de la muerte del poeta más relevante del Siglo de Oro valenciano. Raimon participó leyendo el poema XXIII. Entre el público del acto se escondía Joan Fuster, que quedó cautivado con la fonética y dicción de aquel joven, guapete y apuesto. Amigos hasta que se fue.
La canción del Pele
El año 1964 Joan Fuster publicaba Raimon, una biografía iniciática publicada por la editorial barcelonesa Alcides. Un libreto breve ilustrado en su portada con una magnífica foto (como todas las suyas) de Oriol Maspons (dos décadas más tarde, en 1988, la editorial La Magrana llevó a las librerías el también homónimo Raimon, volumen antológico que recoge todos los textos que Fuster escribió sobre el autor de Jo vinc d'un silenci, obra mucho más ilustrativa y fidedigna sobre su relación y la opinión del intelectual sobre el legado del músico).
Allí, en el primer Raimon, el escritor explicaba que conoció el cantautor, seguramente aquella tarde del mes de mayo de 1959, alertado de que en la facultad de Historia de Valencia había un tal 'Pele', Ramon Pelegero Sanchis, que hacía canciones 'modernas' en valenciano. Aquellas canciones modernas eran en realidad una única canción, Al vent, creación que instantáneamente pasaría a formar parte del imaginario colectivo de un tiempo y un país.
Las tertulias de los lunes
En el número 3 de la Plaza Picadero de Dos Aguas actualmente podéis encontrar La Uteliana, un restaurante con un 4,2 en las puntuaciones de usuarios de Google. Años atrás, aquel mismo local acogió Casa Pedro, un establecimiento propiedad de Xavier Marco frecuentado por intelectuales como Miquel Tarradell, Eliseu Climent (que fue quien dio con el nombre artístico de Raimon), Vicent Ventura y, sí, claro, Joan Fuster, que se sumaba a mesa sobre todo los lunes, que era el día que dejaba Sueca para subir a Valencia y visitar las redacciones de los medios con qué colaboraba.
Iban a comer alargando el ágape en interminables tertulias. Conversaciones que a menudo seguían en cenas en casa de Vicent Ventura y finalizaban al amanecer. Allí, en la taberna Casa Pedro, debutó en directo Raimon. Le pagaron 40 duros. Los presentes quedaron fascinados con aquel joven que no solo era guapete y apuesto, sino que cantaba con una voz capaz de hacer temblar los cimientos del no muy lejano Mercat Central. Y además lo hacía en valenciano.
El viaje en moto y el viaje en tren
Ahora ya es una historia que conoce (casi) todo el mundo), pero fue Joan Fuster quien descubrió en las páginas de su Raimon (el libro, el primero), que Raimon (el cantautor) compuso Al vent en un viaje en moto, como paquete, entre Valencia y Xàtiva. Una canción icónica que según confesaba recientemente en una conversación con el periodista Vicent Sanchis publicada en el diario ElMón, escribió en catalán porque quizás no tenía intención de ser profesional. "Si hubiera querido ser profesional, hubiese cantado en castellano," admitía. "Me salió como una cosa espontánea. Evidentemente, yo tenía una relación con la lengua, aparte de la habitual, de haber recitado versos de niño en comisiones falleras, en alguna cosa del Bachillerato...".
El de la moto no fue el único viaje relevante en esta historia. Raimon y Joan Fuster viajaron juntos en tren de Valencia en Barcelona. El trayecto duraba toda la noche. No durmieron. Charlando hicieron cortas las largas horas de la madrugada. Subieron siendo buenos conocidos. Bajaron siendo amigos. Amigos hasta que se fue. Era el año 1962, Raimon era la primera vez que visitaba Barcelona. Poco después empezó a frecuentar los círculos de los Setze Jutges, aunque nunca fue miembro formal. Meses más tarde publicó su primer disco, un EP de 45 revoluciones donde encontramos las canciones Al vent, La pedra, Som y A colps. Una obra fundamental en nuestra cultura popular contemporánea. El año 1966 Raimon abandonaría definitivamente Valencia para establecerse en Barcelona. Pero entonces todavía era el año 1962, y Joan Fuster publicó su libro más capital, Nosaltres, els valencians, ensayo en que exponía su teoría de la identidad suprarregional, aquello que denominó (aunque no fue el padre de la terminología) Països Catalans. Para Fuster "ser valencianos es nuestra manera de ser catalanes". Quizás por eso nunca abandonó Sueca. Para Fuster seguir viviendo en su pueblo era un acto de militancia.
El último encuentro
La publicación de Nosaltres, els valencians se tradujo en una campaña de persecución constante contra Joan Fuster. "Le tiraron a matar a Valencia", admite Raimon en la misma conversación con Sanchis. "Pero a mí me parecía que era una tesis a considerar. En definitiva, la idea de Països Catalans no me parecía mal". Fruto de esta persecución, Fuster perdió muchas de sus colaboraciones con medios valencianos. Por el contrario, amplió sus escritos con diarios con sede en Barcelona: El Correo Catalán, La Vanguardia... Así fue hasta que llegada la Transición inició un desencantamiento con el cambio hacia la democracia. Eso, y los dos atentados que sufrió por parte de la ultraderecha, el primero en 1978, el segundo el 11 de septiembre de 1981, coincidiendo con la Diada Nacional de Catalunya, provocaron que el año 1987 decidiera encerrarse en su casa. Suspendió toda actividad pública y dejó de escribir con la excepción de la mucha correspondencia que mantenía con sus amigos. Entre estos, obviamente, Raimon.
El 20 de junio de 1991 Raimon y Annalisa marchaban su casa en Xàbia para volver a Barcelona. De camino decidieron pasar por Sueca a saludar a Joan Fuster. Sabían que estaba delicado de salud. Era un sábado. Fue la última vez que se vieron. Al día siguiente Raimon supo por una llamada del escritor Josep Palàcios que 'Juanito' había muerto. El suelo desapareció.