Cuando se supo que Rosalía y Rauw Alejandro se separaban, algunos psicólogos explicaron que era un tema que habían tratado en sesiones con adolescentes, trastornados porque habían visto traquetear sus certezas sobre el amor. Se sentían traicionados y dolidos. Si ellos dos se separaban, triunfadores, ricos, con todo a su alcance y con anillo y fecha de boda, no había, ya, ninguna esperanza para los pobres mortales.
La vida de los famosos siempre nos ha causado fascinación. La portada del HOLA en los años noventa: Isabel Preysler y Carlos Falcó "Hemos decidido separarnos" y "texto del comunicado en el interior". Ahora Instagram es una revista del corazón perpetua. El amor y el final del amor, el de Dulceida y Alba Paul Ferrer (ya reconciliadas) o el de Laura Escanes i Risto Mejide. Anuncios de las rupturas en posts en los que piden discreción pero que dan unas mínimas explicaciones que deben a sus devotos. "Los ricos también lloran", que decía aquella telenovela mexicana.
Cualquier relación expuesta en el escaparate de la pantalla es un constructo, un relato manipulado que se vende, sin embargo, con etiqueta eco. El bovarismo de los jóvenes consiste en ingerir constantemente estos relatos procesados y más rellenados de adulterantes (nunca mejor dicho) que unos Donettes. Tienen eso, las redes: que ves tan de cerca, tan a menudo, la vida de aquella persona que casi te parece que es tu amigo. El interés se multiplica porque aquello es, al menos en apariencia, la realidad. Por eso nos fascinan los true crimes. Sucedieron de verdad, quizás incluso cerca de nosotros, cosa que nos alimenta el morbo y la parte oscura. Pasar por delante del edificio Atalaya o ver la recreación con detalles y conversaciones del crimen de la Guardia Urbana con cara de Ursula Corberó. La verdad tiene este poder. Para el horror y para el amor, cambiando, incluso, los límites de la verosimilitud. Rauw Alejandro lo utilizó en su concierto mientras le caían las lágrimas rodeado de imágenes reales de la pareja. ¿Pero donde acaba la realidad y donde empieza el espectáculo? En nuestro mundo hiperdigitalizado los límites están, ciertamente, desdibujados.
Cualquier relación expuesta en el escaparate de la pantalla es un constructo, un relato manipulado que se vende, sin embargo, con etiqueta eco
Supongo que uno de los problemas, ahora hablando de los jóvenes, es que cuando se trata de sus ídolos no ponen filtro. No cuestionan los valores, no les ven las grietas. Y cuando tu referente no es alguien de carne y hueso, que también se equivoca, que sufre, que no actúa siempre de la misma manera, sino que es un ser digital, construido, pensado y artificioso, puede generar una identificación peligrosa. Y no es solo eso. Pensemos en qué idea del amor los decepciona. La del amor romántico, monógamo, para siempre. El que los feminismos ya hace días que ponen en duda. El de Hollywood y la media naranja, lo que llevamos más grabado a fuego de lo que pensamos. Según algunas especulaciones basadas en un libro de composición poética que ha aparecido en stories de los dos (con millones de seguidores escrutándolas al momento), la pareja se ha reconciliado. ¿Un descuido, una pista pactadísima para explicarnos que vuelven o un juego para tenernos entretenidos? Veremos.