Ana Polo (Vilassar de Dalt, 1990) tiene una verborrea que no se la acaba. Habla rápido, gesticula mucho y sus ojos claros tienen la misma expresividad que su discurso. No tiene pelos en la lengua, pero ha hecho del matiz y la ironía su arma de doble filo, retando al establishment desde un lugar más amable con su paz mental. A veces, sin embargo, la queja le sale sin filtro. Cuando la camarera de la cafetería dice que tienen manzanilla, solo un par de infusiones cool con muchas hierbas, suspira un silencioso “ya estamos” que resuena a hartazgo contra la gentrificación. Es solo un ejemplo de una naturalidad que ha luchado como una jabata, especialmente en una profesión —y un mundo— dominado por las formas masculinas, y que no siempre le ha sido fácil.

Quedamos porque este sábado conduce un cinefórum —en el marco del Cruïlla Comèdia, con sold out— para destripar Sufre mamón, la película que protagonizaron los Hombres G en 1987 para retratar su origen en pleno boom de la banda de David Summers. La cinta es un despropósito de actuaciones, diálogos y conversaciones hiper misóginas, pero la periodista y humorista se propone darle la vuelta desde la sátira porque sabe que ridiculizar lo que nos duele nos ayuda a soportarlo. Y porque analizar el pasado nos hace más conscientes de lo mucho que nos queda por andar. También hablamos de los medios tradicionales, de las (pocas) oportunidades que tenemos las mujeres y del cabreo estructural que cargamos, del final de Oye Polo o de la astrología para confiar en la humanidad, pero podríamos haber hablado de muchas cosas más.

Foto: Montse Giralt

Te tengo que decir que me puse la película y no aguanté más de media hora.
[risas] no se puede negar que tiene altísimas cantidades de ingenio, pero puestas al servicio de la peor causa posible, de una ideología nefasta que, al final, era la predominante en los años 80 y 90. No es una anomalía de su época, al revés, es un reflejo, y por eso a mí me gusta tanto hacer este ejercicio de revisar una cosa que en aquel momento fue tan mainstream. La gente hacía cola para ir al cine a ver esta película o a los Hombres G, se cantaba Sufre mamón sin ningún tipo de problema. Para mí es fantástico poder hacer esta mirada al pasado y revisionar los productos culturales. Es súper necesario.

¿Qué es lo que te chocó más?
Me chocó todo. Me chocó que es un in crescendo, se te va abriendo la boca y no puedes parar de sorprenderte. A mí también me hace una gracia genuina, he desarrollado la habilidad de que me pueda hacer gracia por lo ridícula que es. Veo el mensaje violento que hay detrás, pero es una obra genuinamente divertida. Hay muchos productos de los años 80, 90 y 2000 que son terribles y no hacen ningún tipo de gracia, pero insisto en que aquí hay ingenio. La película la hicieron el padre y el abuelo de David Summers, y el abuelo fue fiscal durante el franquismo. Quizás lo que me chocó más es ver que pusieran a su nieto e hijo en ciertas situaciones. Hay violencia sexual, homofobia, hay un mono por allí que no entiendes qué pinta. Es todo lo que estaba mal y nadie sabía ver.

Imagínate a un grupo de hombres en una habitación mirando la película. ¿Qué ves?
Creo que hay muchos hombres, gracias al cielo, que sabrían ver que es muy problemática. Cuando digo gracias al cielo, digo gracias a las pesadas de las feministas. Y creo que hay muchos otros que no verían ningún problema y que les haría gracia, y que todavía a día de hoy se sentirían reflejados en ciertas actitudes. En el fondo, la película es muy cercana. Se dice 87.000 veces que las tías somos unas guarras y unas zorras, y eso son cosas que todavía nos tenemos que oír decir, pero la violencia machista ha encontrado maneras de filtrar con más sutilidad.

¿Después de enfadarnos con los hombres, lo único que nos queda es caricaturizarlos?
Enfadarte no puedes evitarlo, porque cuando la rabia te sale, te sale. A mí todavía me enfadan muchísimas cosas y la rabia es muy desgastante. Y encima parece que sea culpa tuya que estés siempre enfadada, como si quisieras estarlo. Estaría encantada de estar contenta cada día de mi vida, pero yo me enfado por las situaciones y la violencia estructural a la que estamos expuestas. Por suerte, creo que ya no estoy tan enfadada y he podido ir hacia la ridiculización. Ponerlos en ridículo va muy bien porque es una manera más amable contigo misma de canalizar la rabia.

Ridiculizar a los hombres va muy bien porque es una manera más amable contigo misma de canalizar la rabia

¿Y si nos reímos, no corremos el riesgo de banalizar la violencia?
Yo soy una fanática del contrapunto, y creo que el gran problema de nuestra sociedad es que hemos perdido el contexto. Hemos perdido el colocar las cosas en un espacio, un tiempo y una situación determinada, y aunque haga visionados irónicos, me aseguro bastante de dejar claro por qué eso está mal. Soy pesada en este sentido. Me gusta dejar claro cuál es el motivo, para que si de golpe algún marciano aterriza en este contenido no se piense que se puede banalizar.

Tienes la etiqueta de feminista colgada en el cuello y siempre comunicas desde aquí. ¿Te la has colgado tú o te la han colgado?
Creo que ha sido un pez que se ha mordido la cola. Cuando trabajaba en RAC1 hacía contenido de mucho tipo, y a raíz de permitirme ser lesbiana empecé a hacer un contenido con una clara perspectiva de género y diversa. Fue un momento muy importante para mí, porque llevaba toda la vida sintiendo mucha vergüenza. Sentí mucho de orgullo por quien era y quise reivindicarlo cada vez que me ponían un micro en frente y en todos los espacios que ocupaba. Siempre digo que como mujer lesbiana yo no puedo posicionarme como comunicadora desde ningún otro lugar, porque puedo aportar mi granito de arena. Y es muy guay, porque creo que he podido hacer un contenido potente y que ha ayudado a muchísima gente, pero solo me han ofrecido eso y te quedas arrinconada y encasillada. ¿Cuándo podré hacer un programa general o universal desde mi punto de vista?

Y es un problema sistémico que no solo te perjudica a ti.
Los que tenemos un posicionamiento alineado con los derechos humanos siempre hacemos el contenido de nicho pero no se nos pone al frente de proyectos generalistas que apelen a la universalidad y al público mainstream. A mí me encantaría hacer un programa donde pudiera analizar la actualidad diversa cada día. He hecho mucho contenido en defensa del derecho de la vivienda o sobre el clasismo. Mi momento vital coincidió con la ola feminista, y tenía todo el sentido del mundo, y gracias a eso me han contratado muchos ayuntamientos para hacer monólogos, pero siempre desde el área de Igualdad y Feminismos. Llevo siete años haciendo monólogos, y no me han contratado nunca ni de un área ni de una concejalía de Cultura. Eso es fuertísimo. ¿Yo no soy cultura? ¿Las que hacemos contenido feminista, no somos cultura? Te encuentras arrinconada. Me pregunto cuándo tendremos programas generalistas de estos de 5 o 6 horas dirigidos por gente diversa y con perspectiva de género.

Foto: Montse Giralt

¿Has intentado proponerlo?
El año pasado, por ejemplo, pude hacer tres late shows en el Paral·lel 62, con 400 personas por sesión. Fue justo después del ataque de Hamás y la contrarréplica de Israel, e hice el monólogo del inicio haciendo análisis político. No había ninguna noticia feminista de actualidad, así que no hablé de ello. Cuando salí, lo que más me dijo la gente fue que había flipado con que hubiera podido hablar de eso. Pues claro que puedo hablar de eso, pero no se me dan ni la ventana ni los recursos. Insisto, no es solo a mí, es a ninguna tía que tenga un perfil similar al mío. Y a muy pocas tías se les da. Las tías siempre hacemos contenidos muy etiquetados y de subcarpeta, no podemos tener el contenido principal y es increíblemente injusto. Y sobre todo si se hace desde los medios públicos, incluso hay un punto de negligente de no vigilar qué líneas editoriales tienen los programas de las cadenas públicas. Hay muchos deberes pendientes.

¿Como valoras el giro de 3Cat hacia la diversidad y la inclusión?
Creo que se ha hecho buen trabajo, hay muchos programas enfocados a los jóvenes que no les infantilizan, que es una rueda en la que se suele caer, como La Turra. Se hablan temas súper interesantes con mucha diversidad de perfiles y de opiniones. Pero también hay otros programas donde estas líneas ideológicas no están tan claras. Por mucho que estratégicamente la plataforma apueste por unas cosas, si después no aplicas los mismos criterios en programas que tienen un consumo más mainstream, hay mucha gente que no se siente interpelada.

¿Todavía te sientes una cuota?
Sí. En Radio Primavera Sound nunca me he sentido una cuota, pero porque es la radio de las cuotas, la cuota es la norma [risas]. Allí siempre he sentido que se apostaba por mí y por mi criterio. Cuando he estado en grandes medios sí que me he sentido muy cuota. Ahora no me lo puedo sentir porque realmente no estoy en ningún gran medio, pero sé que lo soy y lo sería si fuera.

Llevo siete años haciendo monólogos, y los ayuntamientos siempre me han contratado desde Igualdad y Feminismos, nunca desde una concejalía de Cultura

¿Fue traumático darte cuenta de que en los medios convencionales había unos muros estructurales que no podías superar?
Ser comunicadora en Catalunya es muy frustrante. No lo digo por mí. Hablo con muchas comunicadoras que me dicen que el sentimiento es mutuo y compartido. Catalunya es muy pequeña. Al final las sillas están repartidas entre los de siempre y cuesta que se las den a otras personas, y cuando lo hacen son estas sillitas de la mesa de los niños. Y es frustrante. Hace casi diez años que me dedico a esto, he hecho muchísimas cosas, he trabajado mucho y he soñado mucho, pero a veces se me quitan las ganas de soñar.

En una entrevista a Maig.cat decías: "cuando consigues hacerte un lugar en este mundo [del humor], porque le has caído en gracia a un hombre (...)".
Al principio de dedicarme a hacer humor lo podía hacer porque había hombres a quien les resultaba graciosa. A mí me ficharon en un programa de humor de RAC1 porque me veían graciosa. Después trabajé en No te metas en política, un late show que hacían Facu Díaz y Miguel Maldonado, porque me veían graciosa. Durante gran parte de mi carrera eso fue así. Ahora no, porque no tengo ningún hombre como jefe. La vida me ha llevado ahí, no lo he escogido yo. Un día dije que no quería trabajar con hombres y ya parece que los odio, y no los odio, pero para mí fue muy duro empezar mi carrera en un programa donde había tres hombres y yo era la única chica intentando hacer un contenido claramente feminista y antirracista, porque me encontraba con mucha confrontación y que me reñían.

¿Dejas RAC1 con trabajo?
Me marcho con el paro y sin tener nada en el horizonte. Solo tenía muchas ganas de no seguir allí, porque sentía que la imagen que estaba dando no coincidía con quien yo era. Decidí marcharme porque era bastante insoportable.

Montse Giralt

¿Te sientes referente del sector del pódcast?
Cuando Maria [Rovira, Oye Sherman] y yo empezamos a hacer el pódcast es verdad que empezaba la burbuja. No éramos la única pareja de amigas que estaba haciendo un pódcast, pero quizás sí que éramos las primeras que lo hacíamos en catalán, o al menos las primeras a las que empezó a escuchar mucha gente. Eso hace que sea más fácil que seas el referente, porque la gente habla de ti. Con Oye Polo enseguida creamos una comunidad súper bonita, la gente participaba muchísimo en el programa y eso nos hizo crecer mucho. Nosotras solo lo hicimos porque teníamos ganas de trabajar juntas, porque sabíamos que a nadie se le ocurriría contratarnos para trabajar porque teníamos "el mismo perfil". No queríamos ser referentes ni nada, pero supongo que inevitablemente sí que lo fuimos.

Se ha dado también una casuística curiosa que es que muchos podcasters de esta quinta huisteis de los medios convencionales, pero ahora muchos también están volviendo. ¿Al final el objetivo acaba siendo llegar a la Corpo?
En el caso de Maria y yo, sentimos que no teníamos un espacio en los medios y en Radio Primavera Sound encontramos un sitio donde podíamos crecer y brillar. Cuando quieren domesticarte es imposible que brilles y que llegues a tu potencial máximo. Yo creo que el objetivo es que queremos trabajar y trabajar en las mejores condiciones. El objetivo no es estar en los márgenes, es trabajar en un equipo, que es una cosa que todavía no he podido hacer, porque en Oye Polo lo hacíamos todo nosotras. Cuando destinas tanta energía a hacerlo todo, te queda menos para comunicar, que es tu trabajo. Y en cambio, cuando miras las parrillas de los medios y de los programas, ves que todos aquellos señores tienen un equipo detrás que les hace gran parte del trabajo. Desde aquí puedes destinar toda tu energía a brillar y desplegar tu talento.

Es imposible llegar a tu potencial máximo cuando quieren domesticarte

¿Os costó decir adiós a Oye Polo?
Sí. Fue la primera vez que nos lo planteábamos en cuatro años. Nos ha dado muchísima pena y ha sido un luto, porque era un espacio fantástico donde yo sentía que podía desplegar muchísimas facetas de mí que no he podido desplegar en ningún otro lugar. Y he compartido espacio con la persona que más me hace reír del mundo, pudiendo conectar juntas con una comunidad preciosa. Ha costado decir que no, pero fue una decisión meditada y pensando en las ganas que teníamos de hacer cosas nuevas.

Teniendo en cuenta que el espacio que teníais era al margen del mainstream, ¿qué pensasteis cuándo os proponen presentar los Premis Gaudí?
Nos hizo muchísima ilusión. Era una apuesta arriesgada por parte de la Acadèmia de Cinema Català. No nos vino de cero, porque ya hicimos una intervención a los Gaudí en 2022 que fue muy bien y todo el mundo nos felicitó. Si lo analizo pienso que es fuerte que nos cogieran a nosotras, porque no habíamos hecho nada tan grande ni con tanta cuota de share, pero al mismo tiempo creo que tenía sentido, porque ya habíamos demostrado solvencia. Justo antes teníamos miedo, pero durante todo el proceso pensábamos que lo haríamos súper bien, porque no hay otra manera de hacerlo: si sales, hacer el ridículo no es una opción. Creo que las personas que nos podemos subir a un escenario es porque la opción de hacer el ridículo no la contemplamos, porque si no el miedo sería tan grande que no podríamos subir. Pero claro, antes de salir queríamos vomitar [risas].

¿Tuvisteis libertad absoluta?
Dijimos lo que nos dio la gana, nadie nos censuró. En eso siempre le daremos las gracias a la Acadèmia porque realmente hacen una cosa que no todo el mundo hace, que es contratarte y dejarte hacer tu trabajo. Hay gente que te contrata y tira de correa y no te deja hacer tu trabajo. No salió nada que no estuviera aprobado. De hecho, es la Acadèmia quien te dice de qué temas quiere hablar y nosotras teníamos que encontrar la manera de hacerlo comestible.

De Carlos Vermut a Íñigo Errejón y la plaga de los falsos aliados.
De esos hay, pero yo me he encontrado más de los que se les ve venir. Cuando yo empezaba, la figura del aliado no existía. Con los años sí que he visto a tíos que yo sé que no son trigo limpio adoptando ciertas posturas de aliados, cuando yo sé perfectamente lo que han estado haciendo. Eso sí que me ha pasado. Creo que antes iban un poco más a cara descubierta y ahora han visto que públicamente se tienen que colocar en otro sitio por supervivencia. O como el caso de Saül Gordillo, que en un ambiente privado sacan la otra cara. He visto más hipocresía con los años. Al principio eran menos hipócritas porque muchas de las cosas no las veían como un problema, pero ahora saben que lo es.

¿Tienes claro cuál es el papel que tienen que tener los hombres dentro del feminismo?
No lo tengo claro. Sí que sospecho que si no se suben al barco del feminismo tenemos poco que hacer y que rascar, porque ya podemos dar la tabarra, que hay ciertos espacios donde nosotras no llegamos. Pero para subir tienes que ser consciente de los privilegios que tienes, de las violencias que ejerces o de qué posición ocupas, y si no hacen este trabajo pasa que tenemos muchos falsos aliados y muchos abanderados de la causa feminista que, en el fondo, siguen perpetuando el patriarcado. Creo que tienen que hacer un profundo ejercicio de humildad y deconstrucción.

Foto: Montse Giralt

En una entrevista en Catalunya Ràdio, decías que era extraño que todavía no hubiera habido un Me Too en los medios catalanes. Viendo que el caso Errejón ha estallado por redes sociales y de forma anónima, ¿crees que estamos más cerca de que pueda pasar?
Creo que Catalunya es muy pequeña. En aquella misma entrevista alguien dijo: sí, pero no dice nombres. Primero, tú no puedes decir nombres de cosas que no te han pasado, porque tú no puedes exponer a una víctima para que destape una agresión. Eso para empezar. Y si te ha pasado a ti, siempre tienes el miedo de someterte al escrutinio y, sobre todo, está el miedo a no trabajar y a que se te cierren ciertos espacios donde ya cuesta acceder. En el pódcast, yo expliqué que cuando Eduard Pujol era director de RAC1 me había hecho un par de comentarios muy inapropiados. Un director de unos 50 años hacia una trabajadora de unos 25. Lo dije pensando que, si alguien lo acusaba de violencia sexual, sumado a estos comentarios se podía tener un retrato de la persona. Lo hice desde aquí y con mucha inconsciencia, pero después he pensado que este hombre tiene mucho de poder. ¿Eso ha tenido alguna consecuencia en mi carrera? Nunca lo sabré, pero tengo este pensamiento intrusivo. Cuando veo que no trabajo para ningún medio tradicional, ni público ni privado, pienso: ¿esto ha tenido alguna cosa que ver? No lo sabré nunca.

No he encontrado ninguna entrevista tuya en La VanguardiaRAC1.
No me han llamado nunca.

Vivo todo el día con código astrológico, está muy presente en mi vida

Estrenos pódcast sobre astrología en Radio Primavera Sound. ¿Porque el horóscopo se asocia al feminismo?
A priori no tiene nada que ver. A mí no me gusta la astrología porque yo sea feminista, pero es verdad que podemos hacer una lectura de género de qué ha pasado tradicionalmente con la astrología. Es un conocimiento que no es objetivo, que parte de una interpretación y que además trata de hablar de cómo somos las personas, de profundizar en los sentimientos, que es una parte que siempre se ha asociado a las mujeres y se ha menospreciado. Se le da menos valor a mirar los sentimientos y las emociones cuando todos los humanos somos seres emocionales. Incluso eso se quiere pasar por el cedazo objetivo y arquetípicamente masculino, cuando es una cosa que se escapa de eso. Pero que se escape no quiere decir que no sea válido. La astrología es una herramienta para hacerte preguntas, igual que una película de ficción que te emociona y te hace reflexionar. También es verdad que a través de la astrología se ha estafado a muchísima gente y que se ha aprovechado de la vulnerabilidad de las personas vendiéndola como una manera de dar respuestas al futuro. Sin embargo, en el fondo, la astrología va más de mirar cómo eres y qué potencialidades hay en ti. Es una manera de profundizar en el ser humano con otro mapa. Y este auge también ha ido ligado a la generación millennial, porque se nos prometió que estudiando tendríamos éxito y que a los 30 años tendríamos casa, pareja e hijos. Pero era todo mentira, crisis tras crisis. La astrología nos ha ido como agua de mayo.

¿Te condiciona a la hora de relacionarte con los demás?
No me condiciona porque no me dejo llevar por prejuicios o estereotipos. Pero sí que vivo todo el día con código astrológico. Observo la vida, las personas y sus movimientos analizándolos a través de la astrología. Tengo este filtro. Cuando la gente hace alguna cosa, pienso: eso que ha hecho es mu Tauro o es muy Aries. Está muy presente en mi vida.

¿A quién te gustaría hacerle la carta astral?
A Belén Esteban, es escorpio. Me fijo en los famosos porque es fácil observarlos y me ayuda a entender. Piensa que cada signo tiene unas cosas arquetípicas, pero cada arquetipo tiene muchas maneras de expresarse. Observando a las personas puedo aprender cómo se expresa esta energía de otras maneras. Por ejemplo, yo soy Géminis y siempre se nos dice que tenemos dos caras, tenemos muy mala fama. Y no es verdad: tenemos dos caras, pero las dos son verdad.