Ángela Cervantes se le ve el peso de la responsabilidad en los párpados y se le intuye el respeto absoluto cuando habla con una voz pausada y dulce, casi susurrando. Dice que no está en un momento de máxima energía, y es comprensible: toda la que tiene la vuelca y exprime para ponerse en la piel de una chica violada, ultrajada, juzgada y vilipendiada por toda la caverna mediática. Una simbiosis así tiene que sacudirle el alma a cualquiera que la tenga, sumando más nudos al estómago cuando eres mujer, tienes más o menos la misma edad, y te podría haber pasado a ti. La actriz catalana se convierte en la superviviente de la violación de La Manada en Jauría —en el Teatro Romea hasta el 5 de mayo— para dar voz al caso que puso el consentimiento en el debate público, que propició un cambio en el código penal y que cambió a la sociedad española bajo la hermandad del grito Yo sí te creo. La obra, dirigida por Miguel del Arco con autoría de Jordi Casanovas, está creada a partir de las transcripciones del juicio, con fragmentos de las declaraciones de los cinco condenados y de la denunciante, y con 5 personajes masculinos que hacen de agresores, abogados defensores y jueces: Artur Busquets, Carlos Cuevas, Francesc Cuéllar, David Menéndez y Quim Àvila.

Foto: Carlos Baglietto

¿Qué pensaste cuándo te llamaron para decirte que te daban el papel?
Había visto la función en Madrid; de hecho, la vi dos veces porque me impactó mucho. Me parecía una propuesta muy interesante, pero al mismo tiempo me daba un poco de miedo. Pero dije: hago el casting y si me cogen es que tengo que ser yo quien lo tiene que explicar. Y súper contenta, porque como actriz es un regalo poder explicar algo así, y yo quiero ser actriz para explicar cosas que mueven conciencias, que de alguna manera te afecten, y más en teatro. Pero también sabía lo que venía, y me parecía un reto muy grande. De hecho, ha sido y está siendo el mayor reto que he hecho en mi carrera.

¿Qué es lo que más te ha costado?
A nivel profesional, el compromiso emocional que requiere la función, que es estar todo el rato en un sitio muy concreto y en un abismo, y con una sensación de vértigo y de tener que estar viviendo sensaciones muy desagradables. Si es en audiovisual lo vives unos días, pero en teatro lo vives cada vez que subes al escenario. Y a nivel personal, el miedo de explicar una cosa que alguien ha vivido diciendo literalmente las palabras que dijo en su momento. Y la responsabilidad hacia los espectadores y espectadoras que vienen, que no sabes las situaciones ni las experiencias que han tenido. El recibimiento me daba miedo, pero también he recibido el agradecimiento de muchas mujeres y me da mucha fuerza para seguir. Todo el mundo sabe qué viene a ver, pero también creo que es una función que no a todo el mundo le apetece.

No tiene que ser fácil prepararse un papel así.
Mira, antes de la función justo venía de hacer una peli que trataba una temática parecida con una chica que sufría una violación. Y empecé a trabajar mucho desde el cuerpo, porque lo pedía y porque había alguna cosa que sentía que se me quedaba en alguna parte. En aquel caso fue en la espalda, y ahora en el pubis y las piernas. He tenido la ayuda de Carla Tovias, que es una crac en el tema corporal. Creo que cada personaje te pide un viaje diferente, y en este caso también me ha pedido mucha terapia personal, pero por un tema de pánico escénico, un miedo que no había sentido nunca. Antes de empezar un pase tenía mucho, mucho miedo, porque en la pieza también venía un poco intrínseco que me tenía que sentir sola, a pesar de no estarlo, ¿sabes? Yo estaba explicando mi versión, ellos estaban explicando la suya, y de alguna manera estábamos separados. También era una energía muy masculina, porque esta historia se tiene que explicar así, y el durante no ha sido fácil.

Antes de empezar un pase tenía mucho, mucho miedo, porque venía un poco intrínseco que me tenía que sentir sola [...] No es una función que pueda hacer durante años

¿El miedo es más por responsabilidad o por conectar con patrones que todas hemos vivido?
Era sobre todo por el miedo que, si yo no empezaba el viaje de la función con un estado emocional concreto, o si no llegaba a los puntos en los que quiero llegar a nivel emocional, sentía que no estaba siendo fiel a lo que había pasado y que la estaba traicionando a ella y a muchas mujeres. Era esta sensación de compromiso con la historia, y a veces me pasaba que decía: hostia, no sé si tengo la potestad para explicar eso porque no me ha pasado nada tan bestia. Pero con el paso del tiempo iba viendo que como mujer he vivido muchas cosas, y que sí tengo la capacidad para explicarlo. Tampoco estaba bien cargármelo encima, porque al final soy actriz y cada día es diferente, y no me puedo exigir tanto, pasan cosas y no somos máquinas. Me he tenido que sacar esta presión.

Tus compañeros han tenido que interpretar a cinco violadores.
Para ellos también ha sido muy duro, porque al principio querían alejarlo al máximo, incluso con los comentarios. Estábamos en la sala de ensayo y decían "es que son unos monstruos" o "son unos violadores", y Miguel, el director, fue muy claro con ellos, diciendo que eso lo teníamos que prohibir. No podían hablar así porque, de alguna manera, los tenían que defender y tenían que entender sus comportamientos. Si no, el conjunto de la pieza no se explica. Y creo que era muy interesante que lo hicieran, y era el reto que ellos tenían, consiguiendo también que los cinco fueran un mismo personaje. Ha sido difícil y catártico para ellos, y han llorado, y se les han despertado muchas cosas. Además, el viaje era complicado durante los ensayos porque teníamos que estar separados; yo no podía comentar lo que estaba sintiendo, porque entonces los perjudicaba, y al revés igual.

¿Has llegado a sentir en propia piel esta soledad del personaje?
Pero no porque me sienta sola dentro de la compañía, ni mucho menos, todos han sido un apoyo. Si no, no sé cómo lo hubiera hecho. Pero sí que me he quedado las cosas que me interesaban de esta soledad, porque creo que era importante. Yo he entendido más el Yo sí te creo, por ejemplo. Antes lo entendía de una manera racional, de estar todas a una, pero haberlo "vivido", estar justificándote, ir a un juicio delante de unos abogados que te están haciendo unas preguntas que no tocan... A veces me imaginaba que alguien de la platea saltaba y decía "¡parad ya!", y se me ponía la carne de gallina de decir: hostia, que alguien esté conmigo.

¿Te ha pasado factura?
No, quiero pensar que no. Creo que me gustaría saberlo separar. Por como entiendo yo el trabajo, sí que quiero que todo parta de experiencias personales, haciendo mi pequeño Frankenstein, y siendo dúctil y maleable con todo lo que pasa. Lo que sí que es verdad es que estoy notando que hay alguna cosa, como que arrastro un poco de tristeza. Podría ser que no fuera solo por la función, pero últimamente no estoy con una energía alta. También creo que no es una función que pueda hacer durante años.

Foto: Carlos Baglietto

¿Dirías que Jauría es una obra para vengar a la víctima o para entender a los agresores?
Creo que es más para entender el sistema que hace que unos chavales violen a una tía entre cinco y no sean nada conscientes de que son unos violadores. Y ellos lo dicen llorando: "una violación es lo peor del mundo, nosotros no somos unos violadores, qué hacemos aquí", y lo creen de verdad. Aquí es donde se ve que el sistema falla, y esto va de entender por qué unos chavales pueden llegar a pensar que lo que hacen está bien y que forma parte de la fiesta.

¿Tú cómo recuerdas el caso?
Fue muy loco. Salía mucho de fiesta, y sientes que te podría haber pasado a ti perfectamente, ¿sabes? Y lo recuerdo por aquello por lo que es paradigmático, todo lo que movilizó, cambió la ley misma, todas las manifestaciones. Yo estaba viviendo en Madrid y fue muy emocionante. A mí me cambió.

Hace unos meses se abrió el melón de los abusos sexuales dentro del cine con el caso de Carlos Vermut. ¿Te sorprendió?
Sí, la verdad es que sí, sobre todo porque porque para mí era un referente del cine, una figura que admiras mucho, y choca. Pero es que tienen que salir, y tienen que salir muchos más

¿Vermut es la norma?
Yo creo que no solo en la industria, pasa en todas partes, pero me parece interesante que la industria sirva para visibilizarlo y se pueda extrapolar a otros trabajos y entornos. Tienen que cambiar muchos comportamientos.

Pero sigue costando mucho denunciar públicamente.
Es que si ya es un palo hacerlo de normal, imagínate si es algo mediática. Yo tengo muchas colegas que han denunciado y, si volvieran atrás, no lo harían. Creo que el error está en cómo se comporta el sistema después de la denuncia. Y entiendo que se tiene que denunciar y que se tiene que trabajar para que se denuncie, pero tampoco me parece bien forzar a nadie ni juzgar a alguien que no esté denunciando, porque no hacerlo también me parece súper lícito, cada una tiene su proceso. Es difícil y es un gran nivel de exposición. Si hablo a través de la función, hay un punto que ella dice "es que yo pensaba que le estaba jodiendo la vida a cuatro personas" —porque al principio pensaba que eran cuatro—. Claro, es que tienes muchas dudas: de qué estás haciendo, de si estás perjudicando al otro, y también está la culpa que tenemos las mujeres instaurada, que es muy grande y que ocupa mucho espacio.

Desde que empezaste, ¿crees que se ha ido avanzando en las desigualdades de las mujeres dentro del cine?
Yo creo que sí. También es verdad que desde que me dedico a esto al 100% he aterrizado en muchos proyectos con muchas mujeres. Y la verdad es que lo agradezco y que siempre me he sentido muy bien. Creo que he tenido mucha suerte trabajando con muchas directoras, con equipos con muchas mujeres jefes de departamento. También creo que soy una privilegiada y que ya me he encontrado un cambio bastante hecho, y eso me hace estar muy agradecida del trabajo que se ha hecho hasta ahora. Pero está claro que creo que falta trabajo, y que yo no llego a unos sitios en los que todavía se tienen que cambiar muchas cosas, en producción o en lugares de más de poder.

El error está en cómo se comporta el sistema después de la denuncia; yo tengo muchas colegas que han denunciado y, si volvieran atrás, no lo harían

¿Que tengas dos Gaudí y te hayan nominado al Goya hace que te llamen más?
No creas [ríe]. Es un poco un boom del momento, pero es muy efímero, y también depende del perfil de la actriz. La gente se olvida muy rápido, yo no sé quién estaba nominado el año pasado.

¿Y a tener más seguridad con lo que haces?
Pues tampoco te creas [ríe].

Te pone más presión.
Un poco. Hay un punto que sí, yo también tuve un viaje a nivel personal, porque yo sentía que era muy pronto en mi carrera, sentía que hostia, hay mucha gente que lleva muchos años, y sentía que lo merecía. Tuve que hacer todo un proceso para creerme que sí, que realmente llevo muchos años trabajando para que así sea, y muchas veces todo esto está en la cabeza de una misma. Y que al final las cosas buenas se tienen que abrazar, porque parece que nos apropiamos muy rápido de lo malo, pero que las cosas buenas no vayan con nosotros. He tenido que hacer este trabajo de abrazar, y me quedo con decirme que estoy haciendo las cosas bien y haciendo realmente los proyectos que quiero y que me gusta hacer. Yo también me quiero probar y quiero que quien me coja sea porque ha hecho una selección y está conforme con que lo haga yo.

Solo un 8% de los actores y actrices trabaja exclusivamente de esto. ¿Asusta?
No es que me asuste, porque intento hacer lo que yo tengo que hacer en cada momento, y a nivel personal creo que, yo al menos, he necesitado mucho trabajo para poder trabajar. Sobre todo da rabia. Da rabia que tanta gente tan preparada y que lleva tantos años esté trabajando en trabajos precarios, o tener que aceptar condiciones muy malas para trabajar. Sabe mal porque es una profesión como cualquier otra.
 

Foto: Carlos Baglietto