Guillem d'Efak es una de las voces más originales de la música catalana del franquismo, pero también de las letras catalanas del franquismo y la transición. Además, era un personaje fuera del común. Este negro, bromista impenitente, había llegado a convencer a alguna gente de que era un rey africano y que había comido carne humana. En realidad, había llegado de la Guinea Española a los 2 años, no había comido nunca carne humana, y prácticamente había perdido contacto con la cultura africana. Se definía como "mallorquín, catalán, europeo y negro". Ahora, Guillem d'Efak es protagonista de un documental, Guillem d'Efak, l'anima negra de l'illa, que TV3 y IB3, la televisión de Balears, estrenarán el próximo jueves día 18, a las 11 de la noche.

En busca de un personaje

El dramaturgo Pep Tosar estrenó en 2012, con gran éxito de público y de crítica, una obra de teatro sobre Guillem d'Efak, Tots aquests dois. Tosar quería incluir en el montaje unas entrevistas que había hecho aalgunos de los amigos y colaboradores del cantante mallorquín y para hacerlo contactó con una productora cinematográfica. Los responsables del montaje de los vídeos, Manu Benavente y Alfons Garrido, quedaron fascinados por el personaje y llegaron a la conclusión de que hacía falta ir más allá del montaje para una obra de teatro y hacer un documental entero sobre Guillem d'Efak. Se pusieron al trabajo, y aunque tardaron muchos años, pudieron hacer un trabajo en profundidad con la ayuda del propio Tosar y de Bartomeu Mestre, biógrafo y marmesor de D'Efak. Pero evitaron hacer un documental clásico y recurrieron a poner el centro de su interés en la búsqueda que hizo Pep Tosar sobre el cantante mallorquín. El documental es un recorrido por las entrevistas que hizo Tosar y por su progresiva identificación con el cantante negro.

De Mbini a Mallorca

El documental explica paso a paso la biografía de Guillem d'Efak (Asobla, la Guinea Espanyola, 1930). Era hijo de un cabo de la Guardia Colonial que había pasado más de 15 años en las selvas de la Guinea y de una mujer fang, Hada, del clan Efak. Cuando le tocó la hora del retiro, volvió a Manacor y se llevó con él este hijo que había tenido a la Guinea y que, en Mallorca, criarían su hermana y su marido. El niño, Guillem Fullana, se revelaría precoz: a los 14 años ya leía Rimbaud en francés y, con unos años más, ya frecuentaba los prostíbulos. Cuando llegó a la mayoría de edad rompió con su padre y se instaló en la ciudad de Mallorca. Poco después, decidiría irse a trabajar a una mina en Alemania; tras tener graves problemas se volvió Mallorca donde lo protegió la propietaria de un prostíbulo. Hacía algunos trabajillos (siempre confesó ser muy poco trabajador), como escribir las cartas que las prostitutas del burdel enviaban a los marines americanos. En Mallorca, cuando empezaba a llegar el turismo, se dedicó a tocar en una orquesta especializada en espectáculos para turistas. Él aseguraba que había tenido mucho éxito entre su público femenino, y no sólo a nivel musical. En este local Guillem d'Efak cantaba a menudo canciones espirituales en inglés, al más puro estilo de Nueva Orleans, pero también algunas piezas traducidas al catalán.

De Mallorca en Barcelona

Fue en un bar para turistas donde lo encontró el poeta y activista Josep Maria Llompart, quien se dio cuenta enseguida de su talento, y lo animó a viajar a Barcelona para sumarse al incipiente movimiento de los Setze Jutges. A Guillem d'Efak no le costó irse: el documental lo muestra con una inmensa sonrisa, con su guitarra y una maleta, en el puerto de Barcelona. Estaba decidido a emprender una nueva carrera artística, pero también política y patriótica; para él cantar en catalán era una opción claramente política. La primera canción que grabó, "La balada de Jordi Roca", ya era todo un manifiesto contra la pena de muerte y contra el régimen. Guillem d'Efak destacaba por su profesionalidad entre los poco experimentados miembros de los Setze Jutges y acabó por hacer carrera en solitario. Se convirtió en el alma de un local de ocio mítico: La Cova del Drac. Allí, Guillem d'Efak cantaba canciones propias y versiones catalanas de clásicos del jazz y del soul, pero también participaba en obras de teatro, en espectáculos diversos... Durante un tiempo fue la voz más original y moderna de la música catalana.

El repliegue

El documental explica cómo, a pesar de todo, en los años setenta Guillem d'Efak se retiró de la vida musical y se fue a Mallorca. Pasó rápidamente del éxito al olvido; siempre había sido un personaje atípico y resultaba bastante incómodo por su sinceridad. No le importó mucho: se dedicó a hacer de guía turístico por horas y a estar tirado en la cama, su ocupación favorita. Por suerte, mientras estaba estirado en la cama, escribía: poesía, teatro, teatro infantil... El poeta Bernat Nadal, a El alma de la isla, explica que no era un narrador ni poeta menor: "Tenía un lenguaje preciso y precioso, como Alcover". El dimoni Cucarell es una de las obras más representadas en lengua catalana. En 1994 enfermó gravemente y poco después moría.

El hombre sin imagen

Dicen que a Guillem d'Efak no le gustaban mucho las fotografías. Y, en realidad, es casi imposible encontrar vídeos de sus actuaciones. El documental, pues, se construye básicamente sobre un Pep Tosar que reconstruye el personaje de Efak. Ni siquiera incorpora mucho textos ni canciones del cantante negro. Los directores, pues, tienen que hacer un esfuerzo extraordinario por reflejar la vida de un personaje excepcional. Un esfuerzo que resulta exitoso, sobre todo, por la extraordinaria e inaudita de Guillem d'Efak, un vividor, amante de las mujeres, de la bebida, de los libros, del dolce far niente, de la broma... Un hombre que, según confiesa Manu Benavente, "me hubiera gustado conocer. Un tipo de estos que te enamoran. Una persona que fascina por su trayectoria vital"... Y un personaje que hoy valdría la pena recuperar, especialmente si tenemos en cuenta que algunos de sus libros son inencontrables, y que algunas de sus obras de teatro no se han representado nunca. Un documental que vale la pena ver.