Hay una Catalunya que no sale en las promociones turísticas de la Generalitat, pero es el origen de iconos del país. Aquella Catalunya áspera y cautiva por las leyendas tiene lugar en la Segarra, un trozo de suelo marrón cubierto por cultivos de cereales llamado Plans de Sió, la tierra prometida de Anna Punsoda (Concabella, Segarra, 1985). En su nueva novela, La terra dura. Retorn al cor de Catalunya (Pòrtic Edicions, 2023), la escritora nos explica en un diario su regreso a los orígenes y el reencuentro con su hogar. ¿Por qué ir a vivir a un lugar del que todo el mundo se ha ido o tarde o temprano se marcha? Esta es una buena pregunta y la respuesta la encontramos en un centenar de páginas que nos muestran la realidad de un territorio olvidado por la mayoría, pero nunca por los que han nacido allí.
Como en todos los lugares de frontera, esconde historias y personalidades increíbles que la lleidatana nos explica con el orgullo de quien sabe que nadie les da entidad
La mayoría de pueblos no reúnen más de 100 habitantes, pero son poblaciones donde encontramos monumentos y parajes centenarios. Els Plans de Sió es una tierra fronteriza, con fortificaciones que marcan el comienzo o final de otro territorio. Como en todos los lugares de frontera, esconde historias y personalidades increíbles que Punsoda nos explica con el orgullo de quien sabe que nadie les da entidad: el chocolate de la fábrica Jolonch que pidió Lluís Companys antes de ser fusilado o la marcha de los setenta castillos. Son estas algunas de los hitos históricos o lugares que enganchan al lector a seguir descubriendo la comarca, pero también los comentarios críticos sobre quién manda a aquellas llanuras y quién tiene intereses allí: "Ramón Royés fue el último alcalde convergent de Cervera, entre el 2011 y el 2019. Aunque durante su mandato restauró el centro de la villa, pasear me deprime", señala la autora. No obstante, remarca las humillaciones que han sufrido por parte de las industrias y habla del caso de la Lear, ubicada en el territorio y no en Igualada, porque los trabajadores de la provincia de Lleida cobraban menos que los de Barcelona.
Un mar de espigas poco rentables
Historia, política, testimonios, hay un buen análisis de esta tierra y también una buena fotografía del paisaje, porque explica su transformación a través de una economía agrícola intensiva. Antes, la Segarra era una tierra de almendros, viña, colza, y ahora es un mar de espigas poco rentables y de miradas a corto plazo sobre cómo dinamizar el área con nuevos cultivos, bien sabiendo que la solución es la recuperación de los antiguos. Esta paradoja es una situación que se da no solo en la Segarra, sino en todas las zonas agrarias del territorio, no nos pongamos estupendas. Enfermamos la tierra, pero queremos vivir de ella. Siguiendo con el territorio, la autora comenta la mala gestión de las zonas ZEPA o cómo curiosamente, a medida que te acercas a los mataderos, las restricciones de agua se relajan.
Lo que más me ha gustado de Anna Punsoda es que no idealiza la vuelta a la tierra prometida, en verdad no la hay
Anna Punsoda decidió volver a vivir allí cuando una noche de Reyes en Barcelona volvió a casa con sus hijos y sintió que el tiempo de la Ciudad Condal se había desvanecido en una celebración impersonal ausente de raíces y afectos. A mí lo que más me ha gustado de Anna Punsoda es que no idealiza la vuelta a la tierra prometida, en verdad no la hay. Ella sabe cómo moverse en un terreno duro, con caracteres agrestes, y mira de cara a su tierra y dice: "yo te pertenezco y tú a mí, y no eres perfecta, pero yo tampoco". Gracias, Punsoda, por no ser una de las centenares de escritoras "neo-rurales" que han presentado a los pueblos y sus entornos como paraísos del Jardiland (aunque el de Lleida me encanta). Algunas de estas firmas solo han hecho que presentar el entorno rural o los espacios despoblados como espacios idílicos de desconexión, estereotipando las profesiones que se llevan a cabo e infantilizando a sus habitantes.
Gracias, Punsoda, por no ser una de las centenares de escritoras "neorrurales" que han presentado a los pueblos y sus entornos como paraísos del Jardiland
El campo no es un jardín, los pueblos no son decorados y los conflictos que asolan la Segarra no son tan diferentes de los que suceden en Barcelona o en Girona. Aunque a veces, es normal, que las personas que venimos de lugares donde la biodiversidad y sus problemas atraviesan parte de vida, nos sorprende ver urbanitas asustados por aplacar una plaga de conejos. A mí el diario de Punsoda me ha despertado curiosidad por la comarca. Ahora tengo ganas de visitar la Concabella, de leer a Manuel de Pedrolo y, sinceramente, de quedarme en Barcelona... Porque no quiero volver a las raíces, pero creo que reencontrarse con ellas es una buena terapia y un baño de realidad si se hace con conciencia. Pues te enfrentas a lo que más y menos te gusta de tu forma de estar en el mundo y no te queda más remedio, si te quieres quedar, de aceptarlo. Anna Punsoda es de Plans de Sió, de una tierra dura y no prometida.