En el número 10 de la calle de Sant Josep, en el centro de Sueca, se alza una gran casa de aspecto modernista y ventanales alargados. Desde el 2017, los visitantes que se acercan y atraviesan el vestíbulo pueden ver recuerdos de infancia, cartas manuscritas, y otros objetos. Son las huellas de Joan Fuster, ensayista mordaz, brillante discutidor, historiador y homenot en palabras de Josep Pla, uno de los intelectuales clave de la cultura y literatura catalanas de la segunda mitad del siglo XX. La casa, hoy un museo que acoge visitantes de todas partes, fue el cuartel general del escritor durante décadas, refugio personal y suyo de las tertulias donde Fuster, siempre abierto a dificultades literarias y políticas, discutía con artistas, escritores y jóvenes. De entre sus paredes salieron aforismos afilados, versos líricos, apuntes irónicos y algunas de las obras con más impacto de las letras valencianas modernas, desde el Diccionari per a ociosos a Nosaltres els valencians.
El magisterio de Fuster es una sombra estirada que atraviesa escritores, filólogos e incluso músicos que crecieron escuchando sus opiniones
Repasar la obra del escritor hoy, cien años después de su nacimiento, implica reconocer su valía intelectual y su personalidad, capaz de abrirse paso y reivindicar posiciones inexploradas y rompedoras en el enrarecido clima cultural de la posguerra. Es por eso que la Generalitat valenciana y catalana han declarado en el 2022 como Any Fuster. Admirado y defendido por los suyos y atacado y odiado por los adversarios, el magisterio de Fuster es una sombra estirada que atraviesa escritores, filólogos e incluso músicos que crecieron escuchando sus opiniones, a veces políticas, a veces cotidianas, pero siempre afiladas. Dispuesto a remover constantemente, Fuster cargó contra la 'somnolencia' de la Valencia del Franquismo y la Transición, construyendo nuevos puentes y encontrando nuevos caminos, agitando a su alrededor a golpe de escritos y artículos. No es de extrañar, pues, que décadas después su obra todavía nos interpele. Como sentenció socarronamente en uno de sus aforismos, "una calma excesiva equivale a un acta de defunción".
Un buen libro es siempre una provocación
Fuster, a pesar de la pasión por la lectura que se le despertó durante la adolescencia, no hizo estudios de letras. Se marchó a Valencia a estudiar Derecho a principios de los 40. Acabaría dedicándose a la abogacía poco tiempo, sin embargo, entonces ya sumergido en los círculos literarios de la ciudad. Era evidente que tenía otros intereses. La poesía y la historia de Sueca y del País Valencia le ocupaban el tiempo y el estudio. Y también las colaboraciones en la prensa, que realizaría durante gran parte de su vida y que serían una de sus principales fuentes de ingresos durante muchos años. Primero fueron los diarios valencianos como Levante y después sus opiniones llegarían a los rotativos catalanes, de La Vanguardia a Telexprés.
Fuster cultivó siempre un ensayo afilado y de cariz
humanista
Hijo de progenitor carlista, con quien enseguida tuvo diferencias, Fuster cultivó siempre un ensayo afilado y de cariz humanista, en la tradición de Erasmo de Róterdam, de Diderot y de Voltaire. Buscaba el contacto con el lector, hablarle de tú a tú, atizar su conciencia, apoyado en la idea de la universalidad del hombre moderno. Como afirma Josep Ballester, autor del libro L’agitació de l’escriptura,, "su intención es comprometida; busca influir con su especulación su lectorado de una forma directa". Hablaba desde el compromiso con la imparcialidad y con el criterio propio que mantendría en todas las circunstancias, también en la adversidad, que conocería a raíz de la escritura de Nosaltres els valencians.
Publicado el 1962, Nosaltres els valencians fue un revulsivo, un salto en la conciencia de la identidad valenciana
Publicado el 1962, Nosaltres els valencians fue un revulsivo, un salto en la conciencia de la identidad valenciana moderna que, para bien y para mal, marcó un antes y un después en su dimensión pública. La publicación de este texto y de la guía de viajes satírica El país valenciano atizaron una reacción furibunda por parte de los círculos más conservadores del País Valencià, que veían con malos ojos su catalanismo. Fuster fue acusado de enemigo del país, de ultraje, y le cancelaron las colaboraciones escritas en la prensa valenciana. Incluso se quemó una figura hecha a semejanza en la cabalgata del muñeco del año 63. La campaña sería el preludio de los años de la Transición en que aparecían pintadas en contra suya a la fachada de la casa de Sueca y donde incluso dos atentados con bomba estallaron. "Me odian y eso no tiene importancia. Pero me obligan a odiarlos y eso sí que tiene", diría Fuster.
Fuster puso a los valencianos delante de un espejo, preguntándose qué es lo que les hace serlo y señala en la lengua y la cultura como respuesta, conduciéndolo, a la vez, hacia el marco nacional de los Països Catalans
El autor puso a los valencianos delante de un espejo, preguntándose qué es lo que les hace serlo y señala en la lengua y la cultura como respuesta, conduciéndolos, a la vez, hacia el marco nacional de los Països Catalans. En palabras de Lluís Llach, "él nos enseñó a ser catalanes de otra manera. Que se nos hablara de Països Catalans desde Valencia a los que vendíamos de Girona fue una vez bastante alto". El libro fue un choque importante tanto por| la originalidad de sus tesis en el momento como por laso suya amplitud. Las reverberaciones de su posición, que ya no cambiaría a lo largo de su vida, llegan hasta el presente.
¿Un hombre de acción?
A pesar de la opinión de Pla, que le veía madera de político, Fuster nunca se consideró a sí mismo un líder ni alguien con voluntad de hacer carrera política "Soy todo lo contrario de un hombre de acción. No tengo alma de presidente, ni siquiera de concejal". Su vía para participar en el mundo qué lo rodeaba era otra. "Pienso que lo que yo y gente como yo podemos hacer en unos momentos como en los que vivimos es más o menos crear conciencia". Y fue esta voluntad de poner a sus conciudadanos ante los problemas colectivos que lo inspiraba, entendiendo que como intelectual no podía rehuirlos, ni quedar al margen.
Fuster nunca se consideró a sí mismo un líder ni alguien con voluntad de hacer carrera política
Contradiciendo lo que era habitual entre escritores y artistas del momento, nunca se marchó de Sueca, su pueblo natal, para emigrar a Barcelona o a Madrid. El autor se quedó en la casa familiar donde iría acumulando libros y construyendo su impresionante biblioteca personal, que llegó a reunir más de 22.000 volúmenes. Lector voraz, lamentaba que tener que ganarse la vida escribiendo le robara tiempo de lectura. En los libros encontraba una ventana en el mundo, infinita. Incluso cierta reclusión al final de su vida le valió el sobrenombre de 'el solitario de Sueca'. "Leer es la única cosa que me ha divertido siempre".
Lector voraz, lamentaba que tener que ganarse la vida escribiendo le robara tiempo de lectura. En los libros encontraba una ventana en el mundo, infinita
Quizás muestra de acción son sus aforismos, que cultivó durante gran parte de su vida y que poco a poco se fueron incorporando a la cultura popular, infiltrándose, hasta hoy. Son, en muchas ocasiones, "dardos envenenados de un francotirador experto", como dice Josep Ballester, que provocan el lector con un ingenio sorprendente. Una literatura instantánea, de ideas reducidas a la mínima expresión a caballo entre el ensayo y la lírica. Hay observaciones metafísicas y cotidianas, recetas lapidarias y llenas de rotundidad. El ayuntamiento de Alzira, en el País Valencià, incluso los ha imprimido en los sobres de azúcar para repartir en bares y restaurantes con motivo de su capitalidad cultural este 2022.
Fuster también participó en los círculos culturales catalanes en el exilio y en las jornadas y reuniones clandestinas de intelectuales catalanistas antifranquistas y se encontró con personalidades como Josep Maria Castellet o Josep Fontana. Un compromiso civil que se acentuó durante la Transición y la apertura democrática, en la que llegó a impulsar un proyecto de redacción del Estatut del País Valencià. Sus manifestaciones contra el totalitarismo y a favor de las libertades nacionales fueron contundentes. Mantenía la voluntad de reintegrar culturalmente todos los territorios de habla catalana para acabar de construir lo que consideraba "un pueblo en medio hacer". Y sin perder el optimismo. "Si doce más uno han conquistado prácticamente todo el mundo y nosotros somos más y el país es más menudo, será fácil".
Mantenía la voluntad de reintegrar culturalmente todos los territorios de habla catalana para acabar de construir lo que consideraba "un pueblo en medio hacer"
Practicando del escepticismo bien entendido, Fuster tuvo interés por todo lo que lo rodeaba: la política, la moral, la justicia, la literatura, las artes, la sociedad, las costumbres, sin caer nunca en el dogma y siempre favoreciendo la discusión y la crítica. Lo demuestra su deseo viendo el final: no morirse sin haber dejado en funcionamiento en el País Valencià 'equipos de intelectuales' y de no intelectuales capaces de remover "a esta sociedad en perpetua somnolencia digestiva". Cien años después de su nacimiento y sesenta de la publicación de Nosaltres els valencians, su obra sigue invitándonos a reflexionar, a pensarnos como seres humanos y como catalanes. L'Any Fuster, que programará actos de todo tipo y nuevas ediciones de sus textos, es una buena oportunidad de descubrir este 'distraído propagandista de la inseguridad intelectual', siempre dispuesto a explorar, a mirar su alrededor y analizarlo con voluntad incisiva. Un agitador incasable que resumió muy bien su final: "Y morir debe ser dejar de escribir".