Ha sido una noche reñida y hasta el último momento ha sido casi imposible despejar todas las dudas, porque el giro de guion se ha concentrado en la última hora de la gala. Pero Anora ha tocado la campanilla de la gloria de los Oscars y se ha coronado como la mejor película, dejando atrás al resto de cintas y llevando el cine independiente a lo más alto. Se ha llevado 5 de los 6 galardones a los que optaba, y la sorpresa también ha llegado cuando Mikey Madison ha superado a Demi Moore y le ha arrebatado su redención en la industria, llevando a la gran pantalla la historia de una stripper que tiene un romance fugaz y casi clandestino con el hijo de un oligarca ruso. No se queda ahí la cosa: ha sumado otros premios codiciados —mejor dirección por un magnífico Sean Baker, guion original y edición—, acabando la noche como la más premiada. La sigue The Brutalist, con Adrien Brody consiguiendo su segunda estatuilla, que también ha conseguido alzarse con la fotografía y la banda sonora, mientras que el biopic de Bob Dylan se ha ido con las manos vacías.
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Han sido unos premios muy diseminados y repartidos, con muchas de las películas nominadas rascando algún que otro galardón. La gran favorita, Emilia Pérez, se ha conformado con dos estatuillas de las 13 nominaciones con las que partía, con una Karla Sofía Gascón totalmente desaparecida de la gala. Ni siquiera se ha paseado por la alfombra roja tras días de polémicas y vacíos institucionales. Que Emilia Pérez no tenía posibilidades era casi una obviedad desde que los infortunios de su actriz principal tambalearon su candidatura. El fenómeno ha hecho aguas, pero se ha salvado gracias a El mal (mejor canción) y Zoe Saldaña, que se ha llevado la estatuilla como mejor actriz de reparto pese a ser la auténtica protagonista de la película. Todo mientras Kieran Culkin ha dejado de ser el hermano de Macaulay para convertirse en ganador del Oscar por A real pain. En el discurso ha mencionado a su mujer. “Me prometiste que tendríamos cuatro hijos si lo ganaba”, ha bromeado.
Los rumores decían que Timothée Chalamet podía dar el sorpaso, pero era un secreto a voces que Adrien Brody era el ganador del Oscar desde el principio. Ha ganado su segunda estatuilla como mejor actor, dos décadas después de estrenarse con El pianista, curiosamente también poniéndose en la piel de un hombre judío. En esta ocasión, en la de un arquitecto que pisa suelo americano después del Holocausto. Con un filosófico parlamento vital y de agradecimiento —ha sonado la música que marca el tiempo superado y ha pedido que la pararan— ha reflexionado sobre la perspectiva que da el tiempo y los peligros del odio. “Estoy convencido, y rezo, por un mundo más sano e incluyente; y si el pasado nos recuerda y nos enseña algo, es a no pasar por alto las cosas”.
“Soy la orgullosa hija de padres inmigrantes, soy la primera de origen dominicano en ganar el Oscar y sé que no voy a ser la última, y me alegro de haber conseguido el premio hablando en español”, ha dicho Saldaña, que ha tenido unas palabras de agradecimiento para Jacques Audiard y todo el reparto, aunque sin nombrar expresamente a Gascón. La reivindicación racial también la ha remarcado Paul Tazewell, premio a mejor vestuario por Wicked, cinta que ha hecho doblete con diseño de producción. “Soy el primer hombre negro en llevarse el Oscar por esta categoría”, ha querido recordar. Por su parte, Dune: Parte dos también ha sumado dos categorías técnicas —sonido y efectos visuales— mientras que el thriller papal que hay en Cónclave, que los últimos días había cogido mucha fuerza, ha recogido el guion adaptado. Y La sustancia, finalmente, se ha tenido que conformar con el mejor maquillaje y peluquería.
Los reclamos políticos se han ido agregando a la ceremonia, aunque con cuentagotas. El mejor documental ha sido para No other land, radiografía de la ocupación de Gaza por parte de Israel que documenta la erradicación a cámara lenta de los pueblos de la región. Sus creadores no se han achantado al subir al estrado. “Espero que mi hija no tenga que vivir lo que estoy viviendo yo”, ha dicho Basel Adra. “La destrucción de Gaza tiene que acabar sin que haya supremacía étnica, con derechos para los dos pueblos; y la política exterior de este país (EE.UU.) ayuda a bloquear este camino”, ha añadido Yuval Abraham. También ha habido algún apoyo contra la guerra. “Ayuda para Ucrania”, ha gritado Daryl Hannah antes de entregar la mejor edición, y Peter Straughan ha lucido un pin con la bandera ucraniana al recoger el premio a mejor guion adaptado por Cónclave.
La gala se ha celebrado solo unos días después de conocer la extraña muerte de Gene Hackman, que fue encontrado sin vida junto a su mujer y su perro en su casa. Ha sido Morgan Freeman el encargado de homenajearlo justo antes de poner en marcha el In Memoriam de cada año que recuerda a los que ya no están, como Maggie Smith, Donald Sutherland, Gena Rowlands o David Lynch. “Era una persona que elevaba el trabajo de los demás”, ha dicho Freeman de su amigo, con quien trabajó en la película Bajo sospecha en los 2000.
Y si algo sabe hacer Hollywood a la perfección es empaparlo todo de un glamour exuberante y performar cualquier dramatismo en pro del relato. No ha dado la sensación de que fuera del teatro se acumularan montones de cenizas y escombros a consecuencia de los fatídicos incendios que han azotado la zona, excepto por haber inaugurado la gala con unas imágenes de lo sucedido y por haber invitado a los bomberos del condado a subir al encerado. El dueto Ariana Grande y Cynthia Erivo han regalado su chorro de voz a la causa con un medley emocionante, con un Conan O’Brien afilado apostándolo todo al chiste y disparando contra las polémicas —no se ha salvado la IA utilizada en The Brutalist ni los tuits polémicos de Gascón— y hasta haciendo coña de la insensatez de Donald Trump al regañar a Volodímir Zelenski por no ir en traje a su encuentro, haciendo tándem con Adam Sandler.
El presentador quizás ha sido de lo más ameno de una gala bastante anodina, demasiado parecida a las de los últimos años, y que solo ha mantenido el suspense por las ganas de querer saber el nombre de los ganadores en una votación absolutamente diseminada. No ha habido ningún momento especialmente relevante, pero los Oscars han vuelto a poner sobre la mesa la importancia de llevar grandes y pequeñas historias a la gran pantalla, algunas para que salgan de la oscuridad, otras para que puedan brillar con relatos transgresores y rebeldes que también deben tener cabida.