Hay muchas especulaciones sobre los apócrifos, aquellos libros religiosos que no fueron aceptados dentro de la Biblia católica. Sobre ellos circulan leyendas urbanas, mitos, mentiras y medias verdades. Pero son pocos los que han leído realmente estos textos. Antonio Piñero nos los acerca. Apócrifos del Antiguo y del Nuevo Testamento (Alianza) es una selección de los libros apócrifos más significativos, que va acompañada de una magnífica introducción, muy clarificadora. Los más de 200 textos apócrifos quedan reducidos aquí a lo esencial, que se concentra en un libro de 500 páginas, que cuenta con un índice temático que ayuda al lector a acercarse a los temas de su interés. Los apócrifos en estado puro, más allá de especulaciones.

Porqué leer los apócrifos

Los apócrifos son un importante elemento para el estudio de la religiosidad popular, a veces desmarcada de la religión oficial. Muchos elementos que actualmente acepta el cristianismo proceden directamente de la tradición fijada por los apócrifos. Algunas de las creencias más entrañables de la tradición católica vienen de los textos no canónicos: el buey y la mula en el portal, los tres reyes magos, el ladrón bueno crucificado al lado de Cristo, la Verónica que seca el rostro de Cristo con un lienzo... Pero también algunas cuestiones que más tarde la Iglesia elevó a dogma, como el ascensión de la Virgen a los cielos.

Libros malditos

Desde muy pronto el cristianismo desarrolló la idea de que algunos libros religiosos son directamente inspirados por Dios y los otros no. El problema radicaba en cómo definir a cada uno. Los apócrifos son aquellos escritos de carácter teológico que han aspirado a formar parte del grupo de obras consideradas sagradas, las “canónicas”, y no lo han conseguido. Se definen, pues, por oposición a los textos oficiales, validados por la jerarquía eclesiástica. En un principio el término apócrifo era usado para definir aquello que se debía mantener oculto porque no podía caer en manos de las masas. Pero más adelante, apócrifo fue adquiriendo un sentido negativo, y se fue asociando a fraudulento, engañoso, diabólico, incluso.

La elección

Hay muy pocos datos sobre cómo se constituyó el canon bíblico, pero en cambio hay muchas hipótesis. La Iglesia católica, heredera de la tradición judía, buscaba un conjunto de textos sagrados que permitiera unificar la doctrina, y al mismo tiempo diferenciarse del judaísmo. El proceso se alargó del siglo II en el siglo IV, pero el canon católico no se oficializaría hasta el Concilio de Trento (1546). Piñero aclara que por eso los católicos no tienen el mismo concepto de apócrifo que los protestantes: algunos libros que los protestantes consideran "falsos", los católicos no los tienen por apócrifos, sino por "deuterocanónicos", es decir, canónicos, pero de segunda fila.

Una vieja historia

Hay muchos apócrifos, ya, del Antiguo Testamento (redactados entre el siglo III aC y el II dC). Eran unos textos apocalípticos, en que se preveía una gran catástrofe cósmica que acabaría con el mundo, pero también se anunciaba la próxima llegada de un Mesías. Son textos que ayudan a entender al primer cristianismo, pues ya se presentan algunos temas típicos del cristianismo, como la vida después de la muerte, o incluso el Santa Cena. Durante los primeros años de cristianismo aparecieron muchas tradiciones que recreaban la vida de Cristo, y en algún caso se transmitieron mediante escritos. Estos escritos pretendían complementar, o incluso oponerse a los textos considerados canónicos. Muchos de ellos tienen un contenido esotérico. Hay algunos que son una apología de la vida ascética. En buena parte tienen su origen en el siglo II, aunque su redactado podría haber sido alterado significativamente con el tiempo. Es decir, la mayor parte de ellos surgieron cuando el canon cristiano ya estaba muy establecido, y por lo tanto no tuvieron opción a formar parte del grupo de textos canónicos.

De autor desconocido

Entre los apócrifos hay el "Libro de Noé", el "Testamento de Moisés","el Evangelio según María" (Magdalena) o el "Libro de Enoch". Pero muchos de los autores de los apócrifos son anónimos. Firmaban con el nombre de un personaje conocido, pero no porque quisieran engañar a nadie, sino porque se consideraban inspirados por este personaje. Está probado que tampoco los autores de los libros canónicos son los que se atribuyen: ni Moisés escribió el Deuteronomio, ni el rey David el salterio, ni Salomón los sapienciales...

Los inescrutables caminos del Señor

Los apócrifos no sólo no fueron divulgados por las instituciones eclesiásticas, sino que éstas tendieron a esconderlos. Por eso, se conservaron muy pocos ejemplares. Algunos apócrifos han llegado hasta nuestros días gracias a sus versiones griegas o latinas, pero otros han seguido itinerarios bien curiosos. Algunos fueron conservados en Abisinia por los coptos monofisitas, y la única versión que se conservó estaba en gheez, la lengua sagrada de los etíopes. Otros se transmitieron en antiguo eslavo. Algunos sobrevivieron en asirio, la lengua de algunos cristianos ortodoxos de Oriente Próximo...

 

Imagen de portada: María Magdalena, a la que se le atribuía la redacción de un Evangelio apócrifo. Cuadro de Bernardino Luini (1482-1532).